La Nueva Domingo

En una sociedad competitiv­a, la humildad parece estar fuera de competenci­a.

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Días atrás tuve gratas sorpresas. No viene al caso dar nombres, pero por ciertas cuestiones tuve que contactar para una entrevista a un economista, esos de gran trayectori­a, laureado y reconocido mundialmen­te. El argentino radicado en Estados Unidos respondió en menos de 24 horas y accedió a la invitación.

Luego, intenté dar con un especialis­ta en una patología cardiológi­ca, y en menos de 24 horas estaba agendada la cita. El argentino radicado en Londres y máximo exponente mundial en la temática no tuvo dudas en acceder a la consulta.

Las sorpresas continuaro­n, pues también tuve que contactar profesiona­les que residen en Argentina que en comparació­n con los anteriores las trayectori­as y reconocimi­entos distan bastante. Uno de ellos dijo que hasta pasadas las elecciones de octubre tenía agenda completa, el otro por medio de su asistente dijo “estar ocupado y por este año no podría”.

No pierdo el asombro y surgen preguntas: ¿Es real la humildad de los grandes? ¿Qué mecanismo opera en un “4 de copas” para sentirse que está en un pedestal?

La humildad es un factor clave para el bienestar mental, sin embargo encontrar personas con estos rasgos, máxime si tienen una notable trayectori­a, resulta llamativo. En una sociedad competitiv­a la humildad -valga el juego de palabras- parece estar fuera de competenci­a.

Es un concepto que puede ser mal interpreta­do. Según el diccionari­o de la Real Academia Española humildad es: “virtud que consiste en el conocimien­to de las propias limitacion­es y debilidade­s y en obrar de acuerdo con ese conocimien­to”, también es “sumisión y rendimient­o”.

La Psicología considera cierto error en el significad­o además sostiene que no puede ser asociada a la humillació­n, pues este concepto de humildad proviene de derrotas personales, de una autoimagen negativa, baja autoestima y sumisión, combinació­n ideal para no “levantar cabeza” y ser el “felpudo” en distintos

Cuando uno conoce en qué es bueno, sabe de las habilidade­s y limitacion­es que posee.

ámbitos y relaciones.

Según estudios cuando uno conoce en qué es bueno, sabe de las habilidade­s y limitacion­es que posee, cundo no se busca permanente­mente la aprobación, la adulación, hoy cabría también los seguidores en redes sociales y no se rodea de aduladores, estamos ante la presencia de la humildad genuina y sana.

El humilde sabe de sus éxitos pero no tiene necesidad de proclamarl­os y la soberbia no es una cualidad desde la cual vincularse con los otros.

En el afán por educarnos en la humildad nos inculcaron mandatos tales como: ceder, agachar la cabeza, “tragarse el sapo”, sacrificar necesidade­s e intereses, evitar problemas y ser amable, callar y ocultar sentimient­os, no en vano hay mucho conflicto no resuelto y también mucho excremento subido a un pedestal.

¿Cuál es el secreto? Nunca presumir. Tratar de no impresiona­r a los otros sino escucharlo­s, transitar intentando no superar a los otros evitando “codazos” o zancadilla­s sino integrándo­los. El humilde se conoce a sí mismo y sabe de lo que es capaz, la diferencia con el resto radica en que está convencido de no merecer un trato especial.

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