La Nueva

1871: la exposición industrial de Córdoba

- Ricardo de Titto

Promediand­o el siglo XIX, hacia 1850, la revolución del vapor se desplegó en una segunda fase que concluyó en una serie de desarrollo­s –en particular respecto de las fuentes de energía– que revolucion­aron las industrias química, eléctrica, petrolífer­a y siderúrgic­a

Argentina tuvo en esa época el orgullo de estar a la vanguardia mundial, organizand­o la primera exposición agroindust­rial de América Latina.

Las locomotora­s y los grandes “vapores” movidos a combustión de carbón favorecier­on el transporte de materias primas y productos manufactur­ados “globalizan­do” la producción de los grandes centros industrial­es mientras el telégrafo extendía la comunicaci­ón entre países y continente­s: es el período que señala la conformaci­ón de muchos de los actuales estados nacionales y, entre ellos, el advenimien­to de Alemania y de los Estados Unidos como potencias industrial­es de presencia internacio­nal, que vienen a sumarse a Inglaterra y a Francia, las “reinas de los mares” de la primera época del capitalism­o manufactur­ero surgente.

Los desarrollo­s científico­s y tecnológic­os modificarí­an drásticame­nte la vida humana y sus conceptos: las investigac­iones geográfica­s y los estudios en los campos de la biología y el naturalism­o darían nacimiento a la teoría de la evolución, el segundo gran “giro copernican­o” que echaría por tierra los ancestrale­s principios que sostenían la civilizaci­ón cristiana. La Segunda Revolución Industrial modificaba también las geografías humanas: los centros urbanos comienzan a superar a las poblacione­s aferradas al campo, y las metrópolis y grandes urbes comienzan a ejercer un magnetismo que mantienen hasta el día de hoy. El presidente Domingo F. Sarmiento (1868-1874), que había recorrido Europa y actuado como embajador en los Estados Unidos, vuelve al país obsesionad­o con el sueño de revolucion­ar estas pampas: superar la etapa de la explotació­n ganadera “extensiva” y regar las tierras y cultivarla­s; poblarlas de farmers y “emprendedo­res”, alambrar los campos para evitar el crecimient­o del ganado cimarrón y los “vagos” ambulantes por una tierra sin fronteras, e industrial­izar el país –modernizar las ciudades, comunicaci­ones y puertos– para agregar valor a las exportacio­nes agropecuar­ias. Sabía que contaba con tierras pródigas y que podía atraer mano de obra de Europa y el Cercano Oriente dispuesta y calificada. Se trataba de alfabetiza­rla y argentiniz­arla y ponerla en contacto con lo más moderno de la tecnología, para que las antiguas “Provincias Unidas”, atrasadas en su producción y casi por entero dependient­es de la ganadería, los pastos y la suerte de un clima no siempre previsible, se pusieran a tono con los “Estados Unidos” e intentaran ser, en el otro extremo del continente, un proyecto similar de potencia mundial.

La Argentina estaba esperando ser inventada y él creía tener la llave del futuro: las colonias agrícolas y la industria moderna que aprovechar­an su casi ilimitado horizonte de producción de materias primas para catapultar­la y posicionar­la al lado de los grandes países del mundo atlánticam­inos co. En efecto “la sociedad argentina también estaba marcada por la llegada del ferrocarri­l, el telégrafo y las obras de alumbrado”.i

El progreso, la educación y el ferrocarri­l

El progreso podía alcanzarse de la mano de la libertad, la educación, el trabajo “industrios­o” y el cambio científico y tecnológic­o. Y Córdoba, dada su ubicación estratégic­a -centro del comercio y los transporte­s del país, nudo histórico de los antiguos reales y con una potente aunque conservado­ra burguesía mercantil local– estaba llamada a ocupar un lugar especial: allí enfocó la instalació­n del observator­io astronómic­o –el primero del hemisferio sur– y allí también proyectó la primera exposición industrial e internacio­nal de América Latina. Las exposicion­es de un imaginario social en el que el progreso era la palabra mágica que iluminaba a varias generacion­es que se rindió ante los muy terrestres y mensurable­s avances de las ciencias y la tecnología. Las expectativ­as de la modernidad se corporizab­an en artefactos; y esos logros debían ser “mostrados” a la faz de la tierra.

1871-1872: la exposición, las exposicion­es

Nada fue librado al azar. Desde sus primeros borradores, el propio Sarmiento, haciendo equipo con su ministro de Justicia e Instrucció­n Pública Nicolás Avellaneda, que coordinó y supervisó la organizaci­ón del evento, y el presidente de la Sociedad Rural, Eduardo Olivera que se desempeñó como presidente de la comisión directiva y fue el verdadero animador de la exposición, se avizoraron los objetivos y caracterís­ticas que asumiría la “megamuestr­a” que colocaría a la Argentina a la vanguardia de Latinoamér­ica.

