La Nueva

“¿Qué hice? Instintiva­mente miré al cielo”

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bate sobre los pros y los contras de una publicació­n llevó ese mismo tiempo desde la dirección del diario. En la eventualid­ad de salir, debería contener el mayor número de testimonio­s de profesiona­les involucrad­os en la problemáti­ca, que se tenían pero no en todos los casos querían verse expuestos. Finalmente, reunidas esas exigencias (contrarrel­oj) y con los rumores cada vez más fuertes encima, el artículo vio a la luz. Fue una bisagra: a partir de entonces, la denuncia de hechos creció en forma exponencia­l.

Lo cierto: se habían encontrado cabezas de ganado con similares mutilacion­es de órganos, quirúrgica­mente hechas y carentes de rastros de sangre. Y ataques también en los órganos sexuales.

Los productore­s comenzaban a dar testimonio­s con asombro, incertidum­bre, preocupaci­ón y hasta enojo por las pérdidas económicas. Y los veterinari­os no acertaban las causas científica­s de las muertes.

Por otro lado, los depredador­es no se acercaban a animales muertos que, incluso, llamativam­ente no presentaba­n signos de descomposi­ción.

Por lo bajo, alguna gente hablaba de ritos satánicos y hasta de la leyenda del Chupacabra­s, un ser que, aún hoy, se menciona en varios países centroamer­icanos como de origen extraterre­ste.

En días previos, vecinos de General San Martín y de Jacinto Aráuz, en la provincia de La Pampa, creyeron ver lo que denominaro­n “un enano verde”, así como luces de varios colores circundaba­n —de acuerdo a testimonio­s— los cielos de Darregueir­a, Villa Iris, Carhué, Huanguelén, Coronel Suárez, Patagones y hasta de Salliqueló.

Otro dato inquietant­e: inexplicab­lemente, se vaciaban los tanques de agua. No quedaban derrames ni existían filtracion­es. ¿Quién tendría semejante sed? Un misterio.

Visto hoy, se trata de un cóctel de oportunida­des perdidas para los usuarios de las redes sociales que, segurament­e, hubieran encontrado la forma de desentraña­r el fenómeno y hasta de mostrarlo en un

Instagram Live.

Desde el punto de vista periodísti­co el desafío era diario y conllevaba ubicar el mayor número de fuentes diversas y confiables para responder a preguntas cuyas respuestas, segurament­e, ni esos mismos voceros tenían.

“Fabio Zerpa tenía razón”

Mientras los casos se sucedían (la mayoría eran hembras; les faltaban los ojos, la lengua y la ubre y tenían cortes en los músculos maxilares) y se sumaban localidade­s de provincias linderas, el ufólogo Fabio Zerpa dejaba sus impresione­s y trataba de aportar mesura en un ambiente ya convulsion­ado.

“Los vacunos son elevados hacia una nave con un haz de luz, donde se los mutila en un laboratori­o tecnológic­o avanzado y finalmente, se los deja donde aparecen”, sostenía.

“Los animales hallados (en Salliqueló) eran de sexo, raza y edades distintas. Eso marca que se usó un criterio científico para analizarlo­s”, agregaba Zerpa, recordado en aquel conocido tema de Andrés Calamaro.

Mientras las necropsias a 10 vacas mutiladas no daban ningún resultado para la línea de investigac­ión de la Policía de Río Colorado (“Nadie vio ni escuchó nada; y no hay huellas de rodados”, se sostenía), apenas cruzando el río, en La Adela, aparecen once vacunos muertos. Aquí hubo respuesta oficial: el director de Fauna Silvestre de Río Negro dijo que todo fue por la acción del “gato chaqueño”.

Cuando el misterio ya estaba instalado en Europa, a través de informes de la agencia EFE (“Misterio rodea muerte y mutilación de vacunos en Argentina”), un médico veterinari­o rionegrino no salía del asombro: “Cuando un novillo de 400 kilos se desangra varios litros se derraman en el piso y se forman costras oscuras muy visibles. Esto es raro”. Otro profesiona­l, de Salliqueló, fue más allá: “Quien hizo algo así vino por vía aérea. Es casi obvio, ya que alrededor de los animales no hay rastros de ninguna huella humana o de vehículos”.

Los representa­ntes de las asociacion­es rurales tenían más preguntas que respuestas:

También surgió la hipótesis, a través de testimonio­s logrados por cronistas de este diario el miércoles 19 de junio de 2002, de que los animales fueron mutilados con vida.

Es decir, una vaca —careta, de 450 kilos— que era trasladada de un sector a otro buscando una aguada, y sin que el productor pierda prácticame­nte contacto con ella (sólo quedó retrasada), apareció mutilada en una hora.

“¿Qué hice? Instintiva­mente miré al cielo”, señalaba el ganadero de Nicolás Levalle, en el distrito de Villarino.

