Azurduy por Colón, el pase del día
Sale Cristóbal Colón, entra Juana Azurduy. Es lo que ocurrirá esta tarde en el Patio de Ceremonias de la Casa Rosada, cuando se inaugure la estatua de la guerrera de la Independencia en el mismo sitial donde estaba el navegante genovés, hoy replegado casi a escondidas en un rincón de la Costanera porteña. En ese playón ubicado de cara al río y espaldas de la sede gubernamental, que precisamente se llamaba Plaza Colón, reinará desde hoy la luchadora norteña a la que Cristina Fernández le otorgó en 2009 el grado de generala post mórtem del Ejército Argentino.
Al acto de esta tarde, que será emitido por cadena nacional, asistirá entre otros invitados el presidente boliviano Evo Morales, quien tiempo atrás decidió donar la escultura de Azurduy al Gobierno argentino. El presidente del país vecino puso el millón de dólares que costó la obra del artista plástico porteño Andrés Zerneri. Fue depositada en el mismo pedestal que sostenía la estatua de Colón, aunque a diferencia del descubridor de América, que miraba hacia el río, Azurduy mirará directamente hacia la Casa Rosada, casi a la altura del despacho presidencial, con sus 26 metros de alto.
Cristina verá cumplido de esta manera y con magna ceremonia su gran capricho de los últimos años. De ese modo quedará saldada la "deuda moral" que ella confesó cierta vez que tenía con el bolivariano Hugo Chávez. La adquirió impensadamente aquella mañana, también de 2009, cuando durante una de sus tantas visitas al país, mientras ambos conversaban en el despacho presidencial del primer piso, Chávez descorrió la cortina de uno de los ventanales que dan a la explanada trasera y le preguntó más o menos así, según confidentes de la época, señalando con el índice la estatua de Colón: "¿Qué hace ese genocida allí? ¡¡Tienes que poner a Eva (Perón), a Juana (Azurduy)!!", le recomendó en su célebre y vehemente tono.
Cristina ya tenía un cuadro de la mujer nacida en Chuquisaca que, con el grado de coronel, luchó junto a Manuel Belgrano y fue colaboradora de los gauchos de Martín Miguel de Güemes. Pero tomó el desafío de su amigo bolivariano y fue por más, fiel a su estilo. Prometió que bajaría al almirante de su pedestal y lo desterraría a la Costanera, lo que le valió hasta batallas judiciales con el Gobierno de Mauricio Macri y el repudio de toda la colectividad italiana en la Argentina, que hasta con abrazos simbólicos al predio donde se erigía la estatua buscó vanamente evitar el desguace del mármol y su posterior traslado, que se concretó finalmente la semana pasada.
Evo, el amigo dilecto de Cristina y Hugo en aquellas tantas reuniones allí donde los encontrase una cumbre de la región, terció en el desafío y ayudó a cumplir el capricho, y la promesa de la doctora, con el aporte de fondos estatales para concretar la obra y ponerla en su lugar.
Casualidades del destino o puntillosidad cristiniana, Azurduy subirá al pedestal cuando el calendario marca 15 de julio. El mismo día, pero de 1921, que fue inaugurada y colocada en el lugar la estatua de Colón tallada por el escultor florentino Arnoldo Zocchi y donada por el pueblo italiano a la Argentina para que permaneciese allí "para siempre". No podrá ser. Macri perdió la batalla judicial contra Cristina pese que el planteo ante los tribunales reconocía un dato fundamental, como que esos terrenos no pertenecen a la Nación sino al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que debeía haber autorizado el traslado de la estatua a la Costanera donde hoy se encuentra, un paso que obviamente el ingeniero no estaba dispuesto a dar.
Cristina pudo más y hoy podrá cumplir con aquella promesa que le hizo a su privilegiado amigo bolivariano. Evo será testigo.
Al acto de esta tarde, que será emitido por cadena, asistirá el presidente boliviano Evo Morales, quien decidió donar la escultura al Gobierno argentino.