La Nueva

Las caravanas migrantes de Centroamér­ica, sin freno pese a la pandemia

Tampoco el cierre de fronteras impide que grandes columnas de personas abandonen sus países en un intento de huir de la pobreza. Desafían los contagios y la violencia.

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A los riesgos habituales de la travesía, como ser víctima del crimen organizado y la trata de personas, alas caravana sd emigrantes que parte cada año desde Centroamér­ica hacia Estados Unidos se les sumó el coronaviru­s y el cierre de fronteras, aunque “ni la pandemia, ni sus consecuenc­ias detienen el desplazami­ento forzado”, afirmó Angelita Caredda, directora de Norte de Centroamér­ica y México para el Consejo Noruego para Refugiados.

La última gran columna partió a mitad de enero desde el norte de Honduras, en un intento de huir de la pobreza, la violencia y la crisis dejada por el paso de dos huracanes en noviembre, y

con la esperanza de que haya una flexibiliz­ación de las políticas migratoria­s tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca Sin embargo, a los pocos días la procesión fue frenada a golpes de palos y gases rimó gen os por militares y policías de Guatemala en el departamen­to fronterizo de Chiquimula. La autorizaci­ón para el uso de la fuerza partió de un decreto del presidente guatemalte­co Alejandro Giam- mattei, con el argumento de evitar la propagació­n de la Covid-19 detectada en una veintena de integrante­s de las caravanas de unas 7.500 personas, entre ellos familias enteras con niños. “Las autoridade­s guatemalte­cas identifica­ron casos positivos entre la población que se movilizaba desde Honduras y que se encontraba en Chiquimula. Pese a esta situación, el temor por la expansión de la Covid-19 no puede ser una causante de deportació­n”, afirmó Caredda

“Los retos para garantizar la salud de la población pueden y deben abordarse sabiendo que personas solicitant­es de asilo que huyen en estas caravanas no sólo pueden encontrar la muerte por el virus, pero también si son deportadas a sus lugares de origen ”, agregó la directiva del aONGhumani­t aria con presencia en 30 países.

Tras la represión, la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) pidió evitar el uso de la fuerza “injustific­ada o excesiva contra migrantes, solicitant­es de asilo o refugiados”, y el Secretaria­do Episcopal de Centroamér­ica, que representa a obispos de la región, instó a los Gobiernos a “no vulnerar sus derechos humanos y tener una actitud profundame­nte humanitari­a”.

Pese a que el derecho internacio­nal obliga a los países a proteger a solicitant­es de asilo y refugiados, autoridade­s de Estados Unidos, México y Guatemala acordaron prohibir el paso de las caravanas de migrantes debido a la pandemia.

Sin embargo, el argumento de la emergencia sanitaria no parará el flujo migratorio, como explicó Ceredda: “Ni la pandemia, ni las consecuenc­ias de la pandemia han detenido el desplazami­ento forzado. Ni las cuarentena­s, ni las medidas de distanciam­iento social propuestas por los Gobiernos frenaron los reportes de amenazas, intimidaci­ones o extorsione­s de grupos criminales”.

“Una persona que durante la cuarentena es amenazada tiene dos opciones: quedarse y cumplir con las medidas impuestas por su Gobierno y pagar el precio de las amenazas o huir y romper con la cuarentena. Cientos de personas no tienen otra opción que huir”, añadió.

Así como la pandemia llevó a los países a intensific­ar los controles en sus fronteras, también agravó la pobreza: el PBI de Honduras, punto de partida de las caravanas, se contrajo a la cifra récord de 10,5% en 2020, según admitió el presidente Juan Orlando Hernández, muy cuestionad­o por la gestión ante el coronaviru­s y la crisis económica.

En noviembre del año pasado la ya difícil situación empeoró con el paso de los huracanes Eta e Iota que afectó a al menos 5,5 millones de personas en Centroamér­ica, más de la mitad en Honduras (2,8 millones), según las cifras difundidas por el Consejo Noruego para los Refugiados que trabaja en el terreno para brindar asistencia.

Las consecuenc­ias fueron devastador­as, relató Caredda: “Comunidade­s enteras fueron inundadas y miles de familias afectadas perdieron sus casas y todos sus bienes. Personas que no lograron acceder a los alojamient­os de emergencia pasaron a vivir en la calle, debajo de puentes y en los costados de las rutas. Estas personas necesitan ser asistidas y protegidas, no es el momento de dejar a nadie atrás”.

La representa­nte de la ONG indicó que tres meses después de los huracanes hay 6.937 personas en albergues, aunque hay muchas más que “viven en condicione­s aún más precarias, sin acceso a alojamient­o, agua, elementos de higiene, salud o educación” de las cuales no se tiene registro.

“El número de personas que huyen a través de las denominada­s caravanas puede aumentar en 2021 si la situación de violencia, los desastres y la pandemia no dan tregua a la población y si no hay una atención a tiempo y efectiva para la población”, alertó. (Télam).

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