Sudáfrica asesta un duro golpe
Pese a que el Tribunal Penal Internacional, que fuera creado en 2002, ha ordenado expresamente su detención para investigar los aberrantes crímenes de lesa humanidad cometidos en la región de Darfur de los que el presidente de la teocracia de Sudán, Omar al-Bashir, puede ser responsable, éste ha podido eludir constantemente su captura por espacio de seis largos años.
Ocurre que, pese a todo, viaja constantemente por África, cuyos jefes de Estado no cooperan con el tribunal internacional y hacen caso omiso de su decisión de juzgar a al-Bashir, uno de los suyos. Le permiten entrar y salir con total impunidad. Sin intentar detenerlo, en modo alguno. Como si no hubiese orden alguna en su contra. Actitud que no sólo debilita al tribunal, sino que es una burla torpe, pero efectiva, a sus facultades y a su jurisdicción.
Al-Bashir acaba de estar de visita en Sudáfrica. Allí un tribunal local prohibió su partida, alegando que estaba siendo requerido por el tribunal internacional. Pese a ello, el presidente de Sudán pudo salir de Sudáfrica sin problema alguno, despegando con su propio avión desde una base militar sudafricana. Al retornar a Sudán, fue recibido como un héroe.
Los africanos sostienen, para justificar su reprobable actitud, que el tribunal tiene un desequilibrio que lo empuja a procesar sólo a los africanos, lo que no es cierto pero estimula el nacionalismo a lo largo y ancho del Continente Negro. Y las actitudes como la de Sudáfrica. Lamentables y poco serias.
Cabe recordar que el tribunal ha sido debilitado también por otros factores, como el hecho de que ni los Estados Unidos, ni Rusia, ni China se han puesto bajo su jurisdicción. Han voluntariamente decidido quedarse fuera de ella. El propio Bashir visitó a China en el 2011, sin que en ningún momento se tuviera en cuenta la orden de captura que ya pesaba sobre él.
Hasta ahora el tribunal sólo ha condenado dos acusados. El caso específico promovido contra Bashir llegó al tribunal por referencia del Consejo de Seguri- dad de las Naciones Unidas, que poco ha hecho para que la desairada situación del tribunal se modifique. Lo que debiera reexaminarse. Pese a que lo cierto es que el veto de Rusia y China, aliados de Bashir, haría imposible que el Consejo tomara decisiones efectivas contra Bashir.
El mencionado Bashir, cabe agregar, visitó sin inconvenientes de ninguna na- turaleza a otros importantes países de África, como son: Nigeria, Chad y Kenya.
Por el momento, el tribunal internacional está, sin embargo, avanzando con procesos contra un exlíder guerrillero de Uganda (Dominic Ongwen) y contra un expresidente de Costa de Marfil (Laurent Gbabgo), así como contra un exvicepresidente de Kenya (William Ruto). Su fiscal es ahora una abogada de Gambia, que niega que exista sesgo alguno contra los líderes africanos. Lo que, reitero, es cierto. Por el momento ella ha decidido dejar “hibernar” el caso contra Bashir, consciente de la falta de apoyo de los países africanos para que el mismo vaya adelante.
Una pena. Pero lo cierto es que, con su conducta, África está debilitando seriamente al tribunal internacional. Especialmente cuando de juzgar crímenes cometidos en el Continente Negro se trata.
“Pese a las denuncias en su contra, Omar alBashir, presidente de la teocracia de Sudán y acusado de numerosos crímenes, ha podido eludir a la justicia durante seis largos años”.
Emilio J. Cárdenas fue embajador argentino ante las Naciones Unidas.