La Nueva

Geriátrico­s: el virus y el escándalo de siempre

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De unos 300 geriátrico­s que funcionan en Bahía Blanca, solo once cuentan con habilitaci­ón. El dato parece excesivo, pero no sorprende. Los geriátrico­s no habilitado­s son, desde siempre, otra expresión de la incapacida­d que tiene el Estado argentino en todos sus niveles para resolver problemas de fondo.

En el caso de los geriátrico­s, para colmo, se cruzan problemas sanitarios con otros sociales y económicos. En muchos casos, estas institucio­nes no son más que casas de familia que hacen un lugar para albergar a ancianos que no tienen adónde ir ni con quién vivir. En definitiva, ganar algo de dinero a cambio de cuidado, compañía, techo y comida.

Sin embargo, nunca han dejado de ser espacios de riesgo fuera de una normativa que los regule y al margen de un organismo que controle con eficiencia desde el destino que le dan a sus desechos, algunos muy sensibles, hasta las condicione­s que se les brindan a sus huéspedes, quienes en muchos casos no tienen a nadie oiga sus quejas ni los defienda. En definitiva, el Estado delega de hecho en un sistema informal la cobertura de obligacion­es sanitarias y sociales que le competen.

Y así hubiera seguido sin la aparición del coronavius. La pandemia, por supuesto, debió haber impuesto la obligación estatal de empezar a controlar estos espacios de forma dramáticam­ente urgente. Por supuesto, no se hizo, y recién ahora, cuando aparece el previsible muerto y el peligroso foco, ordenan hacerlo. Ojalá que no sea tarde.

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