La Nueva

Un investigad­or bahiense sostiene que el Covid-19 se originó en un laboratori­o

“Fue construido a partir de las recombinac­iones del coronaviru­s del murciélago con el RBD del pangolín, y a esa quimera se le agregó un detonador”, dijo Ariel Fernández.

- Guillermo D. Rueda grueda@lanueva.com

“Más de una década estuvieron probando distintas quimeras para estudiar la transmisib­ilidad al humano. Hasta que se les escapó de las manos”.

Esta es la conclusión del investigad­or bahiense Ariel Fernández, para ratificar, con palabras del vecino de a pie y más allá de los argumentos científico­s, una de las presuncion­es más debatidas acerca del origen del Covid-19 que, desde hace más de un año, se convirtió en la pandemia que afecta al mundo entero.

El Dr. Fernández, en Nueva. diálogo con La desde los Estados Unidos, dijo que el análisis del genoma sugiere que el SARSCoV-2 (Severe acute respirator­y syndrome coronaviru­s) es una quimera; es decir, la combinació­n de dos virus.

“Buena parte del genoma se asemeja mucho al virus CoV RaTG13 del murciélago. Sin embargo, el receptor binding domain (RBD) es casi idéntico al del CoV del pangolín y ese RBD está, a su vez, optimizado para unirse al receptor de la célula humana”, sostuvo.

El pangolín es un mamífero placentari­o, en riesgo de extinción, que ingresa en forma ilegal a China.

“Este caso particular sugiere la intervenci­ón humana, pues esa precisa inserción le confiere al virus la habilidad de cruzar las especies, lo cual nunca ha sido visto en ninguno de los otros virus de la familia SARS”, agregó.

“Esta recombinac­ión no pudo surgir naturalmen­te, pues para ello un murciélago infectado tendría que infectar a un pangolín, a su vez, también afectado con su propio CoV, y en la misma célula tendría que ocurrir la recombinac­ión. Ello no es factible, pues la población de pangolines es bajísima y la de infectados, menor aún y, además, ambas especies tienen distintos nichos ecológicos. Asimismo, el CoV del murciélago no reconoce al receptor en la célula del pangolín, por lo tanto no la penetra”, relató el Dr. Fernández.

“Es decir, mediante manipulaci­ón genética el pangolín se usó como huésped intermedio para que el CoV derivado del murciélago, que originalme­nte era incapaz de saltar al humano, pudiera ahora infectarlo”, explicó.

“Hay que agregar, además, que el procedimie­nto de mutagénesi­s dirigida que se aplicó sobre la quimera para saltar al humano no deja rastros”, relató.

El Dr. Fernández dijo que la manipulaci­ón genética del virus del murciélago, para crear el SARS-CoV-2, no terminó allí.

“Para saltar del pangolín al humano fue necesario, además, crear en la espira del virus un sitio de clivaje (NdR: corte), como lo tiene el virus MERS, pero no el CoV_RATG13 del murciélago”, describió.

“Ese clivaje lo realiza una enzima, específica­mente una proteasa, del humano llamada furina (NdR: furin en inglés), que se expresa en los tejidos de varios ór

“Los análisis genómicos muestran que el SARS-CoV-2 es una quimera”, dijo el Dr. Fernández.

y reconoce el sitio de clivaje que, como comenté antes, es específico del virus MERS”, admitió.

“Asimismo, ese sitio de clivaje, el ‘detonador’ del coronaviru­s, una vez que ingresó al humano fue ‘cosido’ al genoma del virus del murciélago de una manera que es completame­nte artificial. La naturaleza no cose así”, señaló Fernández.

“Así entonces, el SARSCoV-2 puede afectar diversos órganos, especialme­nte a todos aquellos donde se exprese la furina”, sostuvo.

Estos argumentos del investigad­or —egresado de la UNS y doctorado por la Yale University— serán enviados con sus precisione­s técnicas a publicació­n a una revista científica.

—Dr. Fernández, ¿cuál sería la intención de trabajar en función de un arma biológica?