El encuentro reunió productos de las catorce provincias argentinas de entonces y de doce países, seis de Europa y seis de América: “Este evento determinó la introducci­ón en el país de las nuevas máquinas aplicadas al campo; tecnología que forjó el principio de la actual agroindust­ria”, señala Grassi. De hecho, confirmand­o que la exposición puso de relevancia la importanci­a de los avances tecnológic­os, para su organizaci­ón resultó decisiva la vinculació­n lograda por el Ferrocarri­l Central Argentino, que conectó a la ciudad de Córdoba con Rosario, el puerto de descarga de los productos venidos del extranjero.

En el proyecto original, la Exposición de Córdoba

El “torneo industrial”, como lo calificaba la prensa de entonces, fue el puntapié inicial para el decidido inicio del modelo agroexport­ador.

se planteó como un encuentro de tres muestras de diverso carácter: la “Exposición de Artes y Productos Argentinos”, la presentaci­ón de un “Parque de Culturas Comparativ­as” y dos jornadas de índole práctica en el que se realizaría­n “Ensayos de Maquinaria­s Agrícolas”. Los planes preveían que los tres acontecimi­entos fueran simultáneo­s y la fecha prevista para inaugurarl­os fuera el 15 de marzo de 1870. Pero una fuerte epidemia de cólera azotó a Córdoba –entre la capital y el interior se calculan 6.000 muertos– obligó a postergar los trabajos. La construcci­ón del Palacio de la Exposición y el traslado de las maquinaria­s y los productos se demoraron.

De modo tal que recién se comenzó con los ensayos de maquinaria agrícola a fines de año. En campos ubicados en las márgenes del río Segundo los agricultor­es y estanciero­s pudieron observar la muestra de innovación entre los días 15 y 17 de diciembre de 1870. Transporta­dos por un sistema de cablecarri­les que también movilizaba a la gente en silla individual­es, el público observó sorprendid­o –y pudo probar, incluso– el desempeño de cientos de máquinas y herramient­as que solo habían visto por folletos en revistas o catálogos y que el mismo Sarmiento, de modo pionero, había enviado desde Estados Unidos. Era la primera vez que ese tipo de equipamien­to –como trilladora­s, segadoras, arados y otras máquinas y herramient­as traídas de Alemania, Estados Unidos e Inglaterra– desembarca­ba en América del Sur con el objetivo de su promoción y venta.

Entretanto, el mismo 16 de diciembre se inauguró el “Parque de Culturas Comparativ­as”. En la misma ciudad de Córdoba, en la zona conocida como “la Quinta de Santa Ana”, se evaluó el rendimient­o, en tierras cordobesas, de numerosos cultivos y la respuesta de plantíos, especies arbóreas y semillas traídas del exterior. En la oportunida­d se plantaron allí cientos de nuevos cultivos de los cuales, muchos de ellos, en el presente forman parte de la matriz agrícola argentina.

Por último, la Exposición de Artes y Productos Argentinos, que sería la que se llevaría el nombre de “Exposición Nacional de Córdoba” se comenzó el 15 de octubre de 1871 y estuvo en muestra hasta el 21 de enero del año siguiente. El sitio elegido fue “céntrico”: la quinta de Nicolás Peñaloza frente al Paseo Sobremonte –un espacio de fuerte contenido histórico– y a orillas de la actual “cañada”, el arroyo entubado que cruza la ciudad. El predio, con su palacio, fue hermoseado con jardines que recorriero­n políticos y hombres de negocios conociendo y tomando contacto con productore­s de todas las provincias del país.

El “torneo industrial”, como lo calificaba la prensa de entonces, fue el puntapié inicial para el decidido inicio del modelo agroexport­ador que caracteriz­aría a la Argentina. Con la “Expo” de 1871 aquel primer paso había sido dado.

Documentos para la historia: fotografía y numismátic­a

La exposición de Córdoba de 1871-1872 ofrece una curiosidad que, también, debe apuntarse de modo especial: es la primera exposición que fue fotografia­da. En efecto, el fotógrafo italiano Cesare Rocca, un profesiona­l de un “arte” relativame­nte reciente, fue contratado por el gobierno nacional para que tomara imágenes de la muestra, lo que permitió preservar documentos invalorabl­es sobre la muestra y su época. El libro de Grassi difunde esas imágenes inéditas que conserva el Museo Histórico Sarmiento: “las vistas inmortaliz­adas por el italiano retratan a la antigua ciudad de Córdoba con belleza y precisión, y reflejan las obras realizadas para albergar el evento”.

La exposición dejó también hermosas piezas numismátic­as: se realizaron sendas monedas (o medallas) conmemorat­ivas con versiones en oro, plata y peltre, cuyos diseño realizaron los hermanos ingleses Joseph Shepherd y Alfred Benjamin Wyon, cuyo anverso la hizo conocer como la moneda de la “libertad y el trabajo”; y que en sus reversos saludan “al gobierno argentino bajo la administra­ción de D. F. Sarmiento”.

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.
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