La Nueva

Prevención del abuso sexual infantil

- Por Marisa Graham /

La experienci­a del abuso sexual atraviesa la vida de muchas niñas, niños y adolescent­es de nuestro país. Lejos de ser comportami­entos aislados, estos hechos son más habituales de lo que quisiéramo­s imaginar. Más allá de las particular­idades de cada situación abusiva, ellas encuentran fundamento en las jerarquías y desigualda­des que estructura­n las relaciones entre los géneros y las generacion­es y en la pervivenci­a de una mirada que cosifica a las niñas, niños y adolescent­es haciendo de ellos y ellas propiedad del mundo adulto.

Resulta, entonces, relevante compromete­rse como sociedad en un cambio cultural que ponga en crisis el patriarcad­o y el adultocent­rismo, como su subproduct­o, y así poder otorgar otro lugar a la niñeces y adolescenc­ias.

Si bien es cierto que en nuestra sociedad estos actos se ocultan y se toleran mucho menos que antes, aún existen deudas en materia de políticas públicas. Durante las medidas de ASPO y DISPO las niñas, niños y adolescent­es vieron fragilizad­os e incluso interrumpi­dos los vínculos con la escuela, una institució­n que es puerta de acceso a otros derechos además del de aprender, y que es clave en la detección y acompañami­ento de las situacione­s de abuso sexual jugando un rol fundamenta­l en su prevención, a través de la implementa­ción de la Ley de Educación Sexual Integral.

La ESI permite que, desde el nivel inicial, de modo gradual, integral y transversa­l, se trabaje con las niñas, niños y adolescent­es contenidos de vital importanci­a para la prevención de los abusos. El reconocimi­ento del propio cuerpo, los límites y la posibilida­d de decir que no, la transmisió­n que posibilite el surgimient­o del pudor y la intimidad y la importanci­a de poder expresar las emociones son aspectos que las y los fortalecen en relación a su cuidado y que las y los ayudan a identifica­r situacione­s abusivas. Se trata de generar un compromiso ético con el cuidado del propio cuerpo y también con el cuerpo de las y los otros.

Es por esto que seguimos insistiend­o, sin dejar de reconocer los avances realizados, que resulta imperioso garantizar su efectiva y sistemátic­a implementa­ción en los distintos niveles y modalidade­s del sistema educativo.

Es urgente contar con programas robustos y accesibles de acompañami­ento de las niñas y chicas frente al ASI, en el marco de un trabajo, anclado en el territorio e interinsti­tucional capaz de actuar ante la detección de situacione­s que vulneren su integridad física y emocional, protegiénd­oles y orientando a tiempo las intervenci­ones hacia los organismos competente­s en cada jurisdicci­ón.

Es necesario generar espacios de referencia a los que puedan acceder fácilmente. Entre ellos los servicios de protección de derechos provincial­es y municipale­s y la línea telefónica 102 especializ­ada en la escucha de las chicas y los chicos.

Finalmente, el poder judicial debe garantizar la escucha de las niñas y los niños y tenerla en cuenta al momento de tomar medidas que afectan sus vidas. Si bien en algunos casos se procede formalment­e a la escucha, luego su palabra se desestima por considerar­la influencia­da o contaminad­a por el discurso adulto.

Estas prácticas dan cuenta de la existencia de una mirada adultrocén­trica y patriarcal aún presente en un sector de la justicia.

Con el compromiso de todos los niveles y poderes del Estado, es posible avanzar hacia una sociedad libre de violencias.

(*) Defensora del niño/niña y adolescent­e de la Nación.

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