Vecinos del barrio Aerotalleres piden seguridad e iluminación
Padecen, resignadamente, situaciones similares a las que se sufren en otros sectores de la ciudad. Reclaman medidas para evitar los robos y poder vivir con mayor tranquilidad.
“Comenzamos a hacer la primera parte de unos baños y lamentablemente quince días después nos encontramos con las cosas rotas. El tema de la seguridad en el barrio está un poco complicado. Hemos hecho reuniones con (el secretario comunal) Emiliano Álvarez Porte y con todos los comisarios de acá alrededor, pero es ese momento y después se termina todo”.
Héctor Márquez, presidente de la Sociedad de Fomento del barrio Aerotalleres, describe una situación que se repite en otros sectores de la ciudad.
“Hemos solicitado luces, porque el tema de la iluminación está flojo. Nicolás Pérez es una de las principales calles y la intersección con Don Bosco es una boca de lobo. Coulin, Biggio del 800 al 1000, y Bélgica al 1700 también son puntos muy oscuros. A la policía se la ve patrullar, aunque por ahí lo hacen muy rápido, pareciera que fueran corriendo. Es como para decir 'pasé, listo'”, continúa diciendo.
Márquez agrega que “los vecinos se comprometieron en las primeras dos reuniones de seguridad, pero después es como que se desgastan. No ven solución y se cansan. Te dicen '¿voy a ir otra vez para escucharles decir que van a estar, y después, nada?'; por eso no vienen. Y los entiendo”.
También asegura que “hay malandraje, venta de drogas. Baja un poquito el sol y aparece una moto estacionada con gente que viene a vender”.
"Caras conocidas"
Sebastián Laumann, quien trabaja en un comercio ubicado en Harrington y Nicolás Pérez, considera que “lo que tiene el barrio es que las caras son las de siempre y vos ya sabés quiénes son. Acá mucha gente no habla por miedo, pero todo el mundo los conoce. No son delincuentes que vienen de otros barrios”.
“Por lo general, cuando hay q... siempre es muy tarde, entre las 2 y las 3 de la mañana. En horario comercio no nos j... Lo que sí tenés es mucho problema de alcohol. Vos los ves a los tipos a las 4 de la tarde borrachos, en la placita o se sientan acá, pero los sacamos”, dice el muchacho que vive en el barrio hace cuatro años, luego de hacerlo en Mayor Buratovich.
“Todos nos conocemos, y cuando viene uno en ese estado lo calmamos. Dos años atrás estaba mucho más bravo. Me acuerdo que un día, a las 6 de la tarde, yo estaba en la puerta, pasaron dos en motos y empezaron a sacudir tiros a mitad de cuadra, a los que estaban sentados en el frente de una casa. No les tiraron a pegar, pero se veían rebotar las balas en el piso, lo hacían para asustar. Eso no se ve más”.
Claudio Ayala también viene de Buratovich y refiere que “hace nueve meses que estamos acá y no pasó nada. El negocio estaba funcionando desde hacía un tiempo y nosotros compramos la llave. En los últimos dos años creo que hubo un robo, pero no pasó nada, se llevaron la plata y alcohol”.
Patricia Kusak, dueña del mercado ubicado en los primeros números de Avellaneda al 2800, describe que “nos robaron el reflector (colocado en el acceso al local) y dejaron todos los cables colgando. Ahora colocamos una tortuguita. Calculo que no se la van a llevar”.
Es terminante al afirmar que “hay inseguridad en el barrio”.
La mujer asegura que “yo ya no tengo miedo. Lo tenía antes, pero ahora lo veo tan común... Nosotras hace cuatro meses que estamos, pero al 'Vasco' (su anterior patrón, que le vendió la llave del comercio) cuántas veces le robaron, a punta de arma y con la puerta cerrada. Si quieren robar, a ellos no les importa. Gracias a Dios, en ocho años, nunca me han robado en mi casa; pero alrededor lo ves todo”.
Situación repetida
Oscar Manuel Calvari, padre de Fernando, un repartidor asesinado el 17 de diciembre de 2007, poco antes de las 10, en Maldonado al 2000, entre Río Atuel y Santa Cruz, de Villa Nocito, considera que “hay demasiada inseguridad. En todos los barrios es lo mismo”.
Hace 16 años que el hombre vive en el sector y asegura que “robos siempre hay. Acá hay una persona a la que le pagamos la seguridad y anda toda la noche recorriendo, desde las 21 a las 6. Lo hace en moto y dentro de todo estamos más tranquilos, pero ante cualquier cosita tenemos el teléfono de él, lo llamamos y siempre viene. Es la única forma de estar tranquillos”.
Al mismo tiempo, sostiene que “ellos (en referencia a los delincuentes) están sueltos y nosotros tenemos que estar enrejados hasta en el ventiluz más chiquito”.
Calvari cuenta que “entre los vecinos tenemos que cuidarnos. Así tenemos que andar”, porque los delincuentes “son del barrio, todos conocidos. Estos son rateros, si te encuentran algo que les sirve para venderlo por diez pesos se lo llevan. Si te ven un televisor LED a través de una ventana, al otro día tenés la puerta rota porque se lo llevan. Hay que vivir a escondidas”.
Y deja otro concepto a manera de reflexión.
“Si los agarran, los meten por una puerta y salen por la otra. Y quién queda mal, el pobre policía que los lleva adentro”.
Flagelo
Otra vecina del sector, quien prefirió no identificarse, también advierte sobre la venta de estupefacientes.
“La gente común los ve. Mi hija me dijo 'mamá, es increíble cómo venden droga a plena luz del día'. Ella venía en auto y vio que había dos paraditos, vino uno en una moto y les pasó el paquetito”.
Maricruz Martínez, desde hace seis meses empleada del supermercado de propietarios chinos ubicado a mitad de cuadra de Avellaneda al 2800, pretende que “haya más vigilancia”.
“Alpatrulleroselovepasar, pero de largo; no es que está vigilando. Y la iluminación es cero. Acá hay una sola luz en esta cuadra y en aquel lado también (señalando hacia Fabián González). Pero más allá no hay ni una. Si no fuera por las casas, no se ve nada. Hay mucha inseguridad, como en todos los barrios y la gente lo comenta”.