Enero seco: el país empieza a sentir el impacto en las exportaciones
Se trata de una crónica (varias veces) anunciada. Sin poco margen para el error, se podía calcular que la sequía enquistada en el país, de tentáculos semejantes que se extienden a casi toda la región productiva del país, ya empezaría a manifestarse en los números de la macroeconomía.
A fines del último año, un informe de la gerencia de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y de la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales), advertía —en números de trazo grueso— por el desastre que se venía a la hora de la cosecha (por decirlo de alguna manera, ya que en muchos campos la maquinaria ni siquiera se molestó en ingresar).
Uno de los datos más impactantes describía un escenario con pérdidas que podían llegar hasta el 1,8 % del Producto Bruto Interno (PBI).
También se concluía que, de cumplirse con las estimaciones iniciales de producción, habría una caída del Producto Bruto Agroindustrial (PBA) de 4.067 millones de dólares (—8 %), respecto de la campaña agrícola 21/22. Pero como la seca se prolongó (o se prolonga, aún, en muchos sitios), las pérdidas más significativas podrán ex- tenderse hasta U$S 15.743 millones: —30 %.
El prólogo viene a cuento por la liquidación de divi-* sas de este enero, cuando ingresaron al país 928.372.001 dólares. La cifra es importante, pero es el 61 % menos respecto del mismo mes del año anterior (2.442 millones de dólares). Como referencia, en el año 2021 la recaudación fue de U$S 2.140 M y en 2020 de U$S 1.614 M.
Otro dato magnifica lo que está sucediendo (y estará, por largos meses). A este ritmo, poco vale la pena recordar que, en todo 2022 y aún con la incipiente sequía, se recaudaron U$S 40.438 millones con origen en el complejo cerealero. Más allá de las cuestiones estacionales que podría desconfigurar el ejemplo, se trata de un promedio de U$S 3.370 M.
Para el desglose se concluye que la caída en la recaudación está relacionada con dos factores clave.
Por un lado la baja cosecha de trigo. Ya se ha escrito —en esta misma columna— la cuenta más sencilla (y más dramática) que explica todo: se preveían cosechar 23 millones de toneladas. No se esperan superar los 12,3 M/T.
Por otro lado, en los últimos meses de 2022 se produjeron ingresos extraordinarios por las herramientas financieras denominadas dólar soja 1 y dólar soja 2.
La explicación está en los ingresos por 3.706.639.602 dólares de este diciembre, que representaron un 34 % más respecto al mismo mes de 2021. Mas: un 112 % superior al mes de noviembre de 2022.
Desde la propia Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) se precisó que el ingreso de divisas de este diciembre fue el reflejo de un mercado de granos con el amparo del Decreto 787/2022, que estableció condiciones especiales de tipo de cambio para los productores que comercializaron soja entre el 28 de noviembre y el 30 de diciembre, inclusive. En este sentido, el monto ingresado para la compra del cultivo que cumplió las condiciones especiales alcanzó los 3.155 millones de dólares.
El actual contexto de menores exportaciones granarias argentinas en general, impensadas siquiera en las mentes más pesimistas, genera un perjuicio aún no dimensionado en su totalidad (en una primera lectura), pero también un fuerte impacto para el interior del país por la afectación de la cadena productiva.
Se trata de (la ausencia de) un derrame que, de alguna manera, en promedios normales de producción contenía la demanda por empleos genuinos para las economías regionales más allá del sector agropecuario (sería un error no verlo desde esta perspectiva). En otras palabras, queda cada vez más claro que en esta sequía inolvidable pierden (perdemos) todos.
La recaudación del primer mes del año fue de 928 millones de dólares. La más baja de la historia había sido de U$S 851 M, en 2006.