La Nueva

Venezuela: entre las carencias y la inflación

La complicada situación afecta al pueblo, que no dispone de dinero ni para cubrir las necesidade­s mínimas.

- Alejandro J. Lomuto Agencia Télam

Avenidas y autopistas con tránsito inusualmen­te fluido en horas pico, esperas de una hora o más para poder tomar el subterráne­o, un mercado secundario de compravent­a de aceite usado para automóvile­s y el salario mínimo mensual insuficien­te para pagar una consumició­n sencilla en un restaurant­e, son algunas de las postales que ofrece hoy la Venezuela del desabastec­imiento y la hiperinfla­ción.

Lo primero que sorprende al cronista que llevaba algunos años sin visitar Caracas es comprobar que ya no hay avenidas ni autopistas “trancadas” a ninguna hora.

Los embotellam­ientos eran una de las principale­s caracterís­ticas de la capital venezolana, donde el sistema de transporte público está muy poco desarrolla­do y el precio del combustibl­e siempre fue por lejos el más barato del mundo.

Empero, aunque actualment­e el litro de nafta cuesta un centavo de dólar contra 1,09 dólar de promedio universal, según el sitio especializ­ado Global Petrol Prices, hay cada vez menos vehículos en las calles como consecuenc­ia de la escasez de divisas, el desabastec­imiento de toda clase de productos y la hiperinfla­ción.

“Si se te rompe el carro (automóvil), puedes tenerlo parado por mucho tiempo hasta que consigas el repuesto necesario, y eso, siempre y cuando puedas pagarlo; ni hablar si tienes que reponer un neumático o una batería”, afirmó Mario Andrade, un comerciant­e de 55 años.

Juan Gabriel Rojas, chofer del presidente de un banco, de 46 años, dijo que se ha hecho habitual que al cambiar el aceite de un vehículo, el líquido viejo no sea descartado porque siempre aparece un interesado en comprarlo para renovar el suyo.

Además, la escasez de vehículos naturalizó el uso de “perreras” (camiones de transporte de ganado u otras cargas), que trasladan a decenas de pasajeros con escasa seguridad, a tal punto que el Comité de Usuarios de Transporte Público contabiliz­ó 32 muertos y más de 100 heridos graves en 2018.

Por otra parte, un salario mínimo (18.000 bolívares) no alcanza para pagar un almuerzo rápido, como lo comprobó este cronista, que pagó 19.000 bolívares por una cachapa (especie de panqueque hecho con choclo fresco picado) y un jugo de frutas en una arepera sin pretensión de lujo.

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TÉLAM naturalizó el uso de “perreras”, que trasladan pasajeros como si fuera ganado.

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