El estadio que no supimos conseguir
EL PRIMER día de julio, este diario evocó los diez años del anuncio que abriría una de las discusiones más singulares, abarcativas y llamativas de la ciudad.
OCURRIÓ CUANDO
el gobernador Felipe Solá prometió aportar el dinero necesario para construir un estadio polideportivo, a caballo del entusiasmo despertado por el bahiense Emanuel Ginóbili, luego de ser parte de la obtención del segundo título de la NBA.
LA NOTICIA fue recibida con beneplácito -palabra amigable si las hay- por los bahienses, que no imaginaban las formas que tomaría el anuncio.
PARA AGREGARLE un condimento especial, a los dichos de Solá se sumó, un tiempo después, el presidente Néstor Kirchner, quien comprometió también su ayuda con la condición de que el proyecto “fuera más ambicioso”.
EL “ESTADIO Ginóbili”, tal cual se lo conoció, más allá de que el dinero sería aportado por el Estado -municipal, provincial y nacional-, ingresó luego en una acalorada discusión sobre a) si era prioritario, b) si Ginóbili (su fundación) pondría o no dinero, c) su ubicación más conveniente.
LUEGO FUERON apareciendo en escena otros condimentos. La propuesta de emplazarlo en una cava sobre la avenida Cabrera versus otra sobre el Camino parque Sesquicentenario, apoyada cada una por unos y otros, polarizó la discusión, impulsada por intereses personales, políticos y urbanos.
UNAS POCAS semanas bastaron para entender que la cuestión había resignado su dimensión deportiva-social para convertirse en política, que servía a algunos como bandera, que molestaba a otros, que establecía curiosas pulseadas ajenas.
EL TIEMPO fue transcurriendo, Solá terminó su mandato, Kirchner el suyo, las promesas se diluyeron, los compromisos se olvidaron, lo que se escribió con la mano se borró con el codo y a las palabras se las llevó el viento.
GINÓBILI SIGUIÓ ganado anillos, pero el fustigado estadio cayó en el olvido.
A DIEZ años del anuncio, la cava sigue siendo cava. La ciudad sigue sin contar con un estadio adecuado a los nuevos tiempos y aquel dinero, que tenía como exigencia servir a una obra deportiva, terminó sirviendo, según se dice, para construir un hermoso estadio en Morón.
LOS BAHIENSES se quedaron con las manos vacías, presos acaso de su propia idiosincrasia.
La concreción del estadio polideportivo quedará como una de las tantas cuentas pendientes de la política bahiense.