Gabriel, La Tordilla y una aventura por todo el continente
En moto, está uniendo Mayor Buratovich con Alaska. Serán casi 40 mil kilómetros y unos 15 meses de viaje.
UN LARGO CAMINO POR DELANTE Hernán Guercio
Gabriel Olivieri es de esas personas que reciben el mate y se olvidan que lo tienen en la mano; no lo suelta. Habla, cuenta cosas, se entusiasma, se ríe, y el mate continúa en su mano; toma aire, da un último sorbo con ruido, lo devuelve y sigue hablando, a la espera del siguiente.
Va de un lado al otro: de las Rocallosas hasta Tierra del Fuego; de la pobreza de Haití al magnetismo del sur yanqui y la mítica ruta 66; de su amor por la supervivencia, a cocinar tortafritas o empanadas en cualquier pueblo perdido de Latinoamérica para poder seguir camino.
Nacido y criado en Mayor Buratovich, rubio, ojos claros, 32 años, reconoce a regañadientes que esa condición lo ha ayudado a abrirse paso en sus viajes a través de la América Extrema, ese continente en el que conviven por doquier las contradicciones, los contrastes, la solidaridad y la naturaleza salvaje.
Hoy, esa misma América es la que lo vuelve a llamar: la que en su momento recorrió casi entera de norte a sur en un viejo Nissan junto a un sobrino y dos sudafricanos, y que ahora quiere conocer partiendo desde su punto más austral, en Ushuaia, para llegar a Alaska, la denominada frontera final del continente.
Serán un año y tres meses de viaje en moto, a bordo de una Honda Tornado 250cc -La Tordilla, para los amigosmodificada para soportar los avatares de unos 40 mil kilómetros de un trayecto que, más que para ser terminado, es para ser disfrutado.
A los 10 mil kilómetros ya recorridos por el sur de nues- tro país y Chile entre noviembre y diciembre pasado, en los próximos meses se sumarán la Mesopotamia argenta, la costa atlántica brasilera, el Amazonas en ferry hasta su nacimiento, Colombia y el paso hacia Panamá en barco, la América Central sabrosa e insular (¡chico!), las costas mexicanas del Atlántico y del Pacífico, y el invierno estadounidense en Colorado. Ya en la primavera del hemisferio norte llegará la parte final del recorrido, con lo que quede del oeste de Estados Unidos, Canadá y, por fin, Alaska. Allí se terminan las certezas: nadie sabe qué ocurrirá después; ni siquiera él mismo.
“En el viaje voy a tratar de desarrollar al máximo la colaboración entre países y personas. Por eso no hay que limitarse. Esa es la idea de América Extrema: aventura y viajes con los recursos que puede tener cualquiera y la colaboración de la gente que uno va cruzando por el camino”, cuenta.
Según Gabriel, hay dos cosas principales a tener en cuenta en este tipo de cruzadas personales: viajar es un proceso educativo alternativo y complementario a lo convencional -”lo que se aprende en la ruta no está en los libros ni lo dicen en las aulas”- y “todo el mundo tiene ganas de ayudarte con tu sueño”.
Para él, los Zapp, la familia trotamundos por excelencia de nuestra región, son un claro ejemplo a imitar: quien quiera viajar debe hacerlo, sin dejarse vencer por los recursos o el tiempo; la calidez y el amor que se recibe de los demás durante el trayecto hacen el resto.
“Ellos salieron de acá con poca plata y antes de los 100 kilómetros se les rompió el auto... Y ya llevan 17 años recorriendo el mundo”, resume.
¿Por qué Alaska? Porque antes de lanzarse a recorrer el resto del planeta, Gabriel siente que tiene que conocer su continente; porque es la zona más agreste y salvaje del territorio, donde se encuentran los animales más grandes; y porque, en definitiva, es el fin de América, la última frontera hacia el norte.
“Lo que venga después, se verá. Puedo dejar la moto allá, venir un tiempo a Mayor Buratovich y después volver para seguir viaje hacia Kamchatka y Asia; o traer la moto, volver allá, comprar otra moto y arrancar de nuevo a través del estrecho de Bering. Todavía no lo decidí”, reconoce.
Los tiempos del viaje son por demás extensibles y permanentemente sujetos a modificaciones. Cualquier excusa es válida para estar un día más en cualquier punto recóndito y olvidado por Dios y, por supuesto, todo viajero que se quiera sumar al recorrido es más que bienvenido.
En La Tordilla, su compañera de viaje, casi no queda lugar libre: sobre el volante hay un soporte para poner dos celulares/GPS/cámara/ mp3/radio y demás que usa en el viaje, junto a un protector frontal; se reformó la parte trasera de la moto para poner el equipaje, las herramientas y otros bártulos; sobre el motor se soldó un soporte para descansar las piernas; y el asiento tiene rellenos extra y con abrojos para soportar mejor los kilómetros por venir.
La carga es variada, y suma unos 100 kilos: hay repuestos para la moto, cocinita con gas, conservadora, alimentos, olla, sartén, jarro para ca-
“Si vas con actitud curiosa y los sentidos atentos, en el camino encontrás cosas que no te esperabas o imaginabas. Eso es lo que más me mueve a viajar”, dice Gabriel.