José María Morelos: el México insurgente
San Martín en el extremo sur, Bolívar en el norte de Sudamérica y Morelos en lo que era aún el virreinato de Nueva España son tres figuras claves de la independencia americana.
El protagonista de esta historia no es un militar –como Bolívar, Artigas, O’Higgins, Sucre o San Martín−, sino un cura: José María Morelos.
Morelos planteaba un gobierno popular representativo, estipulaba la forma republicana y establecía la división de poderes.
En 1813, año que comienza a funcionar la Asamblea Constituyente que concentra el poder en Buenos Aires y empieza a perfilarse la campaña de San Martín a Chile con el respaldo de la Logia Lautaro, en el extremo norte de Sudamérica, el cabildo de Mérida le concede a Simón Bolívar el título honorífico de “Libertador” que, poco después la será ratificado en Caracas. Pero a principios de 1814 el capitán de milicias español José Boves, famoso por su valentía pero también por su crueldad, inició operaciones con sus “llaneros”, tropas autóctonas de los Llanos venezolanos, que fueron autorizadas al saqueo y al pillaje. Frente a un enemigo implacable que ejecutaba a todos los prisioneros, las fuerzas de Bolívar se fueron debilitando. De modo que, ante la falta de medios para combatirlos, en julio de 1814 Bolívar decidió retirarse con las fuerzas que le quedaban hacia el Oriente venezolano, y unir fuerzas con Santiago Mariño otro de los grandes pró- ceres de la Independencia de Hispanoamérica.
En los mismos tiempos del éxodo caraqueño y el retroceso de la revolución venezolana que obliga a Bolívar a abandonar el país, México vivió también uno de los episodios más importantes de la lucha por su libertad que, coincidentemente, terminó en una fuerte derrota. El protagonista principal de esta historia no es, sin embargo, un militar –como Bolívar, Artigas, O’Higgins, Sucre o San Martín−, sino un cura -que se hizo militar por la fuerza de los hechos−: José María Morelos; y los nombres de las localidades, con voces mexicas, un poco más difíciles de pronunciar para las lenguas latinas. Pero el momento es el mismo, 1814 cuando, tras una fuerte rebelión, el Congreso de Chilpancingo promulga la Constitución de Apatzingán.
El Congreso había mudado sus sesiones debido a las persecuciones a que los sometía el ejército realista de Félix María Calleja. La vigencia del “Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana” fue efímera, pero el paso estaba dado y los insurgentes tuvieron una ley propia para aplicar en los territorios bajo su control.
Del grito de Dolores al Supremo Congreso
Un primer alzamiento de los pueblos originarios y de mestizos del actual México había sido liderado por el sacerdote y militar Miguel Hidalgo, que había lanzado el “Grito de Dolores”, el 16 de septiembre de 1810 con el que comenzó abiertamente la lucha por la independencia. Esa lucha, tras una serie de triunfos, comenzó a declinar a principios de 1811. Entre junio y julio, Hidalgo y otros líderes fueron apresados y ejecutados: varios de ellos fueron exhibidos con sus cuerpos decapitados y sus cabezas enjauladas. Tomó la posta entonces José María Morelos que, desde Acapulco, hizo un llamado a reunir un Congreso: el “Supremo Congreso Mexicano” se instaló el 14 de septiembre de 1813 día en que Morelos presentó un documento titulado “Sentimientos de la Nación” que declaraba la independencia total de la “América Mexicana” y constituía un completo programa para la independencia nacional. El texto destacaba que, dada la ocupación de España por parte del ejército napoleónico y la cautividad del Rey, América debía recuperar la soberanía usurpada por los invasores franceses porque la unión entre los dominios ultramarinos y la metrópoli quedaba disuelta: las mismas ideas de “retroversión de la soberanía” que se habían rubricado en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 en la lejana Buenos Aires.
Avanzando más aún, Morelos planteaba la formación de un gobierno popular representativo, estipulaba la forma republicana y establecía la división de poderes y prohibía la esclavitud y la división de la población en castas. El 6 de noviembre se juró –obsérvese el título− el “Acta Solemne de la Declaración de la Independencia de la América Septentrional”. Recuérdese que, por entonces, buena parte del sur y el oeste del actual Estados Unidos eran por entonces territorio mexicano, de lo que dejan constancia los nombres de muchas ciudades, como San Antonio –donde jugó y vivió Manu Ginóbili– Santa Mónica, San Francisco y Los Ángeles.
