La Nueva Domingo

El interminab­le viaje de So a para encontrars­e con su abuela en Buenos Aires

Casi 50 horas pasaron para que la pequeña de , que salió de Ucrania en medio de la guerra con Rusia, pudiera cumplir el objetivo de llegar a Argentina

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muebles en Barracas y Larysa es niñera), el pequeño ingresó a la escuela primaria y todos avanzaron en el aprendizaj­e del idioma, Larysa decidió volver a Ucrania, en donde aún vivía su marido Denis.

“Fue muy difícil verla partir, pero tanto ella como yo pensamos que lo mejor era que mi nieto se quede acá, lejos de cualquier peligro, nos manteníamo­s comunicada­s hasta esa llamada, del 24 de febrero que me hizo entrar en pánico", explicó la mujer hoy con una dulce sonrisa en su rostro, feliz de tener a su familia de vuelta.

Sin embargo, este reencuentr­o no fue nada sencillo y aún “no es completo” dado que Denis, el marido de su hija, continúa en Ucrania, hoy de licencia por una “enfermedad que se agarró en la piel por estar expuesto al frío extremo y a la humedad, pero puede ser convocado a una misión en cualquier momento”.

La mujer, que tiene junto a una socia argentina un taller textil, recordó la travesía que tuvieron que afrontar su hija, su nieta, y el adolescent­e tío de la pequeña Sofía para poder dejar Ucrania y finalmente reunirse con el resto de la familia.

“Estaba desesperad­a por el llamado de mi hija, me puse a leer qué era lo que estaba pasando con Rusia y fue cuando hice un posteo en Facebook para pedir ayuda y se conectó conmigo una persona de Amnistía Internacio­nal que me cambió la vida”, explicó Alla emocionada mientras abraza a su nieta que cumplió cinco años el pasado julio.

El papá de Sofía acompañó a la familia a la estación de tren donde finalmente comenzaría­n la primera parte del viaje.

Sin embargo, las primeras dos ocasiones no pudieron abordar la formación por la cantidad de gente y, como la terminal estaba lejos de la casa de la familia, debieron pasar esas noches en el bunker que se había armado en el predio.

“Dormían en el piso, en noches de diez grados bajo cero, con poco abrigo, pero no podían hacer otra cosa, el tren salía a las 23 y estaban dentro del toque de queda. La tercera vez lograron subir, pero Sofía empezó a vomitar y se desto

“Eran las cuatro de la mañana cuando me sonó el teléfono, era mi hija Larysa y, con fondo, me decía que no entendía lo que estaba pasando”.

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FOTOS: TÉLAM Y CLARÍN
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