Diagonales platenses
Ricardo Salas
La polarización de la elección presidencial avanza de la mano del macrismo y el frente opositor peronista. En el “campamento de meditación” de Juntos por el Cambio -ex Cambiemos- apelan al miedo por el regreso de Cristina para atraer al electorado, aún cuando la profunda crisis económica crece como disparador del malhumor social.
En la Provincia, la gobernadora María Eugenia Vidal tendrá la chance de revalidar su título de “mejor
candidata” del oficialismo en la “gran encuesta” que representan las primarias de agosto.
Una semana pasó ya del cierre de listas. Y más allá de los nombres y las alianzas, lo que ha quedado sedimentado como un tema común tanto en Nación como en Provincia, es el sistema de votación.
Las PASO, que son un mecanismo de selección de candidatos por espacios o partidos políticos, a la vez que un filtro para aquellos partidos que no alcanzan el 1,5 % de los votos, en verdad se ha usado muy poco desde su implementación.
En estas elecciones sólo va a llevarse adelante en las categorías municipales, y en algunos pocos casos, seccionales. El resto no va a presentar alternativas, por lo menos en los partidos políticos más representativos.
Tanto es así, que desde el oficialismo se han presentado iniciativas parlamentarias para suspender la elección en los lugares y en los niveles donde no haya competencia. Intento tardío de no pocos legisladores radicales, y con pocas chances de prosperar.
De hecho, el macrismo desde la Casa Rosada detectó el riesgo de exponerse a una discusión sensible en plena campaña y procuró desinflar el debate.
Este avance de un sector del oficialismo para intentar frenar la elección desnuda una vieja costumbre de la dirigencia vernácula: adaptar las reglas al gusto y la necesidad del momento. Lo hizo el kirchnerismo y ahora lo hace Juntos por el Cambio.