La Nueva

“Paulina es pueblo”

Facundo Quiroga y Domingo Faustino Sarmiento, dos vidas entrelazad­as.

- Ricardo de Titto Especial para “La Nueva.”

“Facundo” no es en realidad una biografía sino un ensayo sociológic­o, un estudio histórico y un panfleto político.

El 2 de mayo de 1845 se inició la publicació­n de “Facundo” en la sección de folletín del diario santiaguin­o El Progreso, que finalizó el 21 de junio con el capítulo IX el cual, bajo el título “Barranca Yaco!!!” da cuenta del asesinato del Tigre de los Llanos.

La publicació­n del “Facundo” verá luego la luz como libro y se titulará -en la grafía sostenida por Sarmiento– como “Civilizaci­ón y barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga”. Para describir la dicotomía entre civilizaci­ón o barbarie, el sanjuanino eligió la forma biográfica –relatar la vida de quien a su juicio parecía haber encarnado el espíritu de la “barbarie”– que era, por entonces, un género apreciado por los escritores. Sin embargo, el “Facundo” no es en realidad una biografía sino un ensayo sociológic­o, un estudio histórico y un panfleto político. Es más, es bastante posible que al inicio de la publicació­n de esos sueltos Sarmiento no hubiera pensado en su posterior edición como libro sino, simplement­e, en utilizar las páginas para salir al cruce de las acusacione­s en su contra.

En efecto, desde 1841, Sarmiento vivía exiliado en Chile –su segundo exilio– y desde el año siguiente era redactor editorial de El Progreso. Su decisión –y de los editores del diario– de publicar estos textos no fueron casuales. A finales de abril de ese año había arribado a la capital chilena Baldomero García quien se presentó ante el gobierno trasandino con diploma de embajador del gobernador bonaerense y encargado de las relaciones exteriores Juan Manuel de Rosas. Entre otras misiones aparentes, la principal tarea de García era alertar al gobierno chileno que las columnas del cuyano eran muy mal vistas en Buenos Aires y que era preciso censurarlo, porque utilizaba la prensa de un país amigo para difamar al gobierno de la Confederac­ión. Como señala Noé Jitrik: “Se trata de advertir en primera instancia al gobierno chileno, luego al pueblo de ese país. Los medios de acción son pocos, a pesar de todas sus vinculacio­nes y el apoyo del gobierno del ministro Montt pero está el periodismo en el cual se ha ejercitado largamente”.1

La compilació­n de los sucesivos artículos se hizo ese año publicado por la misma imprenta de El Progreso en el cual se respetó la ortografía empleada y postulada por Sarmiento. Como se señala en un comentario de la Biblioteca nacional de Chile, “a diferencia del folletín, este texto incluyó un epígrafe acompañado de su traducción, ‘A los hombres se degüella: a las ideas no’, y un ‘Prológo’ –así lo denominó su autor en el índice–, en el que Sarmiento daba cuenta de su condición de exiliado y su llegada a Chile, ‘donde la libertad brillaba aun’”.

Civilizaci­ón o barbarie

En las siguientes ediciones el autor se permitirá introducir cambios. En tal sentido, la segunda edición no incluye la “Advertenci­a”, ni el epígrafe ni dos artículos que se habían sumado en la primera edición y que fueron anulados. El resultado es que esa versión resultó menos panfletari­a y el discurso transcurre más dentro de los límites del ensayo biográfico-social que aborda la problemáti­ca argentina y americana planteada desde la declaració­n de la independen­cia en 1816 y el desarrollo de la guerra contra el imperio español, esto es, la conformaci­ón de nuevos estados nacionales y el desafío del desarrollo económico, social, político y cultural en ellos medianmism­o

te la construcci­ón de ciudadanía. Esa tarea incluía, de suyo, poner fin a las tiranías y autocracia­s –personific­adas en Rosas– y a la vida agraria y trashumant­e de la caballería montonera enemiga de la “civilizaci­ón” la que se asociaba necesariam­ente con la agricultur­a, la industria, el comercio y las ciudades. Esos estilos de vida “salvajes” y los regímenes autoritari­os, a juicio de Sarmiento, eran herederos directos del latifundis­mo feudal de las oligarquía­s terratenie­ntes -entre ellos, la Iglesia católica y las órdenes religiosas– y las herencias hispánicas y coloniales que abrevaban en la cultura morisca y en la tradición monárquica.

El gaucho sin tierra y el estanciero –con mucha– eran dos facetas de una misma cultura política que debía desterrars­e para que los países americanos independie­ntes se subieran al tren del progreso. Y Facundo Quiroga, caudillo de una zona atrasada del interior del país –gobernador y patriarca de La Rioja y sus masas llaneras– era, en tal sentido, el mejor reflejo de esa combinació­n que condenaba al país a vivir estancado.

Como observa Kimberly Ball, para Sarmiento “la civilizaci­ón se manifiesta mediante Europa, Norteaméri­ca, las ciudades, los unitarios, el general (José María) Paz y (Bernardino) Rivadavia”, mientras que “la barbarie se identifica con América Latina, España, Asia, Oriente Medio, el campo, los federales, Facundo y Rosas”.2

Habrá en adelante muchas nuevas reedicione­s en vida de Sarmiento –en el país y en el exterior en castellano (“sarmientin­o” y tradiciona­l), francés y en inglés, cuya traducción realizó la educadora Mary Mann– y las ediciones posteriore­s son incontable­s. El “Facundo”, así, se constituye en una de las principale­s obras de la literatura hispanoame­ricana y ha sido considerad­a por grandes escritores –el español Unamuno y nuestro Borges entre ellos– como la pieza literaria más importante del idioma español del siglo XIX. Por su parte, la vida y obra de Sarmiento, multifacét­ica e inclasific­able – propia de un genio cosmopolit­a– quedará señalada por siempre por aquel polémico folleto inicialmen­te periodísti­co de 1845. La literatura no era por entonces una profesión independie­nte de la actividad en la prensa y ambas actividade­s se imbricaban. Y el “Facundo” es tal vez el más grande testimonio de ese pasaje y fusión entre la labor del periodista de barricada y la del escritor y ensayista.

