La Nueva

Un problema familiar

- por Emilio J. Cárdenas Emilio J. Cárdenas fue embajador argentino ante Naciones Unidas.

La corrupción es, desde hace rato ya, un problema endémico en muy distintos rincones de África. También lo es, cuidado, en nuestra América Latina. Con niveles escandalos­os en ambos continente­s.

Pero hay, por lo menos, una diferencia. Aunque algunos políticos de países como el nuestro parecieran haberse “africaniza­do” un tanto. En general, los políticos corruptos de nuestra región tienden a tratar de ocultar sus dineros y fortunas mal habidas. Bien o mal. Lo de las investigac­iones en curso contra Lázaro Báez, por ejemplo, así lo parece confirmar, de alguna manera.

En África, en cambio, algunos apasionado­s amantes de la ostentació­n “muestran” -sin pudor alguno- su corrupción. La exhiben. Como si no hubiera para ello límite, ni frontera alguna. Y así les va, cuando de pronto, equivocado­s, lo hacen también en el exterior.

Los hijos de los políticos corruptos, es cierto, pueden, ellos mismos, de pronto caer también en ese vicio. Contagiars­e de lo que puede ser una deplorable enfermedad moral familiar, entonces. El caso argentino, ahora bajo una intensa investigac­ión judicial, podría de pronto comprobarl­o. Y pocos realmente se sorprender­ían, atento los “personajes” en cuestión..

Pero hay un caso inusual, en Europa, que por sus caracterís­ticas se ha vuelto paradigmát­ico. Y últimament­e hasta viral. Es el de “Teodorín”, esto es el del hijo del presidente de Guinea Ecuatorial, la ex colonia española, rica en hidrocarbu­ros desde el 2004, que vive con una elite gobernante millonaria y -como suele sucederal costado, con un pueblo entero sumido en la pobreza. Es el caso de Teodoro Obiang Nguema Mangue, el hijo de Teodoro Obiang Ngema Mbasogo, presidente de Guinea Ecuatorial desde 1979, cuando tomara el poder mediante un “golpe”.

“Teodorín” está siendo investigad­o por los tribunales franceses, en París, desde el 2011, cuando se le secuestrar­on una serie de automóvile­s de lujo. Entre ellos, dos Bugattis; dos modernas Ferraris; un Aston-Martin; una Maserati; y un RollsRoyce que estaban en Francia a su disposició­n.

En el 2012 se allanó además su casa, emplazada en la Avenida Fosch (donde, según algunos, también tendría un departamen­to de lujo un conocido líder gremial argentino), muy cerca del Arco de Triunfo. Hablamos de una mansión de 101 cuartos, con un valor aproximado a los 180 millones de dólares. Dos gimnasios, un cine, una boite, y otras excen- tricidades parecidas.

El proceso francés continúa, en su ausencia. Pero el acusado no está, ni segurament­e estará, en Francia en el corto plazo.

“Teodorín” arriesga ser condenado a prisión por hasta 10 años. Sus abogados intentaron detener el proceso alegando que el joven gozaba de inmunidad soberana, como funcionari­o que era del gobierno de Guinea Ecuatorial (Vicepresid­ente). Pero la Corte Internacio­nal de Justicia no hizo lugar a ese reclamo.

Además de lo que sucede en Francia, el joven Obiang enfrenta acciones similares en los Estados Unidos, Suiza, y Holanda. Por esto precisamen­te se la acaba de confiscar un yate de un valor inusual, del orden de unos 100 millones de dólares, que estaba a punto de zarpar desde Europa con destino a Guinea Ecuatorial. Su viaje fue frustrado, queda visto.

El brazo de la ley luce cada vez más largo, cuando de tratar de combatir la corrupción se trata. Felizmente, por cierto.

“Teodorín” (foto) está siendo investigad­o por los tribunales franceses, en París, desde el 2011, cuando se le secuestrar­on una serie de automóvile­s de lujo.

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