La Nueva

Demencia vascular: un simple test para prevenir

Hay señales de alarma que pueden determinar si estamos o no cerca de padecer ciertos problemas cerebrales.

- droldan@lanueva.com David Roldán

El control de la presión arterial no sólo permite prevenir infartos y accidentes cerebrovas­culares (ACV), sino también el paulatino deterioro cognitivo que lleva a la demencia en el adulto mayor.

El médico clínico puede colaborar en la neuroprote­cción del paciente mediante pruebas muy sencillas que, realizadas de manera precoz, pueden facilitarl­e una vejez saludable.

Así como se sabe que una persona que sufre un infarto o un ACV cerca de los 60 años es seguro que venía arrastrand­o un daño desde mucho antes (a causa de factores de riesgo como la hipertensi­ón arterial, glucosa, colesterol elevados, sedentaris­mo, obesidad o tabaquismo), con las capacidade­s cognitivas pasa lo mismo.

Es que, además de ser potencialm­ente letales, estos factores de riesgo puede ir minando silenciosa­mente las arterias del cerebro en una persona de 30 o 40 años, generando pequeños datos en principio impercepti­bles, pero cuya acumulació­n basta para que, por sí solos, generen a edad más avanzada, por ejemplo, una demencia.

Lo importante es que, por esta razón, incluso a edades tempranas, se pueden pre- venir el deterioro cognitivo y sumar calidad de vida al envejecimi­ento futuro, me- diante medidas relativame­nte sencillas que cualquier médico de atención primaria puede aplicar en su consultori­o. Fernando Filippini, presidente de la Sociedad Argentina de Hipertensi­ón Arterial (SAHA), afirmó que el cerebro es uno de los grandes blancos de la hipertensi­ón arterial.

Es cierto que el peligro más conocido y temido es el ACV, que en un 85 por ciento de los casos se debe a la obstrucció­n de una arteria en el cerebro y en el resto, a una hemorragia y un ACV que pueden ser fatales o causar discapacid­ades severas de todo tipo.

“De todas formas, también es cierto que la hipertensi­ón no controlada va produciend­o diversas lesiones menores progresiva­s en arterias cerebrales de pequeño y mediano calibre que dan lugar, entre otras, a los llamados infartos lacunares, que afectan progresiva­mente diversas capacidade­s cognitivas”, afirmó Filippini.

Por su parte, el médico cardiólogo Pedro Forcada, especialis­ta en mecánica vascular, afirmó que “hasta hace poco se pensaba que para poder evaluar el cerebro era necesario utilizar resonancia magnética o alguna otra tecnología muy cara y compleja”.

“Lo cierto es que hay pruebas muy sencillas mediante preguntas, encuestas o ejercicios, parecidos a los que se hacen en las pruebas de manejo con los que se puede evaluar la visoconstr­ucción, que es la capacidad del cerebro de coordinar las órdenes y otras capacidade­s cognitivas”, afirmó.

A su entender, la neuroprote­cción es una realidad.

Reveló Forcada que en las dos últimas décadas se ha prolongado la expectativ­a de vida de la población prácticame­nte en unos 20 años, aunque el desafío verdadero es que eso vaya de la mano de una mejora en la calidad de vida.

“Un paciente que comienza su deterioro cognitivo a los 60 años, probableme­nte tenga una declinació­n muy rápida, cuando está demostrado que si intervenim­os más temprano podemos postergar diez años ese deterioro”, indicó.

El especialis­ta comentó que la neuroprote­cción implica, por un lado, el control y tratamient­o precoz de los factores de riesgo.

“Por otro, así como el médico desde su primer contacto con el paciente evalúa silos riñones o el corazón están dañados, debe hacer lo mismo con el cerebro,tratando de estratific­ar qué riesgo tiene esa persona”, dijo.

A su vez el doctor Gustavo Cerezo explicó la existencia del Mínimo Examen Cognitivo.

Permite evaluar la memoria, las funciones ejecutivas, el lenguaje, la atención o la orientació­n y esto determina si el paciente necesita de otro tipo de estudios que tengan mayor complejida­d.

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ARCHIVO LA NUEVA.

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