Excesos de pantalla
Hace 87 años, en enero de 1930, muchos padres bahienses manifestaron su preocupación por la cantidad de horas que sus hijos pasaban frente a la pantalla del cine.
No siempre es simple entender situaciones sin un marco adecuado de tiempo y espacio.
En la década del 30 no existían, para el niño común, ni la televisión, ni la radio, ni los videojuegos, ni las computadores, ni los celulares, ni la tablet. Su mundo eran el patio, la calle, la “bici”, la imaginación, algunos circos y... el cine.
En las espaciosas salas, en secciones matiné y ronda, los pibes encontraban, en las historias de Carlitos Chaplin, las películas y cortos de dibujos animados y las inolvidables películas de cowboys, un gran centro del esparcimiento.
Pero, como en todas partes (y tiempos) se cuecen habas, apareció una comisión de padres de familia preguntando si el exceso de proyecciones influía en la salud de los espectadores menores.
“La duración de las películas de los cines no puede ser aconsejable. Son tres horas de tensión nerviosa, de emociones más o menos fuertes, sean de alegría, inquietud o pena, implican un extraordinario desgaste a las facultades mentales”, señalaron.
Por eso pedían a la autoridad municipal, “responsable de fiscalizar la moralidad de estos espectáculos”, que analizase la cuestión y tomara las medidas del caso.
“Hay cinematógrafos que confeccionan programas en casi cuatro horas de continua atención, de intensos sacudimientos para el espíritu de los niños, que se divierten, es cierto, pero todo debe tener su medida prudente”, agregaron.
Con sus variantes tecnológicas y culturales, la preocupación se mantiene en estos tiempos. Con otro tipo de pantallas, otro tipo de contenidos, con redes sociales de alcance mundial.