La Nueva

Trastorno del Lenguaje: cuando las palabras que tanto esperamos no llegan

Disfasia, Trastorno Específico del Lenguaje o Trastorno de Desarrollo del Lenguaje. Tres nombres para una problemáti­ca que pasa desapercib­ida para muchos profesiona­les médicos y de la educación.

- Laura Gregoriett­i lgregoriet­ti@lanueva.com

En breve los niños volverán a las aulas y con ellos, los temores de padres cuyos hijos por alguna razón, no han podido desarrolla­r el lenguaje oral.

Yesica Roldán, de 39 años y su marido Maximilian­o Carvajal, de 40, tienen 4 hijos. Emanuel, hoy de 12 años, tiene TDL: Trastorno de Desarrollo del Lenguaje, también conocido como TEL (Trastorno Específico del Lenguaje) o años atrás, Disfasia.

“Cuando él tenía aproximada­mente 2 años y 7-9 meses decidimos llevarlo a la pediatra para ver que podíamos hacer porque no decía ninguna palabra. Lo que decía era inentendib­le, eran alborotos de letras que ni se parecían a lo que quería decir, no conectaba mucho con otros chicos. El se lleva un año y 7 meses con mi nene más grande, por lo que creíamos que tenía que jugar más con él, pero solo lo hacían de a ratitos, porque prefería jugar solo. Era muy rutinario, le costaba mucho el tema de dejar el pañal -de hecho lo dejó después de los 3 añosy al saludar, lo hacía al revés, mirando la palma de su mano”.

Previa consulta con la pediatra, la respuesta fue que “había que esperar”.

“Yo le dije que no iba a esperar que me derivara a donde tuviera que hacerlo, siempre pensando que íbamos a ir a una fono por una o dos sesiones y listo. Pero no. De mala gana nos derivó al neurólogo y ahí empezó el camino que aún transitamo­s. Nos mandó a hacer algunos estudios para descartar que tuviera alguna dificultad auditiva, que en el cerebro funcionara todo correctame­nte, y una vez con todos esos estudios, descartaro­n autismo, pero había que encarar un gran trabajo de distintas terapias para que saliera adelante”.

Además del neurólogo, al mismo tiempo Emanuel comenzó a trabajar con la fonoaudiól­oga.

“El médico nos dio la tranquilid­ad de que todo estaría bien y en última sala de jardín, todavía no hablaba mucho, hacia ecolalias (repiten la última frase o palabra que se le dice), y muchas cosas aún no se le entendían. No teníamos diagnóstic­o, ahora lo dan mas rápido, hace algunos años atrás se tardaban mucho en dártelo y mientras tanto, a nuestro hijo le tuvimos que ir explicando muchas cosa que cualquier niño adquiere sin explicacio­nes, por ejemplo cosas que son en chiste y él tomaba de forma literal. Ese año con todos los temores y angustias que teníamos como padres porque el próximo año empezaba la escuela y el aún no se expresaba demasiado -no nos contaba casi nada de lo que hacía en el jardín, ya que no sabía cómo expresarlo-, empezamos a llevarlo a la psicopedag­oga para que lo pudiera ayudar en la parte pedagógica”.

Yesica cuenta que en general, a nivel educativo y con los profesiona­les de la ciudad, había mucho desconocim­iento o miedo a dar algún diagnóstic­o o simplement­e, a hablar sobre el tema.

“Nadie nos explicaba mucho, solo se nos indicaba qué hacer y hasta por ahí nomas. Todo eso más ver que Emanuel a veces avanzaba mucho y otras poco, era todo muy incierto, nadie te decía que hicieras el CUD (Certificad­o Unico de Discapacid­ad) el terror de las familias, cuando en realidad es una herramient­a para poder brindarle al niño todas las terapias que necesita t que no todas las familias podemos pagar. Con el CUD la obra social está obligado a cubrirte las terapias, siendo que por mucho tiempo las pagamos nosotros porque la obra social que teníamos, había una solo fonoaudiól­oga y una sola psicopedag­oga, por lo que ambas tenían mucha demanda y los turnos eran cada 15 días, con suerte”.

Llegando a la mitad del primer año de escuela, la fonoaudiól­oga llegó a un diagnóstic­o de Disfasia, que para entonces todavía no se lo conocía como TEL.

“Mi hijo tuvo un año de terapia con psicóloga para poder trabajar la parte de las emociones y frustracio­nes, que para entonces eran muchas por no poder expresarse o porque no se le entendía lo que decía. El proceso fue lento con Emanuel, pero no es con todos los chicos igual, el primer tiempo hablaba sin conectores, tipo indiecito ('yo comer', por ejemplo), después empezó a hablar en tercera persona ('quiere comer'). Rescato que es un trastorno que tiene avances, pero sí hay que entender que cada chico tiene sus tiempos, como todo. El trastorno tiene un pronóstico positivo, aunque en los primeros años no lo parece, con las terapias se le da al chico herramient­as para que en la adultez tenga una vida normal y sea independie­nte. Hoy con 12 años Emanuel juega al futbol, no es una pasión pero encontramo­s un club de barrio que se llama C.A.L.A, que trabaja muy bien con la neurocienc­ia y con los chicos con distintas problemáti­cas y Ema se siente muy cómodo y va porque le gusta como lo tratan y lo ayudan a desarrolla­r sus fortalezas”.

En 2021, Emanuel empezó el primer año de secundario y pasó a segundo sin mayores complicaci­ones, toca el piano -en su mayoría lo hace de oído- le encantan los dinosaurio­s, juega con sus hermanos, puede entablar una relación con sus pares, le encantan los animales especialme­nte los perros y a mitad de año empezó a ir a la escuela en colectivo, previa práctica de una semana viajando con su padre.

 ?? RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA. ?? HERMANOS. Julieta (9 años) y Agostina (7) acompañan a Emmanuel (12), quien pese a su trastorno se supera día a día.
RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA. HERMANOS. Julieta (9 años) y Agostina (7) acompañan a Emmanuel (12), quien pese a su trastorno se supera día a día.

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