Una historia con muchos interrogantes
que también se refieren, uno de los puntos salientes es determinar quién es dueño del terreno donde está ubicado, a tan solo media cuadra de la plaza principal de Arroyo Corto y bastante alejado al templo parroquial, a diferencia de lo que ocurre en otras localidades, donde la iglesia cristiana se ubica frente a la plaza. En este caso, la parroquia Nuestra Señora del Carmen, patrona de la localidad, se encuentra de espaldas al pueblo y, por consiguiente, también al templo de Unión y Constancia.
Para ello, ya se está trabajando con la Asesoría Letrada y Catastro Municipal para conocer al titular dominial de la partida inmobiliaria donde está el viejo templo masón. Es un secreto a voces en Pigüé y en la zona cercana que los impuestos municipales de ese lugar no tienen ningún tipo de deuda y que han sido abonados en tiempo y forma desde hace años a través de una cuenta bancaria. ¿Quién lo hace? No se sabe. “Solo tenemos un número de cuenta”, afirman desde la comuna.
También se pide que el área de Desarrollo Urbano y Territorial analice qué trabajos hay que llevar a cabo para conservar el edificio, sobre todo aquellos que son urgentes y deben ser realizados en la brevedad. En esto también se da competencia a la comisión local de Preservación del Patrimonio Histórico, sobre todo para avanzar en la protección legal del edificio.
En este aspecto, la sorpresa llegó hace días desde la propia Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones. Contrario a lo que venía ocurriendo, la principal institución de la masonería argentina estaría de acuerdo con la puesta en valor del templo de Arroyo Corto y, en principio, alguno de sus miembros viajaría en los próximos días a esta localidad para ver el estado del edificio.
“Nuestra idea, desde el punto de vista romántico, es rescatar la historia de nuestro pueblo y de lo que pasó en ese lugar, que es un sitio con un gran valor patrimonial”,
La historia del templo masón arroyocortense se remonta a principios del siglo pasado y siempre estuvo cubierta de un halo de misterio. No se sabe si fue la primera construcción en su tipo en la localidad, aunque sí se entiende que sus primeros integrantes fueron los turineses que fundaron la población en 1884. Conforme llegaba el tren, iban abriéndose nuevas agrupaciones, cuentan desde una logia local.
Unión y Constancia habría comenzado a funcionar en ese templo entre los años 1900 y 1901, y se estima que permaneció abierto hasta finales de la década de 1930. Los nom
El proyecto fue presentado por la concejala Ana Lucía García y fue aprobado en forma unánime por el CD de Saavedra.
bres de sus integrantes quedaron casi desconocidos, aunque sí se entiende que Dionisio P. Farías fue uno de los miembros destacados de la logia. De hecho, se supone que el terreno donde está el templo pertenece a su familia; además, su tumba resalta en el cementerio arroyocortense, por tener una columna trunca, un capitel en el suelo y palabras de referencia hacia su persona, como las que normalmente se utilizaban para definir a un masón.
Es más, entre los documentos hallados se encuentra el asiento dominial del terreno, que se circunscribe en un lote más grande y está a nombre, justamente, de Farías. La dimensión del lote en sí es apenas superior a la del templo. El registro data de los primeros años del siglo pasado y, según quienes lo han tenido en sus manos, “es muy difícil de entender”.
Otro de los nombres que están en danza es el del exintendente de Saavedra y diputado Fortunato Chiappara hijo, quien fue asesinado en diciembre del año 1937 en la Cámara Baja por un legislador de Goyena, Mario Bessone. Si bien se supone que pertenecía a la logia, su nombre no fue confirmado una vez fallecido –como comúnmente ocurre con los masones- y, cuando se le pregunta a algún miembro sobre su posible pertenencia, la única contestación es un incómodo silencio.
Ahí, justamente en esa falta de respuestas, es donde reside el mayor misterio del templo arroyocortense y su desconocido final: no se sabe qué pasó ni por qué dejó de funcionar. Extrañamente, no quedó ningún registro local sobre las actividades del templo y, si los hubo, están desaparecidos o celosamente guardados. A nivel nacional, desde la Gran Logia argentina aseguran que un gran incendio en sus instalaciones terminó con gran parte de sus registros, entre ellos los que podían corresponder a Arroyo Corto.
Un cierre tan abrupto como el que tuvo ese templo, reconocen desde los círculos masónicos, está íntimamente relacionado a algún suceso que pueda haber ocurrido allí y a “una gran vergüenza”.
Una vez que la logia abatió columnas, el lugar permaneció clausurado durante décadas, al celoso cuidado de una mujer y recién pudo abrirse en la década del '80, luego de su muerte. La sorpresa de quienes ingresaron después fue mayúscula: no había nada, ni papeles ni la espada flamígera ni mobiliario. Nada. Después, el paso del tiempo y los investigadores, los cazadores de tesoros y los oportunistas hicieron el resto.
Solo quedó un misterio hasta hoy casi insondable que, lentamente, se está tratando de develar.