La Constitución de Apatzingán
Finalmente, el 22 de octubre de 1814 se aprobó la Constitución de Apatzingán que, si bien abrevaba en la Constitución liberal de Cádiz, era, a diferencia de aquella, de neto corte republicano. Estableció que “la soberanía” reside en el pueblo, se ejerce mediante la representación compuesta de diputados de la nación elegidos por los ciudadanos y consiste en la facultad de dictar leyes y establecer la forma de gobierno que más convengan a los intereses de la sociedad. La división de poderes estaba garantizada: no debían ejercerse ni por una sola persona ni por una misma corporación y la igualdad ante la ley asegurada: todos los nacidos en América eran considerados ciudadanos. Asimismo, consistente con el pasado prehispánico y la fuerte presencia y multiplicidad de comunidades y culturas aborígenes, se establecía un régimen federal estructurado en provincias. La aceptación de la diversidad étnica y cultural no alcanzó, sin embargo, al culto: todos los documentos y la propia constitución establecieron al catolicismo como única religión oficial.
La vigencia de esta Constitución fue fugaz y limitada a los territorios en los que se logró imponer al nuevo gobierno o “Gobierno Supremo” compuesto por Morelos, José María Cos y José María Liceaga. El triunvirato insurgente estableció relaciones con los Estados Unidos, nombró un embajador y un cónsul para Nueva York y diseñó la primera bandera de guerra de la nueva nación.
La contrarrevolución monárquica
El retorno de Fernando VII al poder en 1814 permitió que muchas de las fuerzas que habían combatido en la Guerra de la Independencia de España contra el ejército napoleónico se trasladaran a México fortaleciendo las fuerzas del amenazado virreinato. En julio de 1815 los realistas lograron reconquistar Oaxaca y Acapulco, distritos estratégicos, lo que obligó al Congreso a trasladarse a Puebla. La contraofensiva monárquica tuvo éxito más pronto que tarde: su inspirador fue apresado en Tezmalaca, Puebla y fusilado el 22 de diciembre de 1815.
El transitorio triunfo, como en casi toda la América hispana durante ese año, no impedirá que, bastante tiempo después, la “América Mexicana” consumara su independencia, primero con el nombre de Imperio Mexicano y, a la postre, configurando los Estados Unidos Mexicanos.
1815 es un año clave en la historia americana: Hidalgo y Morelos, los dos curas revolucionarios de México, ejecutados; Bolívar, exiliado en una isla del Caribe y España, por su lado, organizando una enorme armada que con todo el apoyo de la reaccionaria “Santa Alianza”, hará “tronar el escarmiento” de los audaces independentistas americanos con el objetivo de hacer desaparecer del Nuevo Continente todo vestigio de republicanismo y democracia representativa.
Volvamos ahora la mirada hacia el Cono Sur. También en Chile y el Alto Perú se viven derrotas importantes y todo parece indicar un fortalecimiento de la contrarrevolución realista. Los españoles reconquistan Chile desde su triunfo en Rancagua, en octubre de 1814 y “pacifican” a sangre y fuego el Alto Perú con su triunfo en Sipe-Sipe, en noviembre de 1815.
Pero ese es también el año en el que San Martín entrena a sus granaderos a caballo y comienza a entramar su Ejército de los Andes: en 1814 el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio Posadas designa a San Martín gobernador de la Intendencia de Cuyo, con capital en Mendoza y el Libertador concentra sus esfuerzos en los preparativos para la campaña al Perú.
Las derrotas de 1814 y 1815 comenzarán a revertirse en adelante. En 1816 el Congreso de Tucumán declara la independencia de las “Provincias Unidas en Sudamérica” y a principios de 1817 el triunfo en Chacabuco anima a la lucha continental. Miles de criollos patriotas lucharán con denuedo hasta diciembre de 1824 cuando, en las pampas de Ayacucho, se firme el definitivo triunfo americano y la independencia de todo un continente. La epopeya americana que unió a Bolívar y San Martín se escribió también con la sangre de Hidalgo Morelos, dos heroicos curas mexicanos.