La Nueva

El básquetbol está de fiesta

No hay en este deporte ninguna prohibició­n en materia de hinchadas. No se juega sin visitantes o a cancha vacía.

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TRES DÍAS antes de terminar 2018, se disputó el último partido de basquetbol para definir al campeón local de la temporada en primera división.

EL PARTIDO fue en el estadio Osvaldo Casanova del club Estudiante­s, “la catedral del básquet”, según se lo menciona, que mostró para la ocasión un lleno completo, poco habitual de ver a lo largo del año, pero muestra contundent­e de cómo el deporte de los cestos mantiene en nuestra ciudad una pasión única.

NO HAY en este deporte ninguna restricció­n ni prohibició­n en materia de hinchadas. No se juega sin público visitante o a cancha vacía.

ESTÁN TODOS. Cantan y gritan. Llevan sus banderas y hacen su fiesta a puro aliento y pasión. Son parte de la misma sociedad que, en el caso del fútbol, no puede disfrutar de un evento similar.

EL RESULTADO fue un gran espectácul­o, digno y propio de la capital nacional de básquetbol. Que puede no haber ganado jamás la Liga Nacional, pero que nada le ha hecho perder la pasión que se verifica en miles y miles de chicos que, bajo el mote de “pulguitas”, ya comienzan a picar una pelota naranja.

PASIÓN Y práctica que se sostiene en decenas de clubes de barrio. Distribuid­os por toda la geografía urbana. Clubes de barrio: capaces de brindar actividade­s dentro de un marco de entretenim­iento y formación que pocos pueden brindar.

QUE AYUDAN a generar identidad, a unir familias, a crear sanas rivalidade­s, a identifica­r lugares y sentires. La final que da lugar a estas líneas fue entre dos barriadas. La de Villa Mitre y la de Napostá.

AMBAS ENTIDADES tradiciona­les, repletas de historia, de años y años de ser parte de los torneos locales. El triunfador fue Napostá, club con un nombre autóctono si los hay. Fue su tercer título en la máxima categoría, uno de los 15 clubes que desde el primer torneo, en 1929, obtuvieron este privilegio.

SU NOMBRE viene de haber tenido su primera cancha a orillas del arroyo. Se instaló en la avenida Alem en 1933 y cinco años después compró el terreno. “Dejó de ser un clubcito de barrio que nacía en la temerosa orilla del arroyo para incorporar­se al concierto de los grandes”, publicó este diario.

NAPOSTÁ SIMBOLIZA el trabajo de otros tantos clubes similares. Es campeón. Y sigue siendo un clubcito de barrio. Para bien de todos.

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