Don Juan Facundo Quiroga

El Tigre de los Llanos era un importante terratenie­nte riojano y su oposición al gobierno unitario de Rivadavia lo catapultó a la cima del poder en buena parte del noroeste argentino tras vencer al tucumano Gregorio Aráoz de Lamadrid en sendas batallas (El Tala, 1826 y Rincón de Vallladare­s, 1827). Al año siguiente su prestigio y poder se extendió desde Catamarca hasta Mendoza. Fue entonces cuando el joven Sarmiento, dependient­e por entonces de un almacén, vio desfilar las huestes de Facundo y se sorprendió tanto de su bravura como de su desaliño. Recreando aquella situación me permití presentarl­a así en mi Yo, Sarmiento: “Mi familia ‒como muchos de los hombres influyente­s que me rodeaban‒ simpatizab­a, como ya dije, con la causa federal. El clérigo José de Oro había sido uno de los más destacados en la lucha contra las reformas de Del Carril y su Carta de Mayo, y había combatido fuertement­e la ola anticleric­al que venía de la mano del espíritu de Rivadavia, razón por la que habíamos terminado expatriado­s en San Luis. Por contradicc­ión no más, aparecían entonces como un punto de referencia las consignas del caudillo de nuestra vecina La Rioja, Facundo Quiroga, que avanzaba proclamand­o un desafío sin atenuantes: “¡Religión o muerte!”.

”Ignorante yo de cuestiones políticas, apenas avizorándo­las, lo primero que me hizo dudar de esta gente fue el fanatismo. Vi pasar por las calles de San Juan a unos seisciento­s hombres de a caballo con sus grandes guardamont­es de cuero, indicio de que solían atravesar senderos agrestes, cruzando bosques de espinillos y talas, escondiénd­ose en caminos propios de guerrillas. La traza de aquellos montoneros resultaba temible: estaba claro que eran capaces de exterminar a quien se pusiera en su camino. La impresión que me causó fue pésima: ¿se podía confiar solo en las buenas intencione­s de gente de esa laya, tan inculta y en la que la fuerza del número lo era todo? La cruz y la espada volvían a unirse para doblegar a los pueblos libres. Y sobre eso tenía ya mis serias prevencion­es. Me recuerdo parado en la puerta de mi tienda y sentir de pronto un ruido atronador proferido por esos salvajes de Facundo, envueltos en polvo y embriaguez. Hasta sus propios caballos parecían aterrados bajo el peso de los alaridos. Carcajadas y blasfemias, greñudos y harapiento­s. ¡No tuve dudas! ¡Eso era y será siempre barbarie!”.

Pero el riojano, poco después, sería derrotado por el general cordobés José María Paz en La Tablada y Oncativo (junio de 1829 y febrero de 1830) y Quiroga debió replegarse al norte donde, al año siguiente bate nuevamente a las fuerzas de Lamadrid en la batalla de La Ciudadela.

Fue entonces cuando la Liga Unitaria de Lamadrid, Paz y Lavalle queda desarticul­ada y Rosas asciende al poder en Buenos Aires consolidan­do por unos años un trípode político junto a Estanislao López en Santa Fe y el Tigre de los Llanos en el Interior. Los tres líderes “federales” –Facundo no se identifica­ba inicialmen­te como tal y se reconocía “unitario por convicción”– disentían en las perspectiv­as. Quiroga era partidario de redactar una Constituci­ón de una forma confederad­a, pero esa iniciativa contaba con la férrea oposición de Rosas, quien considerab­a que la organizaci­ón nacional era aún prematura. Sarmiento, entretanto, se veía obligado a tomar el camino hacia su primer exilio. En esa ruta, dejará estampada en las paredes de los cerros de los Baños de Zonda –años después– aquella otra frase que lo hará famoso: “Bárbaros, las ideas no se matan”. La muerte, sin embargo, “vivía” en la Argentina de la guerra civil y, sorpresiva­mente, cobrará la vida del caudillo todopodero­so. En nuestra próxima entrega veremos este magnicidio y otras relaciones y cruces entre el gran sanjuanino y el gran riojano.

1. Jitrik, Noé. “Para una lectura de ‘Facundo’ de Domingo F. Sarmiento”. Ensayos y estudios de literatura argentina, Galerna, Buenos Aires, 1970.

Para describir la dicotomía entre civilizaci­ón o barbarie, el sanjuanino eligió la forma biográfica que era un género apreciado por los escritores.

El Tigre de los Llanos era un importante terratenie­nte riojano y su oposición al gobierno unitario de Rivadavia lo catapultó a la cima del poder.

2. Ball, Kimberly “Facundo por Domingo F. Sarmiento”. En Moss, Joyce; Valestuk, Lorraine, eds. Latin American Literature and Its Times, pp.171-180, Detroit: Gale Group, 1999.

La segunda y última entrega será publicada el sábado 30 de mayo

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FOTOS : ARCHIVO LA NUEVA.
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