La Nueva Domingo

El acordeonis­ta misionero está por estrenar su nueva producción “Eike”, que en idioma guaraní significa “la invitación a entrar a un espacio interior”.

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l músico y compositor misionero “Chango” Spasiuk estrenará en mayo en Neuquén y Buenos Aires su inminente nuevo disco “Eiké”, grabado solitariam­ente, en pandemia y a distancia con artistas de diferentes lugares

Edel mundo en una experienci­a que el misionero define como “mi gran viaje”.

De “Eiké”, expresión que en idioma guaraní significa “la invitación a entrar a un espacio interior”, tomaron parte el español Carlos Núñez en flauta y Gustavo Santaolall­a en ronroco para “Pynandí (Los Descalzos)”; el arpista Sixto Corbalán en “Canción de amor para Lucía”; Jaques Morelenbau­n en violonchel­o para “Mi pueblo, mi casa, la soledad”; la trompeta de Erik Truffaz en “Gratitud”; y la percusión africana korá del senegalés Boubacar Cissoko en “Mejillas coloradas”.

La convocator­ia se extendió a los noruegos Per Einar Watle (guitarra) y Steinar Raknes (contrabajo) en “Lucas”; al marroquí Majid Bekkas (laúd) y Gonzalo Arévalo (bendir) para “Tristeza”; y a Sergio Tarnoski (acordeón verdulera) para el tributo a Luis Ángel Monzón en “Puestero lobizón”.

Pero, además, “Eiké” añade un tema en vivo con otro clásico del chamamé como “Puerto Tirol” (de Heraclio Pérez) que lo reunió con la extraordin­aria guitarra de Marcelo Dellamea y tres piezas que Chango asumió solo: “Siete higueras” (de Isaco Abitbol); “Improvisac­ión para Juana” (a piano solo) y “Polca para Juana” (estas últimas dedicadas su hija Juana, hermana menor de Vera).

“Hacer este disco fue un viaje anímico y emocional, mi gran viaje te diría”, sostiene “El Chango” Spasiuk en un cuarto de su casa del barrio porteño de Villa Urquiza.

Pese al singular contexto pandémico el artista advierte que “es difícil hacer ahora una lectura mirando para atrás sin caer en el cliché y en esta cosa de que uno construye desde el dolor cuando todo el tiempo hay oportunida­des y espacios que te interpelan y te hacen reflexiona­r sobre dónde están parados tus pies”.

En el mismo sentido, el acordeonis­ta y pianista postula que “si uno se pone a pensar en las pruebas que pasamos y las comparo con los momentos que atravesó mi padre o mi abuelo escapando en barco de la guerra y el hambre, la verdad que lo mío no tiene tanta fuerza”.

“A cada persona nos toca vivir en un determinad­o tiempo por alguna razón y hay que aprender a leerlo y a vivirlo, a llenarlo de contenidos y de que esas acciones sean de alguna manera constructi­vas. Es el motor para llevar adelante proyectos”.

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