Recalculando todos los datos de 2018
este año. Hace apenas tres meses, se esperaba que la inflación del año se ubicara en valores cercanos al 17%. Pero todo fue distinto luego del desprolijo cambio de metas de inflación anunciada a fines de diciembre.
En abril se acercaría al 2,5%, por los aumentos en la tarifa de gas, transporte y ahora la nueva suba de combustibles. Pero de acuerdo a los pronósticos, este mes sería el último del año con valores superiores a 2%.
La gran incógnita es a qué velocidad se dará desde mayo o junio el proceso de desinpunto flación. La expectativa del Gobierno es que sea bastante rápido, ya que no hay más ajustes tarifarios significativos por delante, aunque sí algún reacomodamiento puntual (por ejemplo transporte). Sin embargo, otros elementos hacen dudar. Por ejemplo, acaba de volver a subir el combustible, lo que genera un efecto cascada. Y la suba acumulada de precios mayoristas fue muy significativa en los primeros meses . Se supone que de a poco irá derramando en la cadena de consumo minorista.
Con valores altos de inflación en el primer cuatrimestre y un proceso posterior a la baja que apunta a ser bastante lento, es lógico que los analistas esperan que no baje del 20% este año. No queda demasiado margen además para que sea mucho menor.
En el caso del crecimiento, curiosamente el gran arranque de 2018 tiene patas cortas. Sucede que el segundo trimestre estará muy influenciado por la sequía, el impacto directo sobre el campo pero sobre todo para sectores muy ligados al sector agropecuario, incluyendo además la cadena de valor relacionada (como transporte de carga, combustible, neumáticos y maquinaria). Por eso en estos tres próximos meses habría un freno en la actividad, pero sobre todo vinculado con el campo. La expectativa es que el repunte llegue a partir del tercer trimestre y sobre todo en la parte final del año. Una parte del optimismo está basado en la recuperación de los salarios reales, tras los aumentos que en la mayor parte de los casos arrancan en mayo o junio a más tardar. Pero además lo que más traccionará –se esperanzan en el Gobiernoes la inversión. Luego de un aumento del 11% el año pasado, se espera que este año lo haga a un ritmo aún mayor, del 13%, con una mezcla de aporte del sector público y privado.
Aún así no alcanzaría para sostener el crecimiento de 2,9% del año pasado. Y las estimaciones reducen la expansión del PBI a 2,5%, un n general el optimismo inversor vuelve a ser la regla general con Argentina, pero en particular del exterior. Perciben que el camino es el correcto y que asumir el riesgo de comprar activos tiene sentido, sobre todo ante las tasas de interés elevadas que sigue pagando el Gobierno. Sin embargo, aún los bonos continúan entre los más castigados de la región.
Por eso la esperanza está puesta ahora en que la Argentina sea recategorizada en junio como país “emergente”, abandonando la actual de “fronterizo”. Esto llevaría no sólo a un fuerte flujo inversor sobre acciones, sino que además contagiaría a otros activos como los bonos. Es lo que precisaría no sólo el Gobierno sino también provincias y empresas para recuperar el acceso al mercado internacional, teniendo en cuenta que ya hace más de dos meses que no hay una sola emisión local en Wall Street, complicando los programas financieros del Gobierno pero también del sector privado.