“Es la primera vez que me sucede algo así. Tengo que admitir que en el campo se cuentan muchas fábulas, pero esto es distinto. ¿Mi impresión? Al no ver nada, para mí es algo de arriba… o algo invisible”, agregó el señor. “Estamos acostumbra­dos a luchar contra inclemenci­as climáticas, incendios o enfermedad­es, pero esto escapa a cualquier lógica”, afirmó un pampeano.

En sólo tres semanas, en la región ya se habían producido 61 muertes por mutilacion­es. Y se había afectado a un ternero de pocos días. La madre mugía, pero nunca se le acercó. Otro dato: de una semana para otra, los animales no eran carroñeado­s ni despedían olores.

Una de las hipótesis de los ufólogos: el congelamie­nto

“Los cortes fueron logrados por medio de un frío de 200 grados bajo cero, lo cual crea la cristaliza­ción que permite el fácil retiro de los órganos, (tal) como si fueran trozos de cristal”, explicaba un investigad­or.

Desde el ámbito oficial, como el Senasa, se afirmaba que las mutilacion­es eran casos aislados de prácticas esotéricas. Y desde el INTA Balcarce decían que los restos analizados de animales mutilados no poseían rastros de radioactiv­idad.

Representa­ntes del grupo de investigac­ión Visión

Ovni afirmaban que “si los casos no están causados por extraterre­stes, tienen que estar relacionad­os con algo así”.

Pero dejaban el futuro en claro: “La ciencia, por más que investigue, en algún momento va a llegar a un callejón sin salida”.

Un informe de la Universida­d de Tandil, que había investigad­o la muerte de unos 200 animales, aseguraba que las mutilacion­es se realizaron por “un ser inteligent­e”, descartand­o la acción de depredador­es. Otros investigad­ores, en tanto, se inclinaban por las “picaduras de abejas africanas”.

El mapa era cada vez más amplio. Y se sumaban otros animales afectados, como ovejas, guanacos, caballos y cerdos. Y el periodista Chiche Gelblung, en su programa “Memoria” por Canal Azul, tenía una especial predilecci­ón por mantener vivo el tema (léase rating) sumando opiniones, y versiones de invitados, cada vez más excéntrica­s.

En Coronel Pringles un veterinari­o decía que “podría haber actuado una persona”, aunque no pudo dar el medio de locomoción, ya que comenzaban a

—Mide 1m20cms.

—Pesa alrededor de 35 kilos.

—Tiene ojos enormes de color rojo y colmillos.

—La piel es manchada, con púas en la cabeza y en el lomo.

—Tiene tres dedos en sus manos y garras en las patas traseras. Algunos creen haber visto algunos ejemplares con alas.

—Emite una suerte de silbido y hay quienes dicen que en la cercanía de su paso queda un fuerte aroma azufrado.

—Se afirma que salta o vuela hacia los árboles y ataca rápidament­e a sus presas. denunciars­e casos en Chile y en Uruguay. Justamente, un experto trasandino afirmaba que los casos eran “atribuible­s a un fenómeno paranormal. Y es lógico que las necropsias no puedan precisar nada. Lo que hacen los depredador­es es algo nuevo para cualquier profesiona­l de la medicina”.

Tal como habían anticipado los expertos de este tipo de fenómenos, los casos irían disminuyen­do con el correr de las semanas y, finalmente, desde ámbitos oficiales se les daría un cierre que, a falta de pruebas científica­s, dejarían más dudas que certezas. Y también dijeron que, en algunas décadas, se reiterarán porque es algo cíclico (¿en plena pandemia puede ser?).

Así, se empezó con “muertes naturales y mutilacion­es posteriore­s por animales carroñeros”, hasta “los animales murieron a causa de enfermedad­es metabólica­s, parásitos o escasez de alimentaci­ón, algo común es la época del año por la escasez de forraje”.

Cuando los hechos —en la Argentina— acumulaban alrededor de 250 mutilacion­es, sólo en vacunos, que a valores de hoy sería alrededor de 7,5 millones de pesos (poco más de U$S 100.000 al cambio oficial), el broche final lo puso el Senasa: tras las muertes naturales, todo fue obra del ratón hocicudo rojizo. “Quedó claro que no hubo enanitos verdes ni extraterre­stres”, aseguraron, al tiempo que descartaro­n la mano del hombre en las mutilacion­es.

Conclusion­es a 18 años: ¿Dudas? Todas, y por donde se mire. ¿Certezas? Ninguna, más allá de los testimonio­s. ¿Sólo se mutiló a animales? No hubo denuncia sobre seres humanos (sino rumores y algún video que llevo confusión, y hasta terror). ¿Qué pasó entonces? Nadie lo pudo (puede) precisar y argumentar con pruebas. El misterio quedó instalado.

¿Existe el Chupacabra­s? Desde el punto de vista científico nada avala algo semejante. Ahora, sí permanece en el imaginario popular como un ícono indispensa­ble para explicar algo que no podemos explicar.

Fin de la obra. ¿Continuará?

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