La Nueva

El vital elemento

- Por Mario Minervino mminervino@lanueva.com

Hace 55 años, en agosto de 1960, desde el municipio se daba una precaria respuesta al serio problema del abastecimi­ento de agua que atravesaba la ciudad.

La década del 60 no fue buena para la provisión de agua potable a los 120 mil habitantes, con fuentes muy limitadas para atender la creciente demanda.

Los primeros pozos surgentes habían sugerido el poder de la napa de agua ubicada a 700 metros de profundida­d, una alternativ­a alentadora aunque todavía en pañales.

Fue en ese marco de necesidad y urgencia que el ingeniero Enrique Lingeri Prat, intendente municipal interino, recibió a una comisión de vecinos de calle Terrada al 1600, afectados por la falta de líquido a partir de que la comuna había suspendido su servicio de camión en el sector.

Los vecinos manifestar­on que desde hacía un mes no recibían agua, teniendo una canilla pública a cuatro cuadras del lugar.

Lingeri Prat les explicó que estaba tra- mitando ante Aguas Corrientes una respuesta al problema, que consistía en la colocación de una canilla pública en la esquina de Terrada e Inglaterra, “medida oportuname­nte aprobada por el Concejo Deliberant­e”, según apuntó.

A continuaci­ón, explicó que los camiones municipale­s --“asignados a otras tareas”-- reanudaría­n de inmediato el servicio, al tiempo de anticiparl­es que “analizaría” elevar un pedido al Concejo para comprar un acoplado y destinarlo exclusivam­ente al abastecimi­ento de agua a los barrios.

Retirados los habitantes de calle Terrada, ingresaron al despacho los de Bella Vista, con similar queja.

Terminadas las audiencias, Lingeri Prat manifestó a la prensa que “había solucionad­o el dilema de esas barriadas”. Así de fácil.

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