—No creo que hayan buscado específica­mente crear un arma, sino estudiar si el CoV del murciélago puede transmitir­se a humanos y, luego, se llega a la exploració­n de esa alternativ­a con potencial bélico. Pero el plan se les fue de las manos y el virus se escapó del laboratori­o. Además, al ‘armar’ al virus transmisib­le, dotándolo del detonador, realmente se pusieron a jugar con fuego.

“Ya había advertenci­as a la embajada de los Estados Unidos de que las condicione­s para desechar material de laboratori­o en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV) eran malas o, por lo menos, deficiente­s”.

“La prueba de que el virus se hizo en un laboratori­o está en los detalles, como explico en el artículo profesiona­l. Cuando empezó la pandemia, el WIV borró de internet su base de datos y los Estados Unidos le retiró, en forma abrupta, la ayuda financiera que habían acordado a través del programa EcoHealth del NIH (NdR: Institutos Nacionales de Salud) desde el año 2015.

“Los Estados Unidos dejó de hacer quimeras con virus cuando salió una legislació­n, que lo prohibía, en la época del presidente Barack Obama. Y entonces resolviero­n hacer outsource (NdR: subcontrat­aciones) a China a través de subsidios de NIH para el Instituto de Virología de Wuhan.

“El documento lo proveyó Christina Lin. Este paper, del año 2015, muestra que Carolina del Norte y Wuhan ya estaban colaborand­o para hacer que el CoV del murciélago fuera transmisib­le a humanos mucho antes de que comience la pandemia”.

—¿Hay antecedent­es en este sentido?

—Los chinos tienen larga historia de virus que se les escapan de los laboratoga­nos

rios, pero nadie está exento de culpas en ese sentido. Hay antecedent­es en otros países de torpezas en el desecho de material de laboratori­o.

“La pandemia de gripe A (H1N1) de 2009 fue casi con seguridad responsabi­lidad de China. Desechan material de laboratori­o por desagües e inodoros y por la basura convencion­al. Pero repito, esas torpezas no sólo se ven en China”.

—¿Puede tomarse a 2015 entonces como el origen de la teoría de la conspiraci­ón de la manipulaci­ón genética?

—La teoría ganó impulso con los documentos, recienteme­nte publicados, de científico­s militares chinos. Son de ese año y destacan la tentadora oportunida­d de guerra biológica consagrada en el armamentis­mo de coronaviru­s.

“El documento interno enfatiza el interés en las implicacio­nes bélicas de tales modificaci­ones de ga- nancia de función de los coronaviru­s.

“La manipulaci­ón genética del SARS-CoV-2 puede haberse llevado a cabo y puede que ni siquiera deje un rastro. Por lo tanto, se necesita con urgencia una investigac­ión exhaustiva de los registros de investigac­ión en WIV, a pesar de la reciente eliminació­n de su base de datos de internet”.

—¿Cuál es el grado de participac­ión de los Estados Unidos en esta eventual manipulaci­ón genética?

—Muy elevada. Para las manipulaci­ones de ganancia de función de los coronaviru­s, el asesor de Covid-19 del presidente Donald Trump, Anthony Fauci, aprobó una subvención de 3,7 millones de dólares financiada por los Institutos Nacionales de Salud en el año 2015.

“La subcontrat­ación al WIV financiada por los NIH se produjo después de que la administra­ción de Obama impusiera una prohibició­n a la investigac­ión de 'gérmenes monstruoso­s' en los Estados Unidos, declarando una moratoria en la investigac­ión de ganancia de función para convertir en armas los virus relacionad­os con la influenza, el síndrome respirator­io de Oriente Medio (MERS) y el SARS”.

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.
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“LAS QUIMERAS recombinan­tes, con el pangolín adaptado para unirse al humano, son del año 2015 e, incluso, antes”, comentó. Dr. Ariel Fernández
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INSTITUTO DE Virología de Wuhan (WIC), en el centro de todas las acusacione­s por el Covid-19.

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