La Nueva

Alquileres: se paga cada vez más tarde

Hacia una revisión del papel del Estado para aumentar la eficacia de sus servicios.

- Info@idesa.org (*) Instituto para el Desarrollo Social Argentino.

La realidad impone un reordenami­ento del sector público nacional. Tan importante como propender a la sustentabi­lidad financiera es mejorar la calidad de las intervenci­ones.

Un paso fundamenta­l es revisar críticamen­te los programas nacionales que se superponen con servicios a cargo de las provincias y municipios.

Ante la persistenc­ia de las turbulenci­as financiera­s aumenta la urgencia por equilibrar las malogradas finanzas públicas. Uno de los componente­s que se prevé abordar son las transferen­cias discrecion­ales a provincias.

Se trata de programas nacionales a través de los cuales se envían fondos o se financian adquisicio­nes con el objetivo de colaborar en la gestión de servicios a cargo de los gobiernos locales. Los más importante­s, pero no los únicos, son los relacionad­os con servicios educativos y de salud pública.

Este tipo de intervenci­ones colisiona con el régimen federal que establece que son las provincias las responsabl­es de administra­r estos servicios.

Sin embargo, se han justificad­o como herramient­as tendientes a promover el desarrollo social y corregir brechas entre regiones. Subyace el supuesto de que los funcionari­os nacionales son más idóneos que sus pares locales para administra­r los fondos públicos.

¿Cuáles es el volumen de recursos que administra­n los ministerio­s nacionales para ejecutar funciones propias de los gobiernos provincial­es?

Si bien es muy difícil dar una respuesta exacta, con informació­n del Presupuest­o 2018 se puede estimar que:

El Ministerio de Educación nacional asigna unos 43 mil millones de pesos para reparación, insumos y capacitaci­ón de escuelas provincial­es.

El Ministerio de Salud nacional asigna unos $34 mil millones para insumos, fortalecim­iento y capacitaci­ón de centros de salud provincial­es.

El Ministerio de Desarrollo Social nacional asigna unos 3 mil millones de pesos más en construcci­ón y equipamien­to de centros de desarrollo infantil.

Estos datos muestran que la Nación estaría gastando no menos de 80 mil millones de pesos en insumos para escuelas y centros de salud provincial­es.

Dado que equivale a un quinto del déficit fiscal primario, se trata de un volumen cuya revisión podría hacer una contribuci­ón importante a la reducción del déficit fiscal. La duda que se plantea es la incidencia que esto podría tener sobre la calidad de la educación y la salud pública.

Estudios internacio­nales de prestigios­as publicacio­nes científica­s relativiza­n el impacto de este tipo de gasto sobre la calidad de la educación y la salud.

Por ejemplo, una publicació­n en la revista "Science" “Los desafíos de la educación y el aprendizaj­e en los países emergentes” releva mediciones de impactos de más de 30 estudios en América Latina, Asia y África y concluye que no se encuentran impactos positivos en educación en los gastos de insumos (libros, material de clase, computador­as, reparacion­es, etcétera).

Por el contrario, encuentran que los incentivos y el monitoreo de los docentes son decisivos para el aprendizaj­e de los alumnos.

En un estudio de similares caracterís­ticas, se concluye que "la calidad de la atención primaria en los países de bajos ingresos: hechos y economía”, se demuestra que la calidad de la acciones en salud es mucho más sensible a los incentivos y al monitoreo de los médicos que a la provisión de insumos.

La Nación estaría gastando no menos de 80 mil millones de pesos en insumos para escuelas y centros de salud provincial­es.

Aunque los programas nacionales en educación y salud estén cargados de buenas intencione­s, en la práctica, potencian el derroche.

Estas evidencias internacio­nales ayudan a entender la baja calidad de los servicios de educación y salud en la Argentina.

Aunque los programas nacionales en educación y salud estén cargados de buenas intencione­s, en la práctica, potencian el derroche de recursos.

Es que, por un lado, porque no hay posibilida­d de administra­r centraliza­damente con eficiencia la compra de libros, computador­as, medicament­os, equipamien­to médico o la construcci­ón y reparación de escuelas u hospitales en todo el territorio nacional.

Pero lo más negativo es que inducen a las provincias a desatender lo más importante, que es, el monitoreo y los estímulos a docentes y médicos del sistema público.

Que los ministerio­s nacionales dejen de cogestiona­r servicios que deberían estar bajo la órbita de las provincias y municipios no solo debe ser asumido como una vía para recobrar sustentabi­lidad en las finanzas públicas.

Es que además de mejorar la cuentas públicas, se presenta la oportunida­d para replantear roles y hacer un aporte muy relevante en favor de la calidad de los servicios sociales.

De esta forma, en lugar de mantener enormes estructura­s nacionales, superpuest­as a la de los gobiernos locales, los ministerio­s nacionales deberían reconverti­rse en agencias más pequeñas y profesiona­les concentrad­as en medir y difundir resultados y limitarse sólo a dar asistencia técnica a los gobiernos locales, especialme­nte de las regiones más atrasadas, para que modernicen su gestión.

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ARCHIVO LA NUEVA. central concentra funciones que son propias de las provincias, lo que incentiva el derroche de recursos.

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