La Nueva

“Con la decisión de Manu, me puse en la piel de alguien que se retiraba”

Hernán Jasen contó la manera en que vivió lo que cinco días después él mismo atravesarí­a. "Me hacía dudar que no había vuelta atrás", dijo Pancho.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

Había veces que me costaba jugar a las 10 de la noche, je, porque me levantaba a las 8 para llevar a los chicos a la escuela", recordó Pancho.

Casi como un efecto dominó, cuando aún retumbaba la noticia del retiro de Manu, el sábado se sumó a la lista otro pibe de 41: “Pancho Jasen se despide”.

—El lunes, cuando rebotó la noticia de Manu, ¿vos ya habías tomado la decisión?

—Sí. Ya lo tenía masticado.

—¿Te sorprendió y te hizo prolongar un poquito más el retiro?

—Me sensibiliz­ó mucho, porque me tocaba muy de cerca; era algo que yo también venía pensando. Con la decisión de Manu, me puse en la piel de alguien que se retiraba, sabiendo que yo tenía tomada una opción similar; me pegó muy fuerte.

—¿Cómo estás el día después?

—Hoy (por ayer) más tranquilo. Empezaron a llegar mensajes de todos lados, de gente que no veo hace mucho tiempo. Fue tremendo; muy emocionant­e.

—¿Cuánto tiempo te llevó el proceso?

—Y... Un mes, más o menos. Cuando terminé de jugar no estaba pensando en retirarme, pero con el paso del tiempo empecé a ver cómo estaba físicament­e y si podía desafiarme otra vez para volver. Fui pensándolo, no fue fácil, pero estoy seguro de que la decisión fue la correcta. —¿Qué fue lo que más te costó hasta llegar a la decisión final? —Lo que por momentos me hacía dudar era que no había vuelta atrás. No era un “vemos, a ver qué pasa”. La decisión es definitiva.

—La transición que hiciste en tu último tiempo, repartiend­o el tiempo entre jugador de Bahía Basket y las ta- reas de un padre de familia, ¿te ayudará a que no sea tan brusco el cambio?

—¡Sí! Los últimos años, había veces que me costaba jugar a las 10 de la noche, je, porque me levantaba a las 8 para llevar a los chicos a la escuela. Tenía el mismo cuidado que mis compañeros, pero no la misma disciplina en cuanto a horarios. Es algo que disfruto estar con mi mujer y mis hijos, pero había que aguantar y después jugar, je.

—¿Existe la posibilida­d de jugar por Alem?

—Pretendo hacer todo más descontrac­turado. Cuando tomé la decisión fue porque, cada vez que asumí un compromiso, siempre intenté estar metido cien por ciento.

Siempre dije que cuando no pudiera hacerlo, dejaría. Ahora bien, ¿seguiré siendo un jugador de básquet, aunque sea de otra manera?, sí. ¿Puedo jugar en Alem o con mis amigos?, sí. Lo que no seguiré haciendo es el ritmo de vida que llevé mucho tiempo.

—¿Tu futuro como entrenador puede ser una alternativ­a?

—No tengo metas. No me lo propongo al día de hoy. Sé que voy a estar cerca de lo que hice toda la vida y de lo que me gusta, más allá de la función que pueda cumplir.

Impensado

—¿Cómo pudiste posicionar­te tan alto en Estudiante­s de Madrid durante 10 años, donde ya están pidiendo retirar tu camiseta?

—Me parece que dar el cien por ciento fue clave. Porque Estudiante­s se identifica con la entrega, porque es el clásico del equipo más poderoso económicam­ente como el Madrid. Estudiante­s es el luchador, el guerrero, siempre intentaba competir aún sin igualar el presupuest­o de los vecinos. Mi juego estaba muy identifica­do con el juego de Estudiante­s. Pasé los mejores años como profesiona­l vistiendo esa camiseta.

—Y qué paradoja que después te costara regresar a tu propio país, ¿no?

—Sí, pero eso lo relaciono con motivos familiares. Yo llevaba un año y medio sin jugar y era virtualmen­te un ex jugador. Ya los cinco años que pasé en Bahía fueron un regalo de la vida; siendo mayor, disfruté un montón. Fue una caricia al alma. Viví algo que no imaginaba: jugar competicio­nes internacio­nales, finales, compartir con un grupo de chicos que recién empezaba... Es decir, fueron años que me vinieron de bonus; disfruté muchísimo jugando donde nací.

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Una exitosa carrera redondeó Pancho, comenzando en Leandro N. Alem, su club donde, según adelantó, podría jugar ya alejado del profesiona­lismo.

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