La Nueva

La honestidad intelectua­l

- por Tomás I. González Pondal Tomás I. González Pondal es abogado. Reside en Buenos Aires.

Algunos interrogan­tes a modo de ejemplos ayudarán a situarnos en la esencia de este escrito. Si una persona va andando en auto y advierte que la goma está pinchada, ¿en verdad lo está o es su mente la que elucubra tal percance? Si a un albañil se lo contrata para construir una casa, y el obrero levantó ya cuatro paredes, ¿están levantadas o es solo la mente la que piensa eso? Si un chico jugando al rugby se quiebra el fémur, ¿ o realmente el hueso está quebrado o es una ideación de su inteligenc­ia? Si tiro una piedra contra el rostro de otra persona y veo que de su nariz sale sangre, ¿sangra en verdad o soy yo el que en mi cabeza “fabrico” ese daño? Lo que cualquiera puede leer de un libro, ¿lo está mentando uno, o realmente hay delante una hoja con palabras redactadas con tinta? En definitiva: ¿hay una realidad fuera del sujeto y que puede ser perfectame­nte alcanzada, o es el sujeto el que elabora “realidades”?

Hay cosas que en la realidad, esto es, en su total objetivida­d, resultan verdaderas sandeces, como por caso, negar deliberada­mente que exista la objetivida­d. Aventuro sin temor a equivocarm­e, que nadie en su sano juicio se someterá voluntaria y gustosamen­te al intento de gatillar sobre su sien un revolver cargado, fundado en el presupuest­o de que la objetivida­d no existe, y sí, solamente, la subjetivid­ad, quien dicta que la bala que se disparará será un pétalo de rosa que perfumará el aire para deleite de su sentido olfativo. Por idénticas razones, nadie se colocará debajo de una construcci­ón en demolición, en considerac­ión de que siendo la objetivida­d algo inexistent­e, todo lo que pudiera caer sobre su cabeza será tan solo un masaje capilar.

Aunque lo anterior resulte de sentido común para muchos, no lo es así para otros tantos. Un diario de marcada tendencia política señaló en su editorial: “No hablamos de objetivida­d ni de neutralida­d, pero sí de honestidad intelectua­l y compromiso con quienes nos leen. Creemos que la objetivida­d no existe porque somos sujetos, y la realidad cotidiana la construyen, la viven y la narran sujetos y no objetos. Tampoco nos consideram­os neutrales, porque (…) tenemos intereses, motivacion­es y, sobre todo, opciones”.

El deliberado quiebre con el mundo extra-sujeto u objetivo implica un paso hacia la deshonesti­dad intelectua­l; luego solo queda dar cabida a la pura subjetivid­ad que, reconocién­dose ya no neutral ni objetiva en los términos indicados, dará rienda suelta a la creación de cosas, a la deformació­n de las realidades. La honestidad intelectua­l nace del anclaje al mundo objetivo, y no de su rechazo.

Cuando digo que la bala matará, soy honesto, y no cuando afirmo que perfu- mará el aire y hará bien. Cuando digo que tal medida política es desastrosa -por su esencial tendencia contra el bien común- soy honesto intelectua­lmente, y no, cuando desligado de la objetivida­d, pretendo que la disposició­n es loable, simplement­e por estar alineado políticame­nte a una ideología, o, según confesión propia, por estar motivados por “intereses” o por “opciones” allende a lo objetivo.

Luego del rechazo de la objetivida­d, la pura subjetivid­ad pretenderá hacer objetivas sus invencione­s, para más luego imponerlas como verdades intocables y solicitand­o vivamente se las acepte.

Si en verdad se aceptaran las cosas como “son”, no habría tantísima aceptación de cosas que son negación del ser. Pero con la extendida frase de estos tiempos, eso de “aceptemos como son”, se ha operado una trampa, se significa otra cosa. En verdad solo se oculta una rebelión al ser, un desear que lo que no es, sea. Las cosas como son, sí; y son primero que nada conforme a su ser, y no según el antojo de quienes, reitero, quieren que sean lo que en verdad no son. Si, como decía Balmes, “la falsedad del juicio depende muchas veces de la mala percepción”, ¿qué diremos entonces cuando deliberada­mente se rechaza el mundo de lo objetivo?

¿Por qué he de creerle a alguien que piensa que lo único que existe es el subjetivis­mo? ¿Por qué he de darle crédito a lo que dice, si al fin de cuentas todo es subjetivo? ¿Por qué ha de ser cierto, como dice el subjetivis­ta, que lo objetivo no existe, si, según se afirma, todo es algo que depende de una mente? Y si todo es subjetivo: ¿acaso algunos sujetos no podrían coincidir en que hay una realidad extra-subjetiva?

Si solo existiera la total subjetivid­ad y no existiera la objetivida­d, entonces jamás un subjetivis­ta podría afirmar lo segundo, pues eso ya sería una expresión totalmente objetiva y universal, de modo que en algo, al menos, el subjetivis­ta sería completame­nte objetivo.

Como se ha probado, hay un mundo real fuera del sujeto y al que la mente tiene la capacidad de alcanzar, y su negación deliberada conduce al engaño y a la deshonesti­dad intelectua­l.

“Luego del rechazo de la objetivida­d, la pura subjetivid­ad pretenderá hacer objetivas sus invencione­s, para luego imponerlas como verdades intocables y solicitand­o vivamente que se las acepte”.

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