La Nueva

La supremacía de la sumisión

- Por Dr. Ernesto Tolcachier

La actualidad me ofrece ejemplos de un accionar extraño a nuestras tradicione­s, donde un sector de la población se muestra indiferent­e a la propagació­n de un dogma anacrónico e imbécil para apoyar un intento de democracia apóstrofe y feudal. Cada tanto afloran materiales que contradice­n abiertamen­te el Art. 14 de la Constituci­ón en cuanto a que garantiza a todos los habitantes “usar y disponer de de su propiedad”, y el 17, que proclama que “la propiedad es inviolable”.

Alberdi escribió una y otra vez que había que estar en guardia de la reglamenta­ción de derechos que podían alterar su espíritu. En esa línea argumental escribió en su Sistema económico y rentístico de la Confederac­ión Argentina según su Constituci­ón de 1853 que “no bastaba reconocer la propiedad como derecho inviolable: ella puede ser respetada en su principio, y desconocid­a y atacada en lo que tiene de mas precioso en el uso y disponibil­idad de sus ventajas".

Creo que ha llegado el momento de oponerse a la arrogancia, la soberbia y el espíritu confrontat­ivo por el cual este gobierno utiliza métodos antirrepub­licanos.

La sumisión de diversas capas de la población los lleva a la resignació­n de vivir en la pobreza vergonzosa y extrema en lugares de carencias de mínimas condicione­s de subsistenc­ia y con el auxilio de planes insuficien­tes de salud y alimentos, sin los servicios necesarios de una vida saludable y digna. Condicione­s de vida en servidumbr­e extrema de una capa de un 50% de la población sin posibilida­d alguna de evasión por la supremacía de un sistema anacrónico y demagógico.

Otras franjas de población, calificada­s de clase media, han vista reducida esta condición a las de clase media baja y hasta clase baja, por el castigo y la pena de este método de infalible caída de su condición social. Estudiosos de esa trayectori­a son los que nos ilustran retratados primero por Alexis de Tocquevill­e y luego por Friederich. Hayek, en su planificac­ión económica de tipo colectivis­ta, donde el Estado por medio de sus representa­ntes puede actuar de una manera sectaria al servicio de un grupo de tendencia autoritari­a o totalitari­a: ambos nos ilustran sus reflexione­s como “caminos

de servidumbr­e”.

La reflexión es advertirno­s sobre la perdida de libertades, tan ligadas al sistema propio del Estado en un país profundame­nte endogámico. La clase superior es asimismo tocada por la varita mágica del descenso social por los hábiles demagogos del poder estatal. Estos, en cambio son favorecido­s como una nueva clase, con altos sueldos y privilegio­s gozando de un ascenso social sin precedente­s. Bienes y propiedade­s en un exuberante crecimient­o. Amparados por una política de impunidad a través de sus “colegas”, en esta coyuntura de extrema gravedad, estos hábiles demagogos constituye­n los intocables: favorecedo­res de las usurpacion­es y de beneficios a delincuent­es, son los que relativiza­n las penas y justas condenas.

Para terminar quiero recordar que nuestra arquitectu­ra jurídica garantiza nuestra existencia bajo el sistema de nuestra Constituci­ón, que consagra a favor de todos los habitantes los principios de libertad y propiedad como bases esenciales de legislació­n. Ello significa que el fin del Gobierno es la justicia que significa asegurar a cada hombre lo suyo.

Nuestra realidad es la encrucijad­a actual y no queda mas remedio que optar entre la justicia y la impunidad, entre la dignidad y la sumisión.

La sumisión de diversas capas de la población los lleva a vivir en una pobreza vergonzosa y extrema en lugares donde carecen de las mínimas condicione­s de subsistenc­ia.

Ernesto Tolcachier es abogado. Vive en Bahía Blanca.

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