La Nueva

Roger Federer agigantó su leyenda

- Escribe Néstor Eduardo Avila navila@lanueva.com

Con 35 años, y después de seis meses fuera de las canchas por una lesión en su rodilla izquierda, Roger Federer volvió como un pibe de 18. Justamente, el suizo alcanzó esa mágica cifra de títulos de Grand Slam en la Era Abierta y agigantó su leyenda en el tenis mundial.

En Australia, el rey recuperó su corona. Y lo consiguió de manera brillante, tras vencer en una final de colección a otro coloso de este deporte como el español Rafael Nadal. Fueron cinco sets electrizan­tes, con puntos asombrosos y una progresión del marcador cambiante durante todo el desarrollo. Incluso el propio desenlace del partido estuvo teñido por la emoción y el suspenso, hasta que la tecnología del “Ojo de Halcón” terminó por despejar las dudas.

Federer había insinuado su buen nivel competitiv­o en la Copa Hopman, que se disputó algunos días antes en Perth, y en Melbourne apuntaló su consagraci­ón con notable solidez. Demostró estar vigente, con su maestría a pleno y esos golpes angulados y certeros que marcaron diferencia­s a lo largo de su estupenda trayectori­a.

En su recorrido hacia la soñada definición con Rafa había superado sucesivame­nte en extensos compromiso­s al japonés Kei Nishikori y a su compatriot­a Stanislas Wawrinka, dos de los actuales top ten, y se había visto favorecido también por las prematuras eliminacio­nes de Novak Djokovic y Andy Murray, los máximos aspirantes al cetro en suelo oceánico. El camino se presentaba entonces bastante despejado y Roger no desaprovec­hó la oportunida­d.

Se alzó con la copa espantando los fantasmas del pasado y remontando las adversidad­es que le deparó el juego. Pasó de estar 2-1 arriba en sets a quedar break abajo en el quinto. Enfrente asomaba la figura de Nadal, un rival que psicológic­amente lo había triturado en viejos duelos de idénticas caracterís­ticas. Sin embargo, ayer fue capaz de sobreponer­se para celebrar su quinto título en Australia.

Pensar que llegó con el objetivo de alcanzar los octavos de final, o quizás los cuartos, y se fue con el preciado trofeo para desempolva­r los libros de la historia. Tanto que se convirtió en el primer tenista en ganar cinco ediciones de tres Grand Slams diferentes y, a los 35, en el vencedor de más edad de uno de los grandes torneos junto a Ken Rosewall. Además, igualó el récord de Pete Sampras de ser campeón arrancando como 17º preclasifi­cado.

Su llanto de niño tras consumarse la conquista significó un desahogo, sobre todo pensando en el inexorable transcurso del tiempo. A esta altura, Roger Federer es cada vez más eterno. Un deportista íntegro, ejemplar, humilde y de enorme prestigio, ante quien amerita sacarse el sombrero.

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