La Nueva Domingo

Ulloa: “Cuando perseguís una leyenda cruzás un umbral fantástico”

El autor de Vidas paralelas hace un recorrido por el libro que acaba de presentar la Editorial Sudamerica­na.

- Fernando Monacelli fmonacelli@lanueva.com

Roberto Ulloa está en Miramar, en una playa entre dos acantilado­s que recortan la costa entre Chapadmala­l y Mar del Sur. Es temprano y apenas un puñado de surfers corren olas en Maui (así se llama el parador) donde se da la conversaci­ón con este cronista, mate de por medio. El tema, su libro, Vidas paralelas, presentado por Editorial Sudamerica­na (Penguin Random House) en febrero de este año, cuya primera edición se agotó en dos semanas.

-Este es el escenario donde transcurre “La promesa” (una de las historias, donde el mar está presente, pero también el infierno, José Hernández y Sarmiento)dice el autor señalando al acantilado.

-¿Qué tienen en común las once historias que componen Vidas paralelas? Además del mar digo.

-Y sí, el mar es el escenario de todos los relatos; en ocasiones está implícito, pero en la mayoría de estas historias el mar enmarca a la trama y la encierra. También los libros están presentes, condiciona­ndo las decisiones de los protagonis­tas sin que estos se den cuenta, como nos suele suceder a todos. Pero quizás lo común sea (y esto no fue parte de un plan) que los personajes tratan de darle sentido a sus vidas relegando un poco su destino personal por algo que creen que es más grande que ellos.

-¿Cierta épica decís?

-Claro, pero no creo que los personajes se vean como héroes aunque tengan vidas peligrosas e inciertas, sobre todo para los parámetros de este siglo. Más bien sienten curiosidad por ver que hay más allá del horizonte, no se contentan solo con cumplir el mandato que se esperaba de ellos. ¿Cómo terminó el ruso finlandés Iwan Iwanowsky

en la Isla de los Estados o qué llevó al corsario Bouchard a morir en el desierto de Nasca? Hay un llamado a partir que es muy fuerte y al cual los protagonis­tas responden.

-¿A Iwanowsky lo seguiste hasta la Isla de los Estados y a Bouchard al desierto de Nasca no?

-Fueron dos aventuras increíbles con mis hijos. La Isla de los Estados es un lugar mágico y salvaje y seguir las huellas del presidiari­o Iwanowsky demandó tres semanas a bordo del velero Galileo con una gran tripulació­n. Y fijate vos que siendo la isla un escenario tan distinto al desierto peruano (donde está la cripta de Bouchard), los dos se parecen en que son espacios más propios de la ficción que de la realidad y donde el hombre enfrenta al destino en soledad. Cuando perseguís una leyenda cruzas un umbral fantástico.

-El lector encontrará bastantes huellas del autor en Vidas paralelas...

-Demasiadas (risas), pero supongo que siempre es así. Uno cuenta historias porque lo movilizan y porque cree en ellas. El mar me atrajo desde muy chico, cuando acompañé a mi padre a la Antártida. Tenía trece años y en ese viaje descubrí la cultura marinera, donde no faltan la aventura y las islas, pero que trata sobre todo de una vida de servicio y de camaraderí­a. Que tiene cierta aspereza y está eso de zarpar una y otra vez, de no aferrarse a las rutinas ni a lo seguro. Por otra parte, mi vida está llena de libros, no importa donde vaya, nunca faltan en mi mochila. Y todo eso se refleja en el libro.

-Ya que lo mencionast­e, hay una historia sobre tu padre en Vidas paralelas.

-Sí, la que abre el libro; se llama Los jinetes y es una historia muy corta y simple. El viejo me la contó ya de grande. El tema esencial quizás sea como a veces nuestro destino se define en un cruce de caminos. Y en ese instante operan el azar y la actitud. Era una historia que le gustaba mucho.

-¿El influyó en que fueras marino?

-Siempre dije que no y la verdad es que nunca me insistió para que siguiera sus aguas, pero a veces pienso que cuando me propuso acompañarl­o a la Antártida sabía que me hacia una oferta que no podía rechazar (risas).

-Las Islas Malvinas también están presentes en tu libro. ¿Tiene algo que ver con ser veterano de guerra?

-Malvinas fue una experienci­a de vida donde nos tocó probarnos y eso siempre es fuerte; en mi caso me sirvió para identifica­r en forma definitiva cuales debían ser mis prioridade­s como marino. En el libro nuestras islas son el escenario de la vida de un hombre (El rastro de Santiago) que debió haberse perdido para siempre porque la historia no lo incluyó, pero quedaron algunos brevísimos registros en los márgenes.

-¿Tu personaje favorito de Vidas paralelas?

-Que buena pregunta; la verdad es que todos los personajes me atrajeron. No quiero ser injusto con Galileo ni con Victoria Ocampo, pero supongo que me gustaría comer un asado con el ballenero George Morgan (La Fuga de Iwan Iwanowsky) quien pudo haber sido tripulante del Pequod de Moby Dick. También con el padre francés Joseph Marie Amiot (El otro jesuita) que tradujo a Sun Tzu y con Frank Meadows Sutcliffe (La agonía de la Dmitry) un fotógrafo inglés que, sin saberlo, participó de una de las historias de terror gótico más conocidas de la literatura.

-Al fin y al cabo uno escribe por amor decís en el prólogo de tu libro. ¿Vas a seguir escribiend­o?

-Es la mejor causa o quizás la única(risas), así que mientras tenga buenas historias para contar no hay alternativ­as.

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ARCHIVO LA NUEVA. ROBERTO ULLOA ha escrito un “libro inolvidabl­e”.
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