La Nueva

La justicia que parece injusta

Roberto Chiaradía volvió a escucharse tras la decisión de la justicia de otorgar arresto domiciliar­io a Gustavo Ravainera.

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ROBERTO CHIARADÍA es ingeniero. Esa formación profesiona­l parece haber reforzado su perfil técnico, con una estructura rígida y racional, la cual, en contadas ocasiones, lo lleva a mostrar emociones de forma exagerada. O a exponerlas de una manera muy abierta. Acaso sea su personalid­ad de siempre.

POR ESO habla de manera medida y hasta contenida. Incluso en las dramáticas circunstan­cias que le tocó atravesar en su vida siempre parece sostener su equilibrio y el dolor se advierte en sus palabras a partir de un tono singular, distinto, resultado de una pena que nunca ha dejado de estar.

LUEGO DE varios años de no aparecer en los medios, Chiaradía volvió a escucharse al conocerse la decisión de la justicia de otorgar arresto domiciliar­io a Gustavo Javier Ravainera, condenado a prisión perpetúa por el asesinato de María Victoria Chiaradía, su hija, y Héctor Horacio Iglesia Braun, dos chicos de 19 años a los cuales Ravainera asesinó en agosto de 2000.

“NO ESPERÁBAMO­S semejante noticia”, señaló Chiaradía, al tiempo de indicar que “por más enfermedad que tenga”, Ravainera debería seguir en la cárcel “hasta el último de sus días”, sugiriendo además que cualquier tratamient­o médico puede recibirlo en los hospitales de la ciudad.

SIN RECURRIR a agresiones ni descalific­aciones, refirió que este tipo de decisiones de la justicia “son propias del sistema argentino”, que cuenta con “una justicia renga y medio ciega”, al tiempo de desestimar los argumentos del juez al referir que la decisión está amparada por la ley y que “no se inventó nada”.

MARÍA VICTORIA tenía 19 años, era novia de Héctor Horacio y no había cometido pecado alguno. Era la única hija de Roberto y Silvia, le gustaba la música y con su papá solían tocar juntos la guitarra. Ravainera la secuestró y la mató. De un tiro, sin porqué, sin sentimient­os, por el gusto de matarla.

AHORA, POR tener una enfermedad de “carácter terminal”, le otorgan la prisión domiciliar­io. Casi un privilegio, un merecimien­to inmerecido, una gracia sin lógica, un nuevo golpe para los familiares de las víctimas.

LA VOZ de Roberto Chiaradía volvió a escucharse en estos días. Sigue siendo una persona medida y respetuosa. Cada día (cada día) concurre al cementerio para estar junto a su hija. Se siente conmovido por esta decisión de la justicia. Su voz tiene un dejo de pena y tristeza que conmueve. La sociedad toda sabe que merece justicia. Que todos la merecemos.

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