La Nueva

“Escribir es una de mis formas de transitar el mundo”

Nacida en Rosario y bahiense por adopción, las novelas de Mariana Furiasse ya han sido publicadas en varios países. “Siempre supe que quería ser escritora”, dijo.

- Laura Gregoriett­i lgregoriet­ti@lanueva.com

“Escribir una historia en primer lugar me da felicidad. Así de simple”.

En pocas palabras, Mariana Furiasse describe el por qué de la profesión que abraza con tanta pasión.

“No sé si elegí escribir o escribir me eligió a mí”, cuenta mientras comienza a hacer memoria sobre sus aventuras en la Biblioteca Rivadavia de nuestra ciudad.

“Me cuenta mi mamá que desde muy chica le pedía libros y le dictaba las historias que se me ocurrían. Por eso, aprender a leer fue un acto de independen­cia, porque podía escribir las historias que venían a mi cabeza y podía sumergirme en los libros el tiempo que quisiera”.

Sus papás fueron claves en el desarrollo de este amor por las historias, los mundos de fantasías y los cuentos.

“Ellos me estimulaba­n mucho, me compraban un montón de libros, pero los leía en un día. No había presupuest­o que resistiera mis deseos de leer más y más. Mamá decidió entonces hacerme socia de la Biblioteca Rivadavia. Fue la felicidad más grande que recuerdo de entonces. Subir las escaleras, el pasillo largo, el sector infantil. Sacaba libros con el carnet de mamá, el de papá, el de mi hermana y el mío”.

Nacida en Rosario, Santa Fe, el 14 de mayo de 1976,

Mariana vivió unos años en Rosario, otros en San Lorenzo y en 1986 se mudaron a Bahía Blanca.

“Siempre supe que quería ser escritora. Quería ser otras cosas pero siempre escritora. Escribir es una de mis formas de transitar el mundo, me permite sumergirme y a la vez tomar distancia de lo que me rodea. Y con el tiempo descubrí que a través de las palabras visibiliza­ba situacione­s que siempre me habían inquietado. Hay objetos, paisajes, aromas, texturas, el espacio de trabajo, que inspiran. Y con los años también aprendí a escribir en quince minutos que tengo libres, a cualquier hora, inclusive cuando la vida personal es áspera. La escritura encuentra lugar en medio de todo y es más potente que el resto”.

Sus obras

La primera novela de Mariana, “Candela”, se publicó en 1999 y recibió el premio “Julio C. Coba” de la editorial Libresa en Ecuador y la segunda, “Rafaela”, se editó en el año 2002 y también fue galardonad­a: recibió el premio “El Barco de Vapor” de la editorial SM.

En 2014 fue el turno de “Ramona revelada”, de la Editorial SM y en 2017, llegó “Intermiten­te Rafaela”, también de la Editorial SM.

También se publicaron cuentos de su autoría en las antologías “Diez en un barco” y “Los Olímpicos”, ambas de la Editorial SM.

En 2020, se publicó su última novela, “Constelaci­ón de nado”, de la Editorial Norma. Muchas de sus novelas han sido publicadas en España, Ecuador, Colombia y Brasil.

Si bien en todas sus historias retrata la vida de diversas niñas, aclara que “ninguno de sus libros es autobiográ­fico”.

“Mi proceso creativo es intuitivo. Lo que convoca de la historia es habitualme­nte el nombre del personaje, aunque alguna vez también fue una escena que vi. A partir del nombre o la escena se despliega todo. Antes de empezar necesito encontrar la banda de sonido de la novela. Escribo siempre con música. Nunca se muy bien de qué se va a tratar, ni cómo va a terminar. La historia me va llevando y todo se va ordenando a medida que escribo”.

Los recuerdos van y vienen y siempre tienen un punto en común: los libros.

“Hace poco se publicó mi última novela, 'Constelaci­ón de nado'. Al principio de la cuarentena, cuando el tiempo se volvió lento, escribí una novela que es completame­nte distinta a todo lo que tengo publicado. No es una novela realista. Fue un desafío. Y me encantó escribirla. Disfruté mucho. Ahora quiero releerla y escribir la continuaci­ón y luego vendrá el tiempo de corregir ambos textos”.

En cada visita a nuestra ciudad, donde aún residen sus padres, no pierde oportunida­d para visitar las escuelas en donde utilizan sus libros como material de estudio para conversar con los chicos.

“En plena pandemia, los encuentros se hicieron virtuales y tuve la oportunida­d de conversar con chicos y docentes de distintos lugares del país también”.

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