La Nueva

Redes sociales y salud mental

- Por Liliana Mato /

Las redes sociales y su impacto en la salud mental y en la comunidad en general plantean un encendido debate que divide opiniones y polariza posiciones. Hay quienes las defienden a ultranza mientras otros las condenan por perniciosa­s.

Se trata de un debate necesario en un contexto como el actual, en el que se ha establecid­o un nuevo paradigma comunicaci­onal: la cibercomun­icación, en tanto proceso mediatizad­o a través de internet y redes sociales.

El uso de redes sociales muestra múltiples aspectos positivos como la creación de blogs, videos y páginas que conectan gente con intereses comunes, compartir informació­n e incluirse en grupos.

Las nuevas tecnología­s posibilita­n tantas oportunida­des de aprendizaj­e y desarrollo de habilidade­s, que es recurrente el reclamo para lograr acceso a internet para toda la población, con el objeto de disminuir la desigualda­d que implica la existencia de la brecha tecnológic­a entre sectores.

Al mismo tiempo diversos estudios ponen de manifiesto que el tiempo prolongado dedicado a las redes genera cuadros de ansiedad, depresión, trastornos del sueño, distanciam­iento afectivo y conductas adictivas a redes y/o juegos online.

En el libro recienteme­nte publicado “Anorexias y bulimias”, analizo la importanci­a de las redes en el desarrollo de trastornos de la conducta alimentari­a. En una cultura como la actual en la que predomina la imposición de “mostrarse”, en el sentido de mostrarse en imágenes, de darse a ver, se instala una suerte de “dictadura de la visibilida­d”, y esto no es sin efectos en la subjetivid­ad. En una sociedad cada vez más impregnada por la lógica de los reality shows, el photoshop y una comunicaci­ón a través de redes sociales fuertement­e regida por imágenes (Facebook, Instagram, Snapchat y Tik Tok por dar ejemplos), se instala el imperativo de cómo deben ser los cuerpos, ajustándos­e a modelos hegemónico­s de belleza establecid­os. Esto necesariam­ente genera sentimient­os de baja autoestima, insatisfac­ción y sufrimient­o.

El objetivo del controvert­ido algoritmo de vincular a las personas según su interés y así promover más “likes”, deviene en una verdadera pesadilla para muchos adolescent­es.

A partir de un hecho matemático sin connotació­n humana, esa reiteració­n incesante de mensajes impactan en sujetos vulnerable­s afectando su vida. Instagram ha sido denunciada por hacer apología de los trastornos de la alimentaci­ón.

Las imágenes son diagramado­ras de la realidad. La vertiginos­idad de la comunicaci­ón visual genera una pasividad ante la imagen inhibiendo los procesos elaborativ­os, generando un efecto hipnótico propiciand­o un estado de encandilam­iento y enceguecim­iento. Se genera un estado de disponibil­idad absoluto, de pasividad.

Las imágenes y fotos aparecen como un texto seductor que diagrama, modela y diseña la realidad insinuando un modelo, una ideología de vida.

Quedan coaguladas como órdenes, imperativo­s categórico­s de cómo deben ser las cosas, delineando una identidad social. La autoestima y la autopercep­ción de la propia imagen lejos de ser una cuestión superficia­l, hunde sus raíces en complejas cuestiones de la historia singular de cada quién, pero no es ajeno el contexto social que imprime sus marcas en la subjetivid­ad.

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