Aumento de dietas para los diputados
LIBERALIDAD. Coincidente con el pedido de austeridad del presidente Mauricio Macri, que ordenó limitar el gasto público bajando los subsidios, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, a pedido de diputados de la UCR, del Frente para la Victoria-PJ, de la Coalición Cívica y del Movimiento Evita, decidió aumentar las dietas en unos 30.000 pesos, pasando a los 153 mil, que incluye gastos de representación, pasajes (que deberían devolver si no viajan y, por el contrario, venden) y gastos de desarraigo.
Esta liberalidad de los legisladores choca con la realidad de la población en general, y teniendo en cuenta su baja producción, pues inauguradas las sesiones ordinarias el 1º de marzo, apenas se reunieron tres veces, y sancionaron una sola ley, a pesar de los graves problemas que aquejan a la sociedad, entre ellas la inseguridad que asola a la población, y las iniciativas que duermen en los cajones el sueño de los (in)justos, la exigua concurrencia a las Comisiones de trabajo y la presentación de proyectos de ley, que se ignoran; parece ser una actitud desaprensi- va de parte de quienes fueron electos para trabajar, que sería lo menos que hacen, se destapan con ese insólito aumento de sus canonjías, ignorando que el salario medio del trabajador es de unos 6.000 pesos; los haberes mínimos de los jubilados son de apenas unos 6.600 pesos, inferior al salario mínimo vital y móvil (que perciben los presos convictos), por lo cual están bajo el umbral de la pobreza, y con el 30% de la población bajo el nivel de menesterosos (más de 12 millones de desafortunados).
Considero que las dietas de los legisladores deberían basarse en su producción y presentación de anteproyectos de leyes, tomando en cuenta la asistencia a las Comisiones de trabajo, en concordancia con el empeño de cada cual, que sería de ejemplo para los legisladores en pos de la satisfacción del deber cumplido al servicio de sus conciudadanos; pero, lamentablemente, una vez electos, una mayoría hace caso omiso de su deber de legislar para el bien común de sus representados, que deberían con su voto premiar el trabajo legislativo, y, por otro lado, vetar al displicente que procura su buen pasar a costa de los recursos públicos.
Alfredo Nobre Leite