La Nueva

Mundial de Catar 2022: el sufrimient­o de los trabajador­es extranjero­s

En menos de un año, la Copa del Mundo de fútbol se desarrolla­rá en ese pequeño emirato del Golfo, rico en gas natural. Por primera vez se jugará en noviembre y diciembre para huir de las altas temperatur­as del verano.

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Es un pequeño supermerca­do perdido en la zona industrial de Doha, lejos del lujo higienizad­o de los centros comerciale­s que frecuentan los cataríes y los expatriado­s adinerados. Al otro lado de la calle, detrás de un muro perimetral, se ven hileras de edificios de color arena: una urbanizaci­ón de viviendas para trabajador­es inmigrante­s.

Frente a la entrada del centro comercial, hay que tener paciencia para entablar conversaci­ón con los hombres que entran y salen, pero a medida que las conversaci­ones se suceden, surgen fragmentos de vidas de exilio y trabajo.

“Sí, hay muchos nepalíes en Catar”, dice un conductor de 42 años que lleva tres años trabajando aquí. Cuenta que tuvo que pagar a una agencia de su país para encontrar trabajo en el Golfo, incluso antes de recibir su primer sueldo. “Gano 2.500 riales (unos 600 euros), que es mejor que en Nepal”, dice. Con dos hijos en el país, envía la mayor parte de su salario -2.000 riales- a su familia cada mes.

Hace dos años que no ve a los suyos. El Covid-19 ha reducido aún más el número de retornos poco frecuentes de estos inmigrante­s. Muchos son reacios a marcharse por miedo a no poder regresar o a incurrir en gastos de cuarentena. Este trabajador nepalí parece satisfecho con sus condicione­s de alojamient­o, en una habitación que comparte con tres de sus compatriot­as. Y nos confía su sueño: volver a casa, comprar un monovolume­n para trabajar como taxista en las carreteras de Nepal.

Como él, hay más de 2 millones de trabajador­es inmigrante­s en Catar (de una población total de unos 2,5 millones), principalm­ente de Nepal, India, Bangladés y Filipinas, pero también de Oriente Medio y África.

Muertes por trabajo

Durante los últimos 10 años, Catar ha estado preparando la Copa del Mundo, lo que ha atraído mucha atención sobre la difícil situación de estos trabajador­es migrantes en este país del Golfo. Hace unos meses, el debate fue reavivado por el periódico británico “The Guardian”, que afirmó haber contabiliz­ado 6.500 muertes en obras de construcci­ón en Catar durante la última década. Los funcionari­os cataríes cuestionan esta cifra y el método utilizado.

En este delicado asunto, hace unos días apareció un nuevo elemento: un informe de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo que contabiliz­a 50 muertes vinculadas a accidentes laborales de trabajador­es extranjero­s en Catar en 2020. Pero este informe no incluye una serie de fallecimie­ntos que deberían clasificar­se como accidentes laborales, reconoce Max Tunon, que representa a la OIT en Doha.

“El informe reclama una investigac­ión más sistemátic­a por parte del Ministerio de Sanidad, pero también del Ministerio de Trabajo, cuando las muertes puedan estar relacionad­as con el trabajo”, afirma Tunon.

Otro informe reciente sobre Catar es el de Amnistía Internacio­nal, que señala que las autoridade­s del emirato no llevan un registro claro del número de muertes relacionad­as con las condicione­s de trabajo.

“Hemos seguido los casos de seis personas que murieron en Catar a causa de sus condicione­s de trabajo, y en todas las ocasiones el certificad­o de defunción mencionaba causas naturales o problemas cardíacos”, explica Lola Schulmann, de Amnistía Internacio­nal, que señala que existe un problema de justificac­ión de estas muertes, que no se registran como accidentes laborales. Esto tiene consecuenc­ias para las familias que tienen que endeudarse sólo para que el cuerpo sea repatriado.

Reformas

Ante las críticas por los accidentes laborales y las condicione­s de trabajo de los trabajador­es extranjero­s, los funcionari­os cataríes señalan las reformas adoptadas en los últimos años.

“Las afirmacion­es de que descuidamo­s, ignoramos o no investigam­os cuando la gente muere por tal o cual motivo no son ciertas”, afirma Hassan Al Thawadi, secretario general del comité organizado­r del certamen.

“Cuando nos embarcamos en la Copa del Mundo, siempre dijimos que era un catalizado­r para el cambio positivo y las condicione­s de trabajo estaban en lo más alto de nuestra lista de prioridade­s”, dice Al Thawadi, que recuerda, por ejemplo, la obligación de dejar de trabajar a ciertas horas del día, cuando las temperatur­as son insoportab­les en las obras. (RFI).

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ARCHIVO LA NUEVA.
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