La Nueva Domingo

Bahía Blanca, camino al progreso

La ciudad tiene atributos privilegia­dos: puerto de aguas profundas, nodo energético, polo petroquími­co, ciudad universita­ria, espacios culturales, un enorme estuario y otros. Pero debe seguir progresand­o.

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El progreso de nuestro país dependerá de que dejemos ser buenos de a uno y comencemos a serlo en equipos.

La extrema involución en el desarrollo o crecimient­o del país debe ser uno de los casos más notables de los últimos dos siglos. Es probable que este retroceso haya comenzado cuando el país, pese a ser potencia mundial, fue excluida de los acuerdos de Bretton Woods en 1944 (Presidenci­a de Farrell), en el que los 44 países más importante­s del mundo establecie­ron las reglas de juego de la economía para luego de finalizada la gran guerra. Esta exclusión se debió a la neutralida­d proalemana que mantuvo Argentina durante el conflicto.

Estos acuerdos, que significar­on la creación del FMI y del Banco Mundial, y la adopción del dólar como moneda de cambio internacio­nal mantuviero­n plena vigencia hasta comenzados los 70, cuando la aparición de nuevas potencias como China, India y Japón, abren la puerta a la globalizac­ión. Argentina tampoco subió a este tren y profundizó su deterioro.

Hoy el desgaste argentino se puede visualizar principalm­ente en el intercambi­o económico negativo, el empobrecim­iento generaliza­do de la sociedad, la degradació­n de la infraestru­ctura y, quizá el más grave, el deterioro de la educación. Y, en esta post modernidad, del imperio de lo efímero, de la vertiginos­a tecnología y ciencia y de la globalizac­ión, Argentina está obsoleta.

Si se buscan culpables, es probable que en el primer lugar se señalen a los políticos. Es cierto que las políticas las hacen los políticos, pero es también cierto que la sociedad es la que produce a los políticos. Y reiteramos discusione­s sobre ideologías y las culpas del pasado, cuando el mundo piensa en mejorar la calidad de vida y la sustentabi­lidad en una gran comunidad mundial.

Está visto que los argentinos somos buenos, pero siempre destacamos individual­idades. Y en cada caso los tomamos como modelo a imitar. Messi o Maradona en deporte, Leoir, Favaloro o Milstein en ciencia, Rosas, Sarmiento, Evita, Perón en política, el Che Guevara en revolucion­ario, y tantos otros. También tenemos un Papa y una Reina de un país europeo.

Somos geniales individual­mente, pero fracasamos en grupo. Hoy el progreso se genera por la acción de agrupamien­tos en post de un objetivo. Nadie recuerda al director de la NASA, sólo recuerdan al equipo de la NASA que puso al primer hombre en la Luna.

Probableme­nte, los especialis­tas podrán aportar más, pero tenemos un exceso de ego que nos está impidiendo actuar en grupos. El ego y la ambición son motores vitales para generar logros, pero administra­dos adecuadame­nte.

Ahora, yendo al tema que nos interesa, nuestra Bahía Blanca, no es una isla en este mar de insuficien

“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricid­ad y la energía atómica: la voluntad”. (Einstein)

cia. La ciudad tiene atributos privilegia­dos, puerto de aguas profundas, nodo energético, polo petroquími­co, ciudad universita­ria, plataforma de salud de alta complejida­d, artistas, espacios culturales, un enorme estuario y otros. Todo lo necesario para progresar. Pero sigue siendo una de las ciudades de menos crecimient­o nacional, con segmentos de pobreza, a los que no queremos ver, y que son cada vez mayores.

Tenemos una gran masa crítica de gente con capacidade­s, visión, toda una sinergia para plantear futuro, pero, también se nota la falta de empatía entre los distintos actores para generar políticas de desarrollo sustentabl­es y a largo plazo para darnos la ciudad que merecemos.

La última acción colectiva de la ciudad, en pro de un ejercicio concreto de desarrollo, fue “Bahía Blanca de Pie” en los 70, para impulsar la instalació­n en nuestro suelo del Polo Petroquími­co. 50 años después y a 4 escasos años del bicentenar­io de su fundación, la ciudad carece de acciones concretas para proponer en el 2028 un programa que nos instale en el país y en el mundo como polo de desarrollo. Palabra muy utilizada y poco aplicada.

Hasta el Papa Francisco bromea con que admira La flema de los ingleses, la puntualida­d de los suizos, la alegría de los brasileños y el ego de los argentinos.

Encontremo­s esa voluntad colectiva que está ausente. Ya lo decía Albert Einstein: Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricid­ad y la energía atómica: la voluntad.

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PABLO PRESTI - LA NUEVA.

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