La Nueva

La entrada a un mundo diferente

Construida­s entre 1938 y 1940, forman parte de la obra realizada en distintos pueblos bonaerense­s.

- Mario Minervino mminervino@lanueva.com

Hace 20 años una nota publicada en una revista de diseño de Miami abrió las puertas a la obra del ingeniero arquitecto Francisco Salamone (1897-1959), ignorada por más de 50 años a pesar de estar presente en más de veinte pueblos bonaerense­s y de ser portadoras de una arquitectu­ra única en estética y monumental­idad.

Salamone realizó su obra dentro de un plan edilicio dispuesto por el gobernador Manuel Fresco, con el objetivo de “dignificar” el perfil de los pueblos del interior.

De allí la particular­idad de una obra que asombra por su vastedad y alcance,

Llevada a cabo entre 1936 y 1940, incluyó el diseño de plazas y edificios para municipios, escuelas, mercados y mataderos.

Quizá el trabajo hubiese pasado desapercib­ido si hubiese desarrolla­do planos “modelos” y repetido su ejecución.

Pero Salamone tomó otro camino. Por un lado, se inclinó por el art déco, de auge en esa época pero luego condenado al olvido ante el avance del movimiento moderno.

Pero además recurrió a rasgos del expresioni­smo y de otros movimiento­s de principios del siglo XX, establecie­ndo a decenas de pueblos de llanura elevadas torres municipale­s y de mataderos, marcando la presencia del estado.

Las torres

Entre la vasta propuesta de Salamone, los portales de los cementerio conforman una de las más particular­es propuestas.

Mientras en muchas ciudades, como los casos de Bahía Blanca y Punta Alta, se optaba por resolver esos acceso con obras de líneas clásicas, Salamone recurrió a fabulosas propuestas escul- tóricas, con impactante­s figuras de Jesús facetado, con ángeles de piedra y espada, recurriend­o a figuras como el círculo y el cono, alcanzando alturas inusuales, construcci­ones generalmen­te ubicadas al final de caminos de tierra, impactando a quienes de manera despreveni­da llegaban al lugar.

Localidade­s como Saldungara­y, Coronel Pringles, Carhué, Guaminí, Azul, Vedia, Laprida, Tornquist, Puán, Saliqueló o Cacharí, entre otras, tienen estas obras.

Los portales

El caso de los portales de Saldungara­y --un gran rueda con el rostro de Cristo--, el de Laprida --un juego de conos en contrapunt­o con la cruz--, el de Azul, con sus letras negras y su impactante ángel de la muerte-- y el más modesto de Balcarce.

Conforman un conjunto magnífico, único y singular. Casa uno es una verdadera expresión de arte, una puerta al más allá, tan pequeña como grandiosa.

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Como una ruega gigante el portal de Saldungara­y se impone en un atractivo paisaje serrano
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