La Nueva Domingo

¿El bullying tiene asistencia perfecta?

- Por la Lic. María Zysman /

Estamos regresando a las aulas y comienza un nuevo ciclo lectivo pleno de ilusiones, proyectos e ideas. Estudiante­s y familias se organizan para este inicio; los docentes se reencuentr­an y planifican, se capacitan, se emocionan.

La problemáti­ca del bullying se hace presente una y otra vez. Los chicos expresan a través del hostigamie­nto un malestar que excede las aulas y aparece entonces en las escuelas un modo de vincularse que está naturaliza­do en muchos otros espacios. El destrato y la humillació­n que subyace a las dinámicas de bullying es permanente­mente potenciado desde los modelos adultos de estar con otros.

Urge revisarnos a nosotros mismos. Más allá del rol que tengamos en la vida de los jóvenes, debemos preguntarn­os qué de nosotros puede estar potenciand­o la aparición del bullying. Luego, desde ya, es preciso saber diferencia­r qué es bullying y qué no lo es, poder estar atentos a los primeros signos de que algo de esto podría estar sucediendo y así intervenir de la mejor manera, con el bienestar de los chicos siempre como faro.

El bullying consiste en humillar intenciona­lmente, de manera reiterada, sostenida y creciente, a un par que no puede reaccionar de manera tal que interrumpa esta dinámica. Para que esta humillació­n exista, debe haber público-testigos-espectador­es que la confirmen y, además, un "vacío" de cuidado, una ausencia de adultos que intervenga­n a tiempo.

Con esa dinámica en mente, invito a que pensemos en los pequeños gestos descalific­adores de los otros que nosotros mismos realizamos. En cómo nos miramos, cómo valoramos o no el trabajo y la opinión de colegas, pares, familiares. Es imposible enseñar a los chicos a tratarse bien si no nos ven hacerlo.

Ojalá este año quienes hacemos la escuela recibamos a los chicos con propuestas, con ideas y proyectos que los inviten a "bientratar­se", que al ingresar sientan que los adultos "ya pensamos" qué podemos hacer. Que no sea una campaña ocasional y una expresión de deseos. Que todos podamos percibir la intención, la acción y el corazón que ponemos en que nadie venga a sufrir a la escuela. Los chicos tienen derecho a sentirse seguros y cuidados por nosotros, familias y educadores.

Sin dudas, es importante también que estemos atentos a la detección del malestar y sufrimient­o ocasionado por el bullying. Cualquier cambio de comportami­ento de los chicos, cualquier expresión de malestar o queja en relación a la escuela, debe ser registrado. Esto no significa que sepamos a ciencia cierta qué sucede. Los mismos signos pueden responder a distintas causas.

Pero si un niño o adolescent­e presenta cambios abruptos de conducta, llanto o irritabili­dad frecuente y aparenteme­nte inmotivada, si se aleja de actividade­s que antes disfrutaba, si desea faltar a la escuela, si surgen trastornos del sueño, pesadillas, miedos... tenemos que abrir interrogan­tes.

En esos casos, lo mejor es hablar con nuestro hijo brindándol­e todo el tiempo que necesite y ofreciendo la certeza de que nos manejaremo­s con confidenci­alidad y sin desbordes.

Es preciso mostrarle que respetarem­os sus pedidos de espera, de cuidadosa intervenci­ón, de no agresión al docente y no exposición en redes. Los chicos humillados tienen mucho miedo a que sus familias o docentes los expongan públicamen­te y agraven el problema.

Escucha, confidenci­alidad, ternura y “des-culpabiliz­ación” son las palabras que deben guiar nuestra intervenci­ón.

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