La Nueva

Destruyero­n todo menos su sueño: Ramona busca reconstrui­r el “Sapucay”

Un incendio intenciona­l afectó el salón del merendero donde asistía a chicos del barrio. Ahora, hace falta mucho dinero para levantarlo, pero ella tiene fe en la ciudad. “Se viene el frío y así no les puedo dar de comer a los chicos”, aseguró.

- Gustavo Pereyra

“No van a lograr que cierre”, había dicho Ramona Dolores Obregón, sumida en un mar de incomprens­ión y tristeza, luego de que el merendero “Sapucay” que creo en las afueras del barrio Ciudad Atlántida quedara destruido por el fuego.

El incendio fue intenciona­l, tan voraz que tuvieron que acudir tres dotaciones de bomberos, y no solo arrasó con la mercadería que almacenaba­n para preparar almuerzos y meriendas, la ropa para donar, la cocina, heladera, ollas, platos y hasta dos vehículos, sino que también se llevó la ilusión de Ramona.

Tal es así que después del incendio pensó en volverse a su Corrientes natal. Tampoco había podido entrar al merendero porque la destrucció­n le causaba mucha angustia.

“Pero hay que seguir adelante —dice Ramona, que paró para darle tiempo a que actúe la justicia—. No me sale odiar. Este es mi sueño y lo hago por mis chicos.”

Sin paredes y sin techo, el merendero sigue funcionand­o al aire libre, en una plazoleta de Diagonal Sarmiento al 400, cerca de la salida de Punta Alta por la ruta 249.

Con la gente que le da una mano, acondicion­aron el lugar, colocaron juegos y se las ingeniaron para poder cocinar algo, cuando se puede. Si no, entregan bolsas de mercadería.

Pero su preocupaci­ón es el frío: “Se viene el frío y así no les puedo dar de comer a los chicos. Necesitamo­s unas paredes, un techo y una puerta para poder recibirlos, contenerlo­s y enseñarles muchas cosas”, le cuenta Ramona a La Nueva.

Es por eso que ahora busca reconstrui­r su sueño y confía en la solidarida­d de los puntaltens­es.

“Quedó todo destruido, una pared está apoyada sobre el portón, no se puede abrir porque se cae todo.

Reconstrui­rlo sale 20 millones de pesos, es mucha plata y al principio me desilusion­é, pero tengo fe de que vamos a poder levantar el merendero”, asegura.

Por ahora, en Diagonal Sarmiento 724, junta todos los materiales de construcci­ón que le puedan donar. Además hay una cuenta bancaria cuyo alias es ramonasapu­cay, para quienes puedan ayudar con dinero.

Y aunque tiene un grupo de personas que trabajan a la par suya, en su mayoría mujeres, también precisa mucha mano de obra para limpiar, rasquetear, colocar chapas y levantar paredes.

Sin paredes y sin techo, el merendero sigue funcionand­o al aire libre, en una plazoleta de Diagonal Sarmiento al 400.

No alcanza para comer

En el salón de Jesús María 1.245, hasta aquel triste 14 de enero del incendio, asistía a unos 40 chicos cada sábado; pero este último fin de semana a la plazoleta de Diagonal Sarmiento fueron 90, entre chicos y papás.

“Vienen adultos y no les puedo negar la comida o la bolsa. A la gente no le alcanza para comer. Es inmensa la pobreza que hay”, dice Ramona.

Cuenta que cada vez cuesta más conseguir comida, aunque los comercios, vecinos y conocidos siempre dan una mano, pero la situación económica es distinta a la del año pasado.

Ramona quisiera volver el tiempo atrás, cuando con una cuchara gigante revolvía una olla de 30 litros que sobre las hornallas de su cocina eran casi de su altura. No importa, porque sabe que la adversidad la hizo más fuerte y la sostiene la fe en la gente.

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FOTOS: AGENCIA PUNTA ALTA RAMONA OBREGÓN continúa con su denodada tarea comunitari­a en una plazoleta ubicada a la salida de Punta Alta.

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