La Nueva

Juan García, su vida y aquel ascenso a la Liga Nacional

Lo bueno y malo que intentó imponer en su paso por el profesiona­lismo; la exigencia a los DT con los que trabaja; los 26 años en El Nacional y su decisión de ser soltero. Conociendo un poco más al experiment­ado entrenador.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

“Sabía que me iba a pasar de extrañar tener hijos, sabía que me iban a faltar cosas de familia, pero bueno, algún día lo elegí”.

Juan García puede ver el legado de Manuel, su papá, un taxista de raza y a quien perdió hace 30 años: “Me dejó lo que nos dejaron nuestros padres: buenos ejemplos… Alguien que se olvidaba un vuelto se lo llevaba a la puerta de la casa; gente de bien…”, grafica, entre orgullo, agradecimi­ento y melancolía.

Con ese molde se formó y creció en el barrio y el club La Falda, donde el jugador le fue dando lugar al entrenador, desarrolla­ndo paralelame­nte otras actividade­s.

“Tuve varios trabajos – aclara Juan-; bastante en gastronomí­a: mozo de mostrador, estuve dos años el buffet del club La Falda, trabajé en la confitería de la Terminal, en una fábrica de jugo y, también, fui cadete en una inmobiliar­ia”. El llamado de Olimpo, en 1987, con pedido de exclusivid­ad en nuestra ciudad, lo volcó definitiva­mente a su profesión.

“Ahí largué las otras actividade­s”, recuerda.

Su pasión por el básquetbol lo absorbió. Y tuvo, hasta hace poco menos de dos años, una fiel compañera: Lucía, su mamá.

“Por mi trabajo, cuando tendría que haberme ido de mi casa no me fui; ella se quedaba sola y no tenía sentido dejarla, así que fuimos compañeros 59 años”, apunta.

Asumida la natural pérdida, la curiosidad fue el día: 19 de junio -de 2019-, misma fecha que había fallecido su papá.

—¿Haber decidido acompañar a tu mamá, de alguna manera fue el motivo para no haber formado pareja?

—Me dijo una vez Lito Fruet: “Vos no te vas a casar”, je. No sé, en realidad tuve y tengo mis amistades y parejas, pero nada serio. Pero bueno, Cormillot se casó a los 82 años... Estoy a tiempo, je.

—¿Qué disfrutás más allá del básquet?

—Una película, una sobremesa de café con amigos…

—¿Hablando de básquet?

—No necesariam­ente. Sí los amigos los he forjado cerca del básquet, aunque no necesariam­ente compartir significa, como antes, agarrar los vasitos y hacer cortinas arriba de la mesa, je. Son cosas que hoy cuestan disfrutarl­as. Hay un poco más de soledad en ese aspecto, de cada cual mirar más para adentro que para los costados y evitar molestar a los demás.

—¿Te sentís identifica­do cuando se habla de la soledad del entrenador y la necesitás de alguna manera?

—No estoy seguro. Me parece que el entrenador en su profesión está solo; siempre se lo juzga, entonces, de alguna manera se pone a la defensiva. De por si el entrenador es un bicho medio raro: camina mirando para atrás, no siempre confía en la gente que tiene cerca, se apoya mucho contra la pared como protección… Eso me parece que es la soledad del entrenador y, a su vez, cuando concreta algo queda un vacío importante por tanto espíritu, tantos nervios, porque el día no termina cuando finaliza la práctica… Después, lo otro, es la personalid­ad de cada uno. Yo tengo mi soledad y convivo con eso, te diría que me he amigado demasiado con la soledad. Me rehúso mucho a los compromiso­s, por eso cuando algo huele a eso, naturalmen­te me corro un poco. Digo, no ha llegado la persona, pero capaz que llegó y me acobardé…

—Y estás cómodo así. —Sí. Sabía que me iba a pasar de extrañar tener hijos, sabía que me iban a faltar algunas cosas de familia, pero bueno, algún día lo elegí, entonces, hay que ser guapo y seguir.

Lo bancaron

—¿Los años de profesiona­lismo, los tomás como parte de tu carrera?

—Lo tomo así, como parte de la carrera. Dirigí Liga Nacional porque estaba en El Nacional. Cuando compramos la plaza, me consta que llegaron listados de jugadores nacionales, extranjero­s y entrenador­es. Y Gustavo (Iraola) fue desechando los entrenador­es. Dijo: “Acá el entrenador es Juan, no se discute”, cuando yo mismo lo hubiera puesto en duda.

—¿Iraola fue el dirigente que más te bancó?

—Es muy fácil personaliz­ar en él, por sus caracterís­ticas, pero diría que la dirigencia, con Gustavo al frente, jamás puso en duda al cuerpo técnico a lo largo de 26 años. Y hubo años que lo hicimos bien, otros regular y algunos que erramos todos los penales (sic). Los buenos y malos momentos pasan por nuestras personalid­ades y nuestro trabajo de cada día, porque éramos dos enamorados de un proyecto en el que no siempre veíamos las cosas igual.

—Después de dirigir TNA y Liga, más allá de ser tu trabajo, ¿qué te moviliza hoy seguir al frente del básquet de El Nacional y que el equipo superior participe en la Segunda local?

—No he perdido la ilusión y ahora pasa por tener grupos cada vez mejor formados; recuperamo­s una matrícula que hacía muchos años no teníamos y en la mutación que tienen los clubes, arrancamos con un club en Chiclana, a los cuatro años llegamos al predio y hace 20 que tenemos funcionand­o dos al mismo tiempo. Ahora hemos mutado ser un club formador de jugadores y lo que deseamos es que puedan quedarse todos los que quieran

-¿Recordás que te hayan cobrado una falta técnica?

a jugar en nuestro equipo superior; en este contexto, la Segunda división nos queda muy cómoda y tenemos 11 de 13 jugadores nacidos en el club.

—¿No seguir dirigiendo a nivel profesiona­l fue una decisión personal?

—Sí. El mismo año que me pidieron que volviera al básquetbol local, yo tenía para seguir dentro de la estructura que era El Nacional Monte Hermoso. Y a los dos años tuve un ofrecimien­to de Obras. Me dejó pensando un rato, lo charlé con un amigo como Néstor Ortiz y llegamos a la conclusión que no aceptar era mejor.

Lo que intentó

—¿Te gusta más entrenar o dirigir?

—Sabés que es una pregunta que no me la sé contestar: capaz que un poco más entrenar, porque bastante de la adrenalina de los partidos no fluye tanto; el triunfo o la derrota lo tomo con naturalida­d; me gusta más entrenar y ver los progresos.

—¿Sos obsesivo de tu trabajo?

—No sé si obsesivo. Me han dicho meticuloso, estructura­do y no todos con cariño, je. Me reconozco puntilloso: hoy, a la práctica la llevo preparada, impresa, anotada... Me costó dormir la noche antes de empezar la temporada con el básquet menor, como me sucedió los otros 25 años. Le dedico muchas horas porque las tengo y por suerte las invierto en esto.

—La mayoría de los entrenador­es que trabajaron con vos destacan todo esto, ahora, ¿la parte negati- va pasa por tu rigidez para imponer tus ideas?

—En las ideas y los programas soy amplio; todos los años dejo abiertas las propuestas y les digo que tienen todo el tiempo para convencerm­e de que es de otra forma. A veces no soy muy considerad­o con algunas cosas o no encuentro el término justo; por ahí a una hormiga le tiro con una escopeta, y de esas debo tener muchas, pero lo

-Sí, a la vuelta de la Liga, en 2011, me cobró uno (Horacio) Sedán, que capaz algún día me lo explica, porque no estaba hablando con él. Había tres árbitros y uno de ellos era un chico, con poca experienci­a. Ante un fallo, él había cobrado otra cosa, entonces le dije que hable con los otros y les diga lo que había cobrado.

Le estaba hablando en buenos términos y Sedán cruzó la cancha y me cobró falta técnica. Hace tiempo asumí que los árbitros son parte del juego y dejé de buscar excusas. Más que un propio fallo, me molesta la actitud de los jugadores quejosos de los árbitros y ni hablar de mis asistentes, que tienen prohibido protestar.

Un día como hoy, El Nacional Monte Hermoso derrotó a Olimpia, en Venado Tuerto, por 95 a 85, selló la serie 3-0 y ascendió a la Liga Nacional.

—¿Qué te recuerda el 8 de mayo de 2007?

—En realidad el ascenso no fue nada distinto a lo anterior, el placer fueron los seis años de básquet profesiona­l, porque que no me gusta es dar concesione­s de cosas que dijimos que íbamos a hacer.

—¿Con el jugador se puede “negociar”?

—Ahora que soy un poco mejor negocio más, antes no me daba cuenta. Me molestaba que el jugador llegara tarde a la hora de la merienda y se lo hacía saber…

—Recuerdo en los viajes que, por ejemplo, hasta que no se sentaba el último a la mesa no se comenzaba el desayuno. Hoy sería inviable.

—Capaz que tampoco lo era en ese momento; se intentó. Teníamos una idea de la Liga Juvenil, de las seleccione­s bahienses de antes, de la idea de grupo. Algunas cosas no puedo creer que, en su momento, las haya tratado de imponer, vi que lográbamos enganchar una cantera prometedor­a, conformada con jugadores propios y de afuera de la ciudad, con lo cual estoy diciendo implícitam­ente que no sacábamos jugadores de los demás clubes, sino que le agregábamo­s a la competenci­a y a las seleccione­s de Bahía. En un momento el proceso porque hoy me suenan hasta ridículas a mí.

—Pero te diste el gusto de intentarla­s.

—Y muchas para bien. En algún momento hacíamos una organizaci­ón interna durante los largos viajes.

—¡Recuerdo! Refrescame detalles…

—Por ejemplo, en el micro había horario de lectura, que no era obligatori­a, pero durante ese momento no había video, televisión, juegos… Fue una experienci­a, todos compraron libros y eso se comentó en la Liga, muchas veces con sorna: “Ahí te hacen leer”, decían. Pasados los años, un jugador nos escribió y puso pd: “Todavía sigo leyendo”.

“Algunas cosas no puedo creer que, en su momento, las haya tratado de imponer, porque hoy me suenan hasta ridículas a mí”.

Pasaron 26 años

—Después de 26 años, hacés y deshacés a gusto deportivo superó al organizati­vo, y era lo que siempre había pregonado la dirigencia: no pongamos el carro delante de los caballos, que el devenir deportivo nos empuje a mejores competenci­as. Y fue así, que pudimos entrar en ese estadío profesiona­l, en el que ahora está Villa Mitre y que es una fuerza de en El Nacional. ¿Qué los une para que perdure el vínculo?

—Uno no hace y deshace a gusto, sino entiende que los dirigentes están llenos de trabajo y se juntan cuando pueden, por eso, mientras no sea ninguna decisión económica, todo lo otro es consulta y sugerencia.

“Sí lo que he notado es que cualquier sugerencia mía tiene un impacto, es considerad­a, pero otras son negadas y hay que entenderlo”. emulación muy importante para la propia cantera, porque un Preinfanti­l, en un club que tiene básquet profesiona­l se ilusiona con preparase mejor para, alguna vez, formar parte de su propio equipo. Mientras que ahora tenés que tratar de formar un chico para decirle que se trate de ir a otro club.

Tite, el maestro

—¿Te identificá­s con algún técnico local?

—Con mi profe, (Carlos) Boismené. Siempre admiré cosas de él.

—¿Qué admirabas de él, porque, al menos en personalid­ad era completame­nte diferente a vos?

—Totalmente opuesto. Pero en algunas cosas del humor, con mucho respeto, porque él era mucho mejor que yo. El año que fui su asistente fue el que más disfruté el básquet. En un partido 80 a 80, se daba vuelta y tenía una salida que no se podía creer y yo no sabía si reírme o taparme con la capucha. Sentía mucha admiración por él. La vida me llevó a heredar mucho de su material deportivo, como videos, libros, su videocaset­era...

—¿Los entrenador­es, en general, son menos apasionado­s que antes?

—No. Me parece que sigo la línea de León Najnudel, que dijo “cada vez los entrenador­es van a ser mejores”.

—Me refería a la pasión, no al conocimien­to e informació­n.

—Lo que pasa que antes había cosas que se buscaban desesperad­as. La Encestando, cuando salía bimestral, yo iba seis o siete veces al kiosco hasta que llegaba. Sí me parece que están los cómodos, los deseosos de mejorar, los muy deseosos... Por ejemplo, Nico Casalángui­da, con quien casi trabajamos juntos, porque el año que le ofreció Comodoro le dije de venir conmigo, vendió su auto en 2007 para ir al Mundial Sub 19 en Serbia. Hoy son más capaces, porque apareciero­n las escuelas de entrenador­es y los cursos obligatori­os por los cuales rezongan, pero hay que hacerlos.

Por al lado de Juan Andrés García pasaron cantidad de técnicos, a quienes les transmitió sus enseñanzas. Y lo sigue haciendo, más allá que con los años se amigó mucho más con la soledad... Por vocación y elección.

(Nota completa en www.lanueva.com)

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FOTOS: EMMANUEL BRIANE Y ARCHIVO-LA NUEVA. UN enamorado del básquetbol. Juan Andrés García es referencia para muchos entrenador­es. Una vida dedicada a su profesión, con todo lo que significa.
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El ascenso a la Liga, un día como hoy, en Venado Tuerto

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