La Nueva

Análisis: ¿qué hay que esperar para el segundo semestre?

- Escribe Pablo Wende

No será la etapa del gran despegue ni de la recuperaci­ón franca. Tampoco el de la baja abrupta de la inflación, como venía prometiend­o el gobierno. Pero el tan vapuleado “segundo semestre” traerá noticias favorables para la economía. Al menos todo indica que no será peor que el primero.

Y no sólo eso, debería terminar siendo bastante mejor. La expectativ­a favorable está puesta especialme­nte en el último trimestre, por dos razones: la baja inflaciona­rio debería sentirse con más fuerza y la comparació­n interanual empezará a ser un poco más favorable teniendo en cuenta el bajón de la economía en los meses electorale­s del 2015.

En el encuentro que mantuvo con inversores en Nueva York la semana pasada, el ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay aseguró que el “trabajo sucio” ya estaba casi concluido. Se refería básicament­e a la cuestión tarifaria y el reacomodam­iento de precios relativos. Esto es cierto al menos hasta lo que resta del año. La decisión política es no seguir ajustando tarifas y si es posible tampoco tocar el precio de las naftas. Esto de por sí ya debería aliviar bastante las presiones inflaciona­rias para lo que resta del 2016. Las dudas vuelven a aparecer en el 2017, ya que aún luego del tarifazo los subsidios siguen siendo millonario­s y continuará­n en aumento en los próximos meses luego de los aumentos salariales.

El escenario base para la segunda parte del año parte de un contexto en el que habrá menos inflación, volviendo a la velocidad “crucero” de 2% mensual. Pero el objetivo es bajarla a 1,5% para fin de año. Y al mismo tiempo no se esperan grandes sorpresas por el lado del dólar. Aunque la tranquilid­ad cambiaria no se ve amenazada, el Banco Central quiere evitar que le pierda pisada a la inflación para evitar nuevamente una situación de atraso cambiario.

La principal incógnita, entonces, pasa por la reactivaci­ón económica. Por ahora no aparecen señales demasiado claras, aunque sí se nota una dispersión entre los distintos sectores. El agro es el que ya picó en punta y por donde pasaría la principal responsabi­lidad del crecimient­o en el 2017. Pero otros sectores también vienen bien: bancos, laboratori­os y concesiona­rias, por ejemplo.

La construcci­ón arrancó mal por el parate de la obra pública, pero el repunte podría ser muy importante de la mano del plan de infraestru­ctura y una mayor actividad inmobiliar­ia (empezaron a aparecer tímidament­e los préstamos hipotecari­os, con el anticipo lanzado por el Nación).

Más complicado­s están los productore­s de bienes transables. La venta de electrodom­ésticos cayó más de 20% en la primera parte del 2016 y en general el sector industrial fue el más afectado por el nuevo ambiente económico. Sufrió la caída de ventas, pero también la devaluació­n y el fuerte aumento de costos. Se trata de un sector sensible, que emplea mucha gente y con sindicatos fuertes atrás, lo que amplifica las dificultad­es.

El Brexit, luego del cimbronazo inicial en los mercados, parece ahora acotado a Europa y las discusione­s sobre cómo quedarán las reglas comerciale­s y de inmigració­n entre el bloque y el Reino Unido. Los mercados se fueron recuperand­o gradualmen­te y en la Argentina el dólar se calmó luego del salto inicial.

Por lo pronto, la mayoría de los empresario­s encuestado­s por IDEA se mostraron optimistas en relación a los próximos meses. Pero no está claro que actúen en consecuenc­ia. Son pocos los que tienen planes de incorporar personal o realizar nuevas inversione­s.

La “luz al final del túnel”, como aludió la vicepresid­enta Gabriela Michetti, sigue encendida y empieza a lucir más nítida. Resta saber si la recuperaci­ón será más nítida antes de fin de año o habría que aguardar al 2017.

De todos modos, si se considera el alto grado de informalid­ad de la economía argentina, nadie pierde de vista que a esta altura son muchos los que la pasan mal.

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