Venezuela: entre las carencias y la inflación
La complicada situación afecta al pueblo, que no dispone de dinero ni para cubrir las necesidades mínimas.
Avenidas y autopistas con tránsito inusualmente fluido en horas pico, esperas de una hora o más para poder tomar el subterráneo, un mercado secundario de compraventa de aceite usado para automóviles y el salario mínimo mensual insuficiente para pagar una consumición sencilla en un restaurante, son algunas de las postales que ofrece hoy la Venezuela del desabastecimiento y la hiperinflación.
Lo primero que sorprende al cronista que llevaba algunos años sin visitar Caracas es comprobar que ya no hay avenidas ni autopistas “trancadas” a ninguna hora.
Los embotellamientos eran una de las principales características de la capital venezolana, donde el sistema de transporte público está muy poco desarrollado y el precio del combustible siempre fue por lejos el más barato del mundo.
Empero, aunque actualmente el litro de nafta cuesta un centavo de dólar contra 1,09 dólar de promedio universal, según el sitio especializado Global Petrol Prices, hay cada vez menos vehículos en las calles como consecuencia de la escasez de divisas, el desabastecimiento de toda clase de productos y la hiperinflación.
“Si se te rompe el carro (automóvil), puedes tenerlo parado por mucho tiempo hasta que consigas el repuesto necesario, y eso, siempre y cuando puedas pagarlo; ni hablar si tienes que reponer un neumático o una batería”, afirmó Mario Andrade, un comerciante de 55 años.
Juan Gabriel Rojas, chofer del presidente de un banco, de 46 años, dijo que se ha hecho habitual que al cambiar el aceite de un vehículo, el líquido viejo no sea descartado porque siempre aparece un interesado en comprarlo para renovar el suyo.
Además, la escasez de vehículos naturalizó el uso de “perreras” (camiones de transporte de ganado u otras cargas), que trasladan a decenas de pasajeros con escasa seguridad, a tal punto que el Comité de Usuarios de Transporte Público contabilizó 32 muertos y más de 100 heridos graves en 2018.
Por otra parte, un salario mínimo (18.000 bolívares) no alcanza para pagar un almuerzo rápido, como lo comprobó este cronista, que pagó 19.000 bolívares por una cachapa (especie de panqueque hecho con choclo fresco picado) y un jugo de frutas en una arepera sin pretensión de lujo.