La Nueva Domingo

Incendios en la Patagonia andina: por qué los expertos prevén cada vez más fuego

Los especialis­tas aseguran que podrían multiplica­rse durante los próximos años por el cambio climático, que generó menos precipitac­iones y mayor temperatur­a.

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“Si yo dijera ‘quiero que estos bosques no se quemen’, tengo que empezar a pensar de acá a 100 años”, aseguró Juan Gowda, investigad­or del Conicet.

La frecuencia de los incendios forestales en la región andinopata­gónica de Chile y Argentina, como los que afectaron en las últimas semanas al Parque Nacional Los Alerces y al brazo Tristeza del Nahuel Huapi, se ha incrementa­do sensibleme­nte en las últimas décadas y podrían varias veces durante los próximos años por acción del cambio climático, según especialis­tas que se dedican a investigar el tema. Sin embargo, existen miradas complement­arias -quizás más “optimistas”de más corto plazo, que proponen la aplicación de políticas centradas en el manejo de los bosques como recurso para aminorar la propagació­n de los fuegos.

“En las últimas décadas los fuegos se están haciendo de mayor tamaño, de mayor severidad; se produce más mortalidad de árboles, es decir, el fuego es más intenso, y (los incendios) se están produciend­o en forma más frecuente”, advirtió en diálogo con Télam Thomas Kitzberger, biólogo especializ­ado en Ambiente, Conservaci­ón y Sustentabi­lidad.

El investigad­or superior del Conicet señaló que “si antes teníamos incendios grandes cada 20 años, ahora estamos teniendo incendios grandes tres o cuatro veces por década, es decir que estamos notando ya ciertas tendencias a que el sistema está cambiando”.

Este aumento se da mientras se registran cambios en el clima de la región.

“Hay una tendencia en Patagonia Norte de una de- secación, una disminució­n en las precipitac­iones desde los últimos 40 o 50 años, junto con marcados aumentos de la temperatur­a como el que se experiment­aron este verano, en el que el termómetro superó los 35 grados y estableció el 24 de enero un nuevo récord de temperatur­a para Bariloche”, mencionó.

Junto a esta correlació­n de factores observable­s, destacó el especialis­ta, “y como un trabajo de investigac­ión más riguroso”, el uso de modelos “entrenados”, con informació­n sobre incendios del pasado y proyectado­s a las condicione­s del futuro que predicen los climatólog­os, ha arrojado “resultados bastante sorprenden­tes por su magnitud”.

“Básicament­e, lo que nos está diciendo ese modelo es que para mediados del siglo XXI, de acá a 25 o 30 años, las probabilid­ades de incendios se van a multiplica­r por dos o por tres, y para fines del siglo XXI se van a multiplica­r por seis o siete”, previó.

Según Kitzberger, “hay que comprender cuál es la naturaleza del incendio, que requiere de tres condimento­s: uno es la biomasa que debe haber para quemar. El segundo es que tiene que estar la condición climática para que se queme (el combustibl­e tiene que estar seco), y el tercer condimento es que tiene que haber una fuente de ignición”.

“En los bosques de la Patagonia "tenemos muchísima biomasa ahora, porque hemos pasado períodos de baja cantidad de incendios, mientras que lo que muestra el modelo es que los combustibl­es van a estar secos más frecuentem­ente”, analizó.

En relación a ese tercer condimento, Kitzberger notó que otra de las consecuenc­ias del cambio climático en la región es el aumento de las tormentas eléctricas y dijo que “cada vez tenemos más cantidad de incendios por rayos”.

Sin embargo, aclaró, aún “el 95% de las igniciones son igniciones humanas, que pueden ser accidental­es o también pueden ser provocadas”, por lo que planteó que “nosotros como una sociedad organizada podemos modificar la ocurrencia de los incenmulti­plicarse

dios a través de las igniciones”.

Pesimismo

Esta visión “pesimista” de los incendios de cara al largo plazo se contrarres­ta de alguna manera con la que plantea el especialis­ta en monitoreo y manejo de bosque nativo Juan Gowda, investigad­or adjunto del Conicet y compañero de trabajo de Kitzberger en el Instituto de Investigac­iones en Biodiversi­dad y Medioambie­nte (Inibioma).

“Yo soy ingeniero forestal de base y para mí el manejo lo es todo”, subrayó Gowda en un reportaje con Télam, y dijo ser “optimista en cuanto a que veo que tenemos el doble bosque que antes y que tenemos las herramient­as legales para manejar estos bosques, aunque no las estamos implementa­ndo”.

La Ley de Bosque Nativo, sancionada en 2007, “permitiría manejar los bosques”, a diferencia de simplement­e “usarlos”: “Manejo es tanto conservaci­ón como restauraci­ón como extracción”, aclaró.

“Si yo dijera ‘quiero que estos bosques no se quemen’, tengo que empezar a pensar de acá a 100 años cómo hago para bajar su combustibi­lidad”, definió.

Si bien reconoce que la acción temprana de combate del fuego “es lo que mejor viene funcionand­o hasta ahora, es decir, en cuanto hay un foco ir a apagarlo”, según Gowda esta labor “no está complement­ada por una visión a nivel de sociedad de que tenemos que manejar estos bosques para reducir el riesgo de que se quemen”.

En esta línea dijo que hoy en día “no se está haciendo retiro de combustibl­es como medida de manejo, no hay un plan de manejo del fuego a pesar de que hay una ley de manejo de fuego que apunte a una reducción paulatina del combustibl­e”.

Los investigad­ores coinciden en que la problemáti­ca de los incendios es multidimen­sional, dado que inciden el factor climático, el biológico y el social (este último vinculado a las motivacion­es que tienen las personas para prender un incendio o los comportami­entos que llevan a producir incendios accidental­es).

E incluso, ésta última dimensión es “multivaria­da”, ya que se cruzan desde el aumento exponencia­l de turistas en zonas boscosas a intereses económicos, pobladores desaprensi­vos o líneas eléctricas que están en mal estado y que producen chispazos.

Por eso, responsabi­lizar “al culpable, al que prendió, el que puso el fósforo, es algo muy simplista”, señaló Gowda, aunque sostuvo que el rol del ser humano es determinan­te “en distintas escalas”.

En este sentido, puso como ejemplo la duplicació­n de la superficie boscosa que se produjo por acción del hombre en la zona de Bariloche desde principios de siglo XX, luego de las quemas de árboles que hacían los colonos para extender sus pasturas, acción que llevó a un actual incremento de biomasa o combustibl­e.

“Imagínate si vos vivís en una cajita de fósforos, el problema principal es que vivís en una caja de fósforos”, comparó: “Puede ser un pucho, una botella, cualquier otra cosa. Las condicione­s están dadas para que se queme”.

Por este mismo contexto, Kitzberger pone el foco en “lo que se viene ahora, que es un efecto opuesto: tenemos muchísima biomasa producto de ese aumento de la cantidad de bosques, esa biomasa está bajo cambio climático, está lista para quemarse, tenemos muchas fuentes de ignición, y eso es lo que yo pienso que puede llegar a pasar en el futuro”.

El 95 por ciento de las igniciones son igniciones humanas, que pueden ser accidental­es o también pueden ser provocadas.

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FOTOS: TÉLAM

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