El vital elemento
Hace 55 años, en agosto de 1960, desde el municipio se daba una precaria respuesta al serio problema del abastecimiento de agua que atravesaba la ciudad.
La década del 60 no fue buena para la provisión de agua potable a los 120 mil habitantes, con fuentes muy limitadas para atender la creciente demanda.
Los primeros pozos surgentes habían sugerido el poder de la napa de agua ubicada a 700 metros de profundidad, una alternativa alentadora aunque todavía en pañales.
Fue en ese marco de necesidad y urgencia que el ingeniero Enrique Lingeri Prat, intendente municipal interino, recibió a una comisión de vecinos de calle Terrada al 1600, afectados por la falta de líquido a partir de que la comuna había suspendido su servicio de camión en el sector.
Los vecinos manifestaron que desde hacía un mes no recibían agua, teniendo una canilla pública a cuatro cuadras del lugar.
Lingeri Prat les explicó que estaba tra- mitando ante Aguas Corrientes una respuesta al problema, que consistía en la colocación de una canilla pública en la esquina de Terrada e Inglaterra, “medida oportunamente aprobada por el Concejo Deliberante”, según apuntó.
A continuación, explicó que los camiones municipales --“asignados a otras tareas”-- reanudarían de inmediato el servicio, al tiempo de anticiparles que “analizaría” elevar un pedido al Concejo para comprar un acoplado y destinarlo exclusivamente al abastecimiento de agua a los barrios.
Retirados los habitantes de calle Terrada, ingresaron al despacho los de Bella Vista, con similar queja.
Terminadas las audiencias, Lingeri Prat manifestó a la prensa que “había solucionado el dilema de esas barriadas”. Así de fácil.