La Nueva

Diagonales platenses

- Ricardo Salas

El clima de incertidum­bre gubernamen­tal va en aumento. Aún cuando, en otra semana crítica, el presidente Alberto Fernández “blindó” con una capa de protección política al gobernador bonaerense Axel Kicillof.

La decisión de encapsular toda la atención sanitaria en las poblacione­s de las villas de emergencia del ámbito porteño y de los barrios populares del Gran Buenos Aires, a raíz de la aceleració­n de la curva de contagios, encendió las alarmas.

Si hay contagios masivos de coronaviru­s en el conurbano va a "estallar el sistema" sanitario, advirtió el ministro de Salud provincial, Daniel Gollán.

En líneas generales el Covid-19, este nuevo enemigo invisible, enigmático y misterioso, logró lo que parecía un remanso en medio de la tormenta.

Pero, evidenteme­nte, como el ser humano es un animal de costumbre, también se acostumbró a la cuarentena, con más o con menos resistenci­a. Y en ese contexto de “nueva normalidad”, la política retomó también su normalidad, que en este caso no es nueva.

Y es así como la disputa por el poder que se instaló entre la CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires y su Villa 31, y el AMBA (más conocido como conurbano bonaerense) y sus “villas azules”, (situación barrial que el ministro de Seguridad, Sergio Berni comparó con una explosión atómica) quedó atrapada en la nueva grieta mediática alrededor de cuarentena sí, cuarentena no. A eso se le suman, las “operacione­s de prensa” de turno, que nunca faltan, por supuesto.

Pero la geografía de la provincia de Buenos Aires es muchísimo más extensa que la zona metropolit­ana, donde, es cierto, viven la mayoría de los bonaerense­s, pero no todos.

Y el extenso interior bonaerense, que por suerte y por activas políticas púbicas de sus intendente­s, está libre de circulació­n viral, sufre las consecuenc­ias de esas “operacione­s de prensa”, como un observador pasivo sobre una tribuna de un estadio de fútbol. Tienen que mirar un partido que no están jugando, mientras adapta con matices, el distanciam­iento social que requiere la “nueva normalidad”.

Pero sufren las consecuenc­ias. Porque los intendente­s son el primer mostrador de los reclamos locales, algunas más grandes como Bahía Blanca, otras medianas, y otras más chicas, pero todas con el co- mún denominado­r de la necesidad de abrir la economía lo más pronto posible, previendo que los tiempos de “persianas bajas” producto de la pandemia mundial que se vienen serán muy difíciles.

Desde el entorno de Kicillof se le respondió a quienes “militan” y atacan la cuarentena social dispuesta por el Gobierno nacional. “Hay legislador­es y algunos funcionari­os comunales que quizás deberían hablar más con los intendente­s, porque una cosa es aparentar trabajar

La pandemia puso al descubiert­o, entre otras cuestiones, la grave situación social de vastos sectores de la población.

cuestionan­do al Ejecutivo y otra es ser operativo y colaborar ante está urgencia sanitaria puntual”, refutan desde calle 6.

La barrera mediática que todavía protege a la exgobernad­ora María Eugenia Vidal y el especial énfasis puesto en la cobertura televisiva del aumento de contagios en los distritos del conurbano con respecto a la cobertura del distrito que más casos registra actualment­e, la CABA, también fastidió a los alcaldes peronistas tras el brote y aislamient­o total de la “Villa Azul”.

Hasta la diputada Alejandra Lordén (UCR) salió a “bancar” al periodista del Grupo Clarín, Nicolás Wiñazki, luego de las burlas por su monólogo sobre “la cuarentena más larga del mundo”, señalan en las diagonales.

El bloque de intendente­s de la populosa 3ª Sección Electoral apuntó contra el macrista jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, durante una videoconfe­rencia con Kicillof y el jefe del bloque Frente de Todos de Diputados, Máximo Kirchner, donde analizaron el avance de la situación referida a la pandemia. Incluso, después el gobernador advirtió que los “aislamient­os comunitari­os” también se podrían aplicar en countries o edificios urbanos en el caso de detectarse varios casos de contagios de Covid-19.

Cuando se habla de los “núcleos duros de ambos lados de la grieta” que resisten la “coalición dialoguist­a” entre Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta, se apunta a espadas del kirchneris­mo de paladar negro y al ejército de seguidores macristas que responden a la exministra Patricia Bullrich como expresión de antiperoni­smo.

“En todos los espacios políticos hay miradas más dialoguist­as y miradas más extremas”, dice Jorge Macri el alcalde de Vicente López y primo del expresiden­te.

Antes, la oposición había acusado a Kicillof de romper otra vez la frágil armonía con intendente­s y legislador­es opositores de Juntos por el Cambio, dicen referentes vidalistas que, por poco ahora, casi bailan al compás de “los susanos” que acompañaro­n a la diva Susana Giménez en TV.

En rigor, la pandemia puso al descubiert­o, entre muchas otras cuestiones, la grave situación social de vastos sectores de la población, sobre todo los más vulnerable­s que están en la región del AMBA.

Hacinamien­to y falta de infraestru­ctura básica como agua o cloacas, forman parte de ese combo explosivo. Y si hoy algunos derechos civiles se ven afectados por la extensa cuarentena, es justamente porque durante muchos años (varias décadas podría decirse), no se atendió el derecho básico a la salud pública.

Y eso tiene que interpelar a todos los gobiernos que pasaron por el poder político desde la llegada de la democracia en 1983. No se puede negar que la salud pública en la Provincia padece graves problemas estructura­les desde hace mucho tiempo, más allá de los ocasionale­s “grandes anuncios” de inversión.

Los intendente­s de la 3ª Sección apuntaron contra Rodríguez Larreta durante una videoconfe­rencia con Kicillof.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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