El problema emocional que causa la pandemia en el aprendizaje
Dos psicopedagogas y una psicóloga bahienses se refirieron a las dificultades que se están observando en los alumnos.
Las presencialidad en las escuelas, que se encuentra reducida debido a la situación sanitaria que afecta a todo el país, abrió un nuevo flanco de crisis en el sistema educativo de nuestro país. La falta de contacto de los alumnos con sus pares durante la pandemia trajo aparejados problemas de aprendizaje, pero también dificultades desde el punto de vista emocional en niños y adolescentes.
En estos tiempos de pandemia quedó en evidencia que no hay alternativa pedagógica ni tecnológica que reemplace eficientemente el contacto diario de cada estudiante con sus docentes y sus pares.
Es indudable que la pandemia le ha abierto un nuevo flanco a la crisis del sistema educativo argentino y que, por ende, repercutió en el ámbito local.
Los efectos del aislamiento aún no son cuantificables, pero sí se sabe que involucran de manera directa o indirecta el aspecto emocional.
Ya no estamos sólo frente a resultados educativos adversos, sino también frente a las dificultades que se manifiestan durante el proceso educativo en sí mismo. Dificultades que obran como obstáculos insalvables.
El cierre de las escuelas durante 2020 fue total. Ante ello, la educación debió virtualizarse. Desde sus hogares, los estudiantes establecieron un contacto más o menos regular con sus docentes. Para la inmensa mayoría de ellos, no se trató verdaderamente de clases digitales; es decir, no estaban conectados simultáneamente con sus compañeros y con el docente a cargo del aula o de una asignatura determinada, todos los días, durante toda la franja horaria correspondiente a su turno y nivel escolar.
Lo más común fue que recibieran tareas, buscaran la manera de resolverlas con alguna ayuda doméstica y las entregaran en las fechas acordadas.
La reapertura escolar de este año fue una experiencia muy acotada. Según cada distrito, duró unas pocas semanas; el horario escolar fue reducido a su mínima expresión y cada estudiante asistió una semana de por medio al establecimiento educativo.
¿El resultado? tanto la educación virtual como la presencialidad intermitente parecen haber generado dificultades emocionales en niños pequeños y también en los adolescentes.
En los más chicos, se observa angustia, miedo, falta de socialización y escasez de recursos tecnológicos y culturales para acompañar el proceso de aprendizaje.
En los adolescentes, por ejemplo, es común la falta de motivación, la desorganización, los problemas de concentración y hasta síntomas depresivos.
“Nos tenemos que preocupar por los estados de ánimo de los niños"
Vanina Mertian es bahiense (empezó sus estudios en el Instituto Juan XXIII) y se recibió en 2007 de licenciada en Psicopedagogia en la Universidad del Salvador (Buenos Aires).
Señaló que en estos tiempos de pandemia, la preocupación del sector educativo debe basarse más en acompañar el desarrollo emocional que los alumnos están transitando que en la incorporación de contenidos escolares estandarizados.
“Nos tenemos que preocupar por los estados de ánimo de los niños; hablar de lo que sienten, de sus miedos e incertidumbres y hacer mas de lo que les hace bien. En un niño angustiado o estresado, como se están viendo, puede verse afectado también su deseo por aprender, por conocer, su curiosidad, sus ganas... y con consecuencias en su autoestima. Si eso sucede estamos ante una dificultad, que hay que acompañar”, señaló Mertian.
Tras trabajar muchos años en el nivel primario e inicial de distintos colegios bahienses, actualmente se desempeña en el ámbito clínico (en el equipo de Salud Infanto-Juvenil de Crianza) y comenzó un emprendimiento personal, denominado Rhombos, con otras colegas, en el que brindan espacios para adolescentes, ya que se especializa en Orientación Vocacional.
“La realidad es que la propuesta virtual no siempre se ajusta a lo que necesita cada niño, situación que es más sencillo de lograr dentro de un aula física, en un entorno social y afectivo que acompaña la propuesta educativa”.
Por ello, lo que se empezó a percibir es un desfasaje en los contenidos que se esperaban que un alumno alcanzara en un determinado momento de su vida.
“La pandemia y el desembarco de las clases virtuales impidieron que se alcanzaran totalmente esos objetivos escolares que se acostumbraban a esperar en determinado ciclo lectivo, sobre todo porque dependían de muchas variables, como puede ser la posibilidad de conexión, la disponibilidad de la familia para ayudar, el tipo de propuesta, el poder de concentración del niño y varios otros factores”.
“Entonces, hay que hacer una diferenciación sobre lo que entendemos por aprendizaje. A veces, los papás, nos quedamos con esa preocupación de saber si el niño aprendió o no el contenido de lo que se le enseñó. Y quizás ese contenido no sea tan importante en este momento, pero sí lo es valorar su esfuerzo, sus pequeños logros, lo que sí puede”.
--¿Se puede recuperar el tiempo perdido luego de dos años de enseñanza tan irregular?
--Sí, sin dudas. También podemos pensar si lo que perdimos fue más de lo ganado, porque esta pandemia nos está llenando de aprendizaje que sería muy interesante capitalizar. Sí podemos proponernos avanzar en un tipo de contenido escolar, adecuadamente secuenciado, y considerando que estamos con un niño en disponibilidad para aprender y aprehender.
“Si la multiplicación no la aprende este año, la va a aprender en el próximo. Ese no tiene que ser un problema. Lo que tendríamos que evitar es la presión, la sobreexigencia, los sin sentidos, las sucesivas frustraciones y que ésto impacte en sus ganas aprender”.