La importación de larvas hacia Pedro Luro
res para la recuperación de los suelos durante la fase ganadera, es una pastura que se utiliza desde los inicios de la agricultura nacional. Hacia mitad del siglo pasado, se intensificó el interés por abastecer al mercado nacional con calidad genética, generando la conformación de una importante cadena agroindustrial para la provisión de semilla, acompañada por la generación de algunos programas nacionales de mejoramiento genético.
“Nuestro país es históricamente deficitario en semilla de alfalfa”, dijo el Ing. Carlos Moschetti, especialista de amplia trayectoria en el sector.
El VBRC cuenta con excelentes condiciones agroecológicas para la producción de semilla de esta forrajera, que se ha consolidado mediante la instalación de empresas productoras, infraestructura de procesamiento y presencia de organismos de control. Junto a otras organizaciones y empresarios, la Estación Experimental Agropecuaria Hilario Ascasubi del INTA orientó, consolidó y sostuvo desde sus inicios a esta actividad productiva.
La alfalfa es una leguminosa con flores especializadas, cuya producción de semilla depende de la polinización facilitada por insectos; entomófila. Los polinizadores, que se alimentan con el néctar y el polen, desencadenan el proceso de desenlace floral, que promueve la polinización, posterior cuajado y formación de semillas.
“Cuando comenzaron a diferenciarse los cultivos de alfalfa destinados a la cosecha de semilla, se encontró que existían marcadas diferencias en el impacto de los diferentes agentes empleados como polinizadores”, sostuvo Moschetti.
Se observó que la abeja doméstica, que era la utilizada, resultaba poco efectiva. En una visita realizada a Chile a principios de los 70, Moschetti observó que, con el apoyo de expertos extranjeros, se estaban comenzando a emplear polinizadores especializados, con los que se alcanzaban rendimientos cercanos a una tonelada por hectárea; esto es, seis veces superior a los rendi
Enrique Martínez (izq.) y Carlos Moschetti.
mientos actuales de semilla en el VBRC.
La abeja cortadora de hojas, megachile (Megachile rotundata Fabricius), un insecto himenóptero originario de Eurasia, se alimenta con polen y néctar
El Ing. Carlos Coito, quien es uno de los pioneros nacionales en el uso de megachiles, se ha mantenido en el ramo durante las últimas tres décadas.
Su empresa, Southern Seeds SA, con asiento en Pedro Luro, se especializa en la producción de semilla de alfalfa. Luego de acumular una vasta experiencia, es el único productor que ha logrado estabilizar el tamaño de las poblaciones que dispone para su actividad comercial.
Cuenta con cámaras de frío para mantener las larvas de megachiles en día pausa, evitando también el ataque de parásitos. Luego de ello, al comienzo de la primavera incuba las celdas, para liberarlos en domicilios
de las flores. Ovipone dentro de galerías previamente perforadas en los troncos u otros materiales conformando nidos cilíndricos, protegidos con recortes de hojas. Los nidos llegan a medir diez centímetros, alojados en el campo cuando comienza el nacimiento de los nuevos adultos, justo en coincidencia con la apertura de las flores.
La labor polinizadora de los megachiles es extremadamente activa y se concentra en un radio muy próximo a los domicilios, donde claramente se observa que se acelera el avance del cuaje de los frutos.
Durante los primeros años del siglo, Coito importó más de 70 millones de individuos, en diversas circunstancias productivas, con la intención de sostener su producción local.
El aprendizaje en acción ha permitido que se haya estabilizado con un tamaño poblacional de unos cuentan con unas ocho celdas en las que deposita un huevo destinado a originar un nuevo individuo de la siguiente generación.
Debido a su escasa capacidad de vuelo, la alimentación del megachile se concentra dentro del cultivo donde ha sido liberado. Como ventaja, este polinizador puede ser almacenado como pupa para liberarse luego en los cultivos para semillas.
El agrónomo Enrique (Yoyo) Martínez dijo que, durante 1971-1979 y en conjunto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el INTA desarrolló un proyecto destinado a fortalecer la siete millones de individuos que recupera en cada ciclo, capaces de polinizar poco más de una décima parte de la superficie local de este cultivo.
Dada la imposibilidad de incrementar el área beneficiada con este polinizador, junto a otros potenciales usuarios gestionaron permisos de importación que, a partir de 2010, han sido sistemáticamente denegados por los organismos de vigilancia ambiental. Si bien el Senasa está en condiciones de realizar la cuarentena que permita certificar la sanidad de los materiales que se ingresen, las dominantes posturas preventivas para la introducción de fauna a nivel nacional la han desalentado. productividad del cultivo de la alfalfa en Argentina.
Con la dirección del Dr. William P. Stephen, de la Oregon University (EE. UU.), el proyecto apuntó al manejo de agentes polinizadores para la producción de semilla. También se capacitaron profesionales y
“La dinamización de la cadena de semilla de alfalfa podría brindar sólidos beneficios para la agricultura nacional”, expresa el Dr. Miguel Cantamutto, director del INTA Hilario Ascasubi.
Dada la ausencia del autoabastecimiento, anualmente se importan unos dos millones de kilos de semilla desde diferentes orígenes. Aunque se cumplan los protocolos internacionales de pureza, esta masiva importación de simiente conlleva el riesgo implícito de ingresar semillas de malezas peligrosas u otros contaminantes indeseados.
“La producción nacional de semilla de alfalfa reduciría esos riesgos y generaría una importante inyección de recursos económicos para los productores de Argentina”, aseguró el Dr. Cantamutto. productores del valle bonaerense del río Colorado. Se realizaron, al menos, media docena de viajes técnicos con profesionales y productores a centros de excelencia del exterior.
En los EE.UU, Canadá y otras regiones productoras, el rendimiento de los cultivos de semilla de alfalfa se potencia con el empleo del megachile. Este polinizador especializado se introdujo desde Eurasia en forma intencional, con el fin de alcanzar altos niveles de producción y hacer económicamente viable el cultivo para semilla en América del Norte. Allí se desarrollaron las técnicas para el manejo artificial del agente benéfico, orientado a capitalizar en semilla de alfalfa todo su potencial polinizador.
Canadá es uno de los pocos países que cuenta con condiciones agroecológicas adecuadas para la multiplicación de megachiles. Allí completan su ciclo reproductivo, logran multiplicarse y el tamaño efectivo las poblaciones puede ser incrementado en cada ciclo anual. Por el contrario, en otras latitudes como las que predominan en la Argentina, debido a que se desajusta la sincronización estacional del ciclo reproductivo, raramente se logra recuperar, al final de la estación, el número de individuos liberados al inicio de la estación.
Merced a los promisorios resultados iniciales, a poco de iniciado el proyecto se comenzaron a importar celdas de megachiles. Las primeras experiencias nacionales comprendieron regiones de Río Negro y Santiago del Estero, además del valle local. Las importaciones se robustecieron en los 80, cuando empresas nacionales, cooperativas de productores y otros organismos, como la Corporación de Fomento del río Colorado (Corfo), también participaron de la creciente importación de este agente benéfico.
De la importación de celdas de megachiles participarón Cargill (Salta); Dekalb (Mendoza); Cooperativa Prosemcoop (Ascasubi); Cooperativa Produsem (Pergamino); Carlos Coito (Pedro Luro); Kent Carpenter (Canadá) y Palo Verde (Ascasubi).
El aumento de rendimiento con este polinizador mejora la rentabilidad de los cultivos para semilla y podría captar el interés de nuevos productores.