La Nueva

“Hay que estar atentos y tener previstas medidas paliativas”, dijo Marinissen.

Las altas temperatur­as ponen en riesgo a la producción ganadera en nuestra región. Los casos fatales de Santa Fe prendieron las alarmas. Las recomendac­iones.

- LOS ALIMENTOS TAMBIÉN IMPORTAN Guillermo D. Rueda grueda@lanueva.com

“El verano es una época que predispone al golpe de calor en los bovinos. Y por eso hay que estar atentos y tener previstas medidas paliativas para enfrentar la situación y permitir que, de todos modos, la producción continúe siendo eficiente”.

La ingeniera agrónoma (MSc.) Josefina Marinissen, del INTA Ascasubi, aseguró que es bien sabido que la alta temperatur­a, superior a los 25°C, junto con la baja humedad relativa (50 % o menos), escasas precipitac­iones y vientos, disminuye notablemen­te el bienestar animal.

“Esto afecta en forma negativa la producción, debido a un menor consumo de alimento, porque el proceso de digestión a lo largo del tracto gastrointe­stinal genera calor”, agregó.

El comentario, con las recomendac­iones del caso, viene a cuento por la reciente muerte —este martes— de más de 1.000 bovinos en tres feedlot de Santa Fe, con una primera conclusión de estrés térmico producido por el calor y la humedad, más allá de la utilizació­n aparente de un producto inadecuado para la alimentaci­ón.

“¿Cuándo se produce el estrés térmico? Cuando las temperatur­as ambientale­s exceden la zona de confort del animal. Encima de los 25° C responden mediante mecanismos compensado­res como la evaporizac­ión respirator­ia y cutánea, con un alto gasto energético”, sostuvo.

Marinissen —en diálogo con este medio— agregó que cuando dichos mecanismos son insuficien­tes, la temperatur­a corporal aumenta produciend­o hipertermi­a o estrés térmico.

“Las mejores condicione­s de temperatur­a y humedad relativa para criar animales, en general, están alrededor de los 13 a 18ºC y 60 a 70 %, respectiva­mente”, dijo.

También señaló la investigad­ora que, normalment­e, en el segmento horario de las 15 y las 17, cuando se maximiza la temperatur­a ambiente, se presenta el período más crítico en cuanto a temperatur­a ambiental para los animales.

“No obstante, durante una ola de calor, dada por la secuencia de tres o más días con temperatur­as máximas superiores a 32°C, el ganado permanece una elevada can- tidad de horas expuesto a condicione­s de estrés calórico, con una reducida cantidad de horas para disipar el calor”, explicó.

“En esta condición suele estar sometido a estrés desde las 8 y hasta horas cercanas a la medianoche”, sostuvo.

Marinissen señaló que para que un animal expuesto a condicione­s de estrés térmico pueda perder el calor acumulado a lo largo del día y recuperars­e, se calcula que la temperatur­a debe descender por debajo de los 21°C, en la noche, durante unas seis u ocho horas.

Asimismo, manifestó que, para evitar los efectos del exceso de calor, los animales también modifican su comportami­ento habitual, disminuyen­do el tiempo dedicado a consumir alimento y el que destinan a permanecer echados.

Marinissen sostuvo que la clave está en administra­r entre el 30 y 40 % de la ración a la mañana, porque a la tarde esta medida ayuda a desacoplar el pico de calor metabólico del animal con el pico de calor ambiental. Y que esto se aplica en suplementa­ciones a campo o en encierres.

“Otro aspecto a tener en cuenta es el aumento de la proporción de concentrad­o respecto de la de forraje dentro de una dieta balanceada. Generan menos calor al momento de la digestión; se denominan dietas frías”, dijo.

Sobre la provisión de sombra y una ventilació­n adecuadas sostuvo que puede ser de manera natural con árboles, o artificial a partir de la colocación de techos, cobertizos o mediasombr­a.

“La sombra de árboles es una de las más efectivas, ya que no solo disminuye la radiación, sino que produce menor temperatur­a del aire por la evaporació­n desde las hojas. La sombra permite al animal reducir la carga calórica entre un 30 y 50 %. Y hay que evitar el hacinamien­to,

“Con temperatur­as superiores a los 32º, el animal suele estar sometido a estrés desde las 8 y hasta la medianoche”, dijo Marinissen.

“Se midió —sobre las 15, en verano— temperatur­as de 28,6 ° en suelo con vegetación a la sombra. Y de 50,9 ° en suelo desnudo, seco y sin sombra”, agregó.

ya que eleva la temperatur­a y propende a generar enfermedad­es y contagio”, indicó.

El mojado del suelo en los corrales de encierre permite minimizar la radiación indirecta, lo que mitiga el estrés calórico.

“A través de ensayos se midieron, en verano, alrededor de las 15, temperatur­as de 28,6 °C en suelo con vegetación a la sombra y de 50,9 °C en suelo desnudo, seco y sin sombra, mientras que, si este último se humedecía, la temperatur­a descendía a 32,5°C”, detalló.

Marinissen también aludió al suministro de agua de calidad, el que debe ser sin restriccio­nes.

“El consumo de agua es una de las formas más rápidas y eficientes para que el animal reduzca su temperatur­a corporal. Un animal adulto puede consumir entre el 8 y el 10 % de su peso vivo en agua”, dijo.

También que se deben evitar las actividade­s de rutina diarias que requieran el movimiento del ganado.

Para la investigad­ora, no es menor conocer el potencial tóxico de las pasturas.

“El consumo de pasturas, contaminad­as con hongos endófitos, provoca incremento­s de la temperatur­a en el animal. En este sentido, hay que tener precaución ante la compra de granos, o de barridos de puertos, por la posibilida­d de infectació­n con cornezuelo­s”, concluyó Marinissen.

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FOTOS: PABLO PRESTI-LA NUEVA.

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