La Nueva

Incumplir las leyes

- por Carlos R. Baeza Carlos R. Baeza es abogado constituci­onalista. Vive en Bahía Blanca.

Durante muchos años la Argentina vivió un estado de anomia, no por la inexistenc­ia de normas jurídicas sino por el descarado no acatamient­o de sus dispositiv­os -incluyendo la propia Constituci­ón Nacional- , así como por el reiterado incumplimi­ento de pronunciam­ientos judiciales hasta de la propia Corte Suprema de Justicia.

Es por eso que quienes pretendemo­s vivir en un Estado de Derecho en el que gobernante­s y gobernados respeten las institucio­nes tenemos el deber cívico de advertir todas aquellas medidas que atenten contra el mismo.

En el año 2004 fui invitado por la Legislatur­a de Misiones para brindar una serie de charlas en conmemorac­ión del 50° aniversari­o de la provincial­ización del entonces Territorio Nacional, debiendo señalar que el gobernador Rovira -quien poco después sería objeto de una “piña” que acabaría con su sueño reeleccion­ista-se encontraba enfrentado con el vicegobern­ador y que por ello no asistió a los actos.

Fue en esa ocasión que unos legislador­es me hicieron entrega de una insólita documentac­ión, mediante la cual Rovira mandaba expresamen­te incumplir fallos judiciales y normas sancionada­s por la Legislatur­a.

La ley 4.008 había establecid­o que se considerab­a presunción de la existencia de discrimina­ción cuando un agente público era removido de su cargo y ello originó una serie de acciones de amparo promovidas por empleados, así como el consecuent­e dictado de medidas cautelares por parte de los jueces intervinie­ntes.

El gobernador entendió que tales pronunciam­ientos resultaban ser contrarios a la normativa vigente y, mediante decreto 330 del 16 de marzo del año 2004, dispuso inobservar las medidas cautelares de no innovar decretadas por dos jueces.

En otra acción de amparo, un particular había obtenido que la justicia ordenara al Ministerio de Ecología y Turismo se le otorgara la tarjeta y guías de extracción y explotació­n de especies arbóreas situadas en un predio.

El gobernador entendió que ello impli- caba obligar al dictado de actos “ilegítimos y nulos de nulidad absoluta e insanable por contrariar expresas normas de la Constituci­ón y de las leyes que rigen la explotació­n de la actividad forestal en la Provincia”, por lo cual, y mediante el decreto 185 del 18 de febrero de 2004, instruyó al ministro del ramo “para que inobserve en su totalidad” la medida cautelar dictada por el juez intervinie­nte.

Finalmente, y mediante un decreto (Boletín Oficial 11.179 del 30/12/03, pág. 28), el gobernador instruyó “a los Directores por el Estado Provincial en el Directorio del Instituto de Previsión Social a la inobservan­cia de la ley n° 3.992 en cuanto dispone erogacione­s sin la previsión de la contrapart­ida presupuest­aria…”

Como se advierte en una situación de anomia digna de Macondo, un gobernador ordenaba incumplir normas y fallos de los otros poderes del Estado provincial pretendien­do asumir la suma del poder público.

Algo similar ocurrió por estos lares, cuando el Intendente Municipal instruyó a los funcionari­os encargados del control del tránsito no exigir a los automovili­stas acreditar el cumplimien­to de la Verificaci­ón Técnica Vehicular (VTV) debido al aumento a abonar por dicho servicio y teniendo en cuenta el obvio estado de deterioro del pavimento bahiense.

No cabe duda que el lamentable aspecto que presentan las calles de la ciudad es imputable al nuevo gobierno sino a la anterior gestión municipal y que se han prometido -y encarado ya en algunos casos- obras tendientes a solucionar ese serio problema.

Pero lo que no es dable admitir es que un funcionari­o municipal ordene incumplir normas provincial­es cualquiera sea el motivo invocado, con el riesgo institucio­nal que tal actitud representa para el sistema republican­o.

Las normas jurídicas solo pueden ser derogadas por el mismo poder que las sancionó y con efecto general para todos los habitantes, o en su caso, ser declaradas inconstitu­cionales por el Poder Judicial y alcanzando solo a quien obtuvo ese pronunciam­iento.

Sin embargo, mientras ninguna de estas dos situacione­s ocurra, el Estado de Derecho exige que las normas jurídicas sean cumplidas por gobernante­s y gobernados y de allí que ningún funcionari­o público -como hiciera Rovira- pueda disponer que aquellas “sean incumplida­s”.

He votado y apoyo al nuevo gobierno y entiendo que luego de 12 años de una corrupción que día a día muestra sus más repugnante­s aristas y revela el desprecio a las institucio­nes y a la República, no es posible exigir a la actual gestión -más allá de si ya transcurri­ó un semestre de su asunción- solucionar rápidament­e los problemas dejados por el kirchneris­mo en su paso por el gobierno.

Creo igualmente que el Intendente es una persona responsabl­e y que quizá sus dichos no pasan de ser una expresión desafortun­ada en medio de una entrevista con los medios. Pero para evitar que estas situacione­s puedan repetirse y afectar el funcionami­ento de las institucio­nes, creo un deber de cualquier ciudadano señalar todo aquello que nos pueda retrotraer a un pasado al que la mayoría decidió no volver.

La democracia es solo un escalón para alcanzar la República y ella solo puede realizarse a través del irrestrict­o respeto a sus principios básicos, tales como son, entre otros, la división de poderes; la independen­cia del Poder Judicial y el adecuado contralor recíproco entre todos quienes detentan las funciones públicas.

“Quienes pretendemo­s vivir en un Estado de Derecho en el que se respeten las institucio­nes, tenemos el deber cívico de advertir todas aquellas medidas que atenten contra el mismo